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París acusa al BCE de permanecer “perfectamente inactivo” ante la crisis

Marine Le Pen se declara la Beppe Grillo francesa y reclama a Hollande un referéndum sobre la UE Un sondeo estima que dos tercios de los franceses están descontentos con la política presidencial

El presidente francés, François Hollande, llega a la reunión sobre Solidaridad y Desarrollo Internacional, el viernes en París.
El presidente francés, François Hollande, llega a la reunión sobre Solidaridad y Desarrollo Internacional, el viernes en París. PHILIPPE WOJAZER (AFP)

El malestar social que recorre el sur de Europa contra las políticas ultraliberales dictadas por Berlín y Bruselas ha prendido con fuerza en París. La espectacular entrada del Movimiento 5 Estrellas en el Parlamento italiano parece haber catalizado a los dos extremos del arco político. Por la izquierda, Arnaud Montebourg, ministro de Recuperación Productiva y agitador del Ejecutivo del presidente François Hollande, ha arremetido contra el Banco Central Europeo, al que acusa de permanecer “perfectamente inactivo” ante la crisis. Desde la derecha extrema, Marine Le Pen, líder del Frente Nacional, se felicita de que más de la mitad de los votos de las elecciones italianas hayan sido para listas “euroescépticas” y exige un referéndum para decidir la salida de Francia de la Unión Europea.

 “El BCE no se ocupa del crecimiento, no se ocupa de los parados, no se ocupa de la población europea”, bramó este domingo Arnaud Montebourg en las ondas de la radio Europe1. Según el ministro, “vivimos un periodo en el que son necesarios el activismo y el voluntarismo”, y “el deber” de la institución presidida por el italiano Mario Draghi es ayudar al crecimiento. “Si queremos crecimiento, hace falta bajar el precio del euro. Mario Draghi debe empezar a decir que el euro está sobrevaluado y que tenemos necesidad de una moneda más débil”, ha afirmado el ministro.

 Montebourg reitera una idea que sobrevuela los discursos de los responsables políticos franceses desde hace semanas: es urgente devaluar el euro para favorecer la competitividad y las exportaciones europeas. Autor del panfleto “Votad por la desglobalización”, Montebourg ha insistido una vez más en su cruzada contra la globalización sin reglas. “Tenemos que darnos armas para luchar contra la globalización desleal. Los europeos no podemos ser los ingenuos, los santos de la aldea global”.

La semana pasada, el ministro valoró positivamente los resultados de las elecciones italianas. Pidió “respeto absoluto” al voto soberano, y lo definió como una muestra del descontento que se extiende por el sur de Europa. “Los italianos han castigado la política económica impuesta por los mercados”, señaló, sin olvidar denunciar que la canciller alemana, Angela Merkel, “dicta la tasa de cambio del euro”.

 Salvando todas las distancias personales e institucionales, Montebourg juega entre los socialistas franceses un papel similar al que encarna el cómico Beppe Grillo en la política italiana. Histriónico y populista, se bate el cobre contra el poder financiero, las deslocalizaciones y los ERE de las grandes empresas, y exige una Europa más proteccionista.

Pero, como cabía esperar, el infatigable laboratorio político italiano ha inspirado también a la extrema derecha francesa, y Marine Le Pen ha vuelto a la acción exigiendo a François Hollande que organice un referéndum, con fecha incluida -enero de 2014- para consultar a los franceses sobre la permanencia del país en la Unión Europea.

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 “Nosotros pediremos el voto por la salida salvo si el Gobierno obtiene cuatro reformas mínimas: regreso a la monedas nacionales, disolución del Espacio Schengen, autorización del patriotismo económico y primacía del derecho nacional sobre el derecho comunitario”, dijo el sábado Le Pen ante el comité nacional de su partido.

 La excandidata al Elíseo asegura que si Hollande no accede a su petición, convertirá las elecciones europeas de junio de 2014 “en un referéndum a favor o en contra de la Unión Europea”. “Y lo ganaremos”, afirmó, “porque la Unión Europea es como la Unión Soviética, imposible de reformar”.

El análisis de Le Pen es que la coyuntura europea es hoy propicia a “una primavera de los pueblos europeos” cuyos primeros síntomas serían, además de Italia, Reino Unido y Noruega. Le Pen subraya sus puntos comunes con Beppe Grillo, y afirma que el nuevo líder italiano es un “antisistema” como ella.

 Otro elemento común, bastante más inquietante, es la afición a colocar a la minoría gitana en el centro del debate político. Le Pen advirtió el sábado que en 2014 ya no será legal restringir la circulación de los rumanos y búlgaros por Europa: “El problema gitano, que ya es insoportable, se verá aumentado”, afirmó.

 Mientras los extremistas salen a la palestra, la política institucional renquea a ojos vista. Una encuesta publicada el domingo por Le Parisien estima que dos tercios de los franceses (el 68%) están descontentos con François Hollande, y la mayoría piensa que el presidente no podrá cumplir sus compromisos en materia de paro y fiscalidad. El 44% de los votantes socialistas se dicen “decepcionados”, aunque el 60% de los simpatizantes de izquierda sigue confiando en el presidente “normal”. Una segunda encuesta, esta del Journal du dimanche, completa esa fotografía: las dos mujeres políticas favoritas de los franceses son la directora general del FMI, Christine Lagarde (34% de preferencias), y la presidenta del Frente Nacional, Marine Le Pen -31%-. Una economista ultraliberal, y una líder antisistema y racista: así está Francia después de las elecciones al otro lado de los Alpes.

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