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EE UU reanuda tras cinco años los lazos diplomáticos con Siria

Obama corteja a Damasco y Beirut en plena ofensiva contra Irán

Son ya meses de cortejo, después de cuatro años de rencor. Horas después de que el presidente estadounidense Barack Obama nombrara nuevo embajador en Damasco, el subsecretario de Estado William Burns -el funcionario de más alto rango de EE UU que en el último lustro se reúne con el presidente sirio, Bachar el Asad- ha hablado hoy de conversaciones "sinceras" con el mandatario.

Y es que una de las prioridades de Washington es ahora, en el siempre revuelto Oriente Próximo, distanciar a Siria de Irán. Una difícil tarea. Como lo es que el régimen alauí se desvincule de organizaciones influyentes en la región como Hezbolá y Hamás, que gozan de receptividad en la capital omeya. Lo que resulta evidente es que la Casa Blanca ha dejado atrás la política del sólo palo sin zanahoria que aplicó George W. Bush.

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En 2005, la Casa Blanca ordenaba la vuelta a casa del embajador estadounidense en Damasco. El año anterior, Estados Unidos, Francia y Reino Unido habían propiciado las resoluciones del Consejo de Seguridad que obligaban a Siria a retirar sus tropas de Líbano después de tres décadas de estricta tutela política y militar. En febrero de 2005, el ex primer ministro Rafik Hariri era asesinado en Beirut, crimen nunca aclarado aunque el dedo acusador apuntara a Damasco. Las acusaciones vertidas contra Siria se ampliaron a la complicidad con la insurgencia del vecino Irak, al rearme de Hezbolá y a sus relaciones privilegiadas con Teherán. En definitiva, el régimen alauí fue arrojado por las potencias occidentales al ostracismo.

"El nombramiento de Robert Ford representa el compromiso de Obama por utilizar el diálogo para fomentar los intereses de Estados Unidos... Ford gestionará con el Gobierno sirio cómo ampliar las relaciones mientras se abordan asuntos que preocupan continuamente", dice un comunicado de la Casa Blanca. Uno de esos asuntos es, sin duda, la cooperación de los servicios de espionaje. "No albergo ilusiones sobre los desafíos que afrontamos, pero mi reunión con Asad me hace abrigar esperanzas de que podremos progresar en beneficio de ambos países", ha declarado Burns.

No es casual que Daniel Benjamín, alto funcionario en materia antiterrorista, acompañara a Burns hoy en Damasco. Tampoco es casual que el restablecimiento de las relaciones se produzca en un momento en que EE UU busca endurecer las sanciones contra Irán. Washington busca el apoyo de Damasco y Beirut -actualmente en el Consejo de Seguridad de la ONU- contra Teherán.

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El envío del embajador Robert Ford, a falta de la confirmación del Senado, es también uno de los últimos peldaños que escala Bachar el Asad para recomponer su rompecabezas diplomático, después de acceder hace un par de años a que se abrieran las embajadas de Líbano en Damasco y la de Siria en Beirut, tras años de rechazo abierto entre ambos Gobiernos. Será más difícil que a partir de ahora se aplique a Siria la coletilla del "eje del mal". El presidente ha jugado la carta de la indudable influencia de su país en casi todos los acontecimientos que acaecen en Oriente Próximo. Con cuidado exquisito: Siria elude implicarse directamente en conflicto alguno -salvo su participación en la coalición internacional durante la primera guerra del Golfo- desde la guerra de Yom Kipur con Israel.

Incluso en Israel, siempre vigilante, se apreciaba otro tono en boca de alguno de sus dirigentes. Tal vez sensible a la decisión de Washington de enviar embajador a Damasco, Tzaji Hanegbi, presidente de la Comisión de Defensa y Exteriores de la Kneset, afirmaba en una reunión con corresponsales: "Siria nunca ha sido Irán. Habla de alcanzar la paz y no de borrar a Israel del mapa".

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