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Cinco meses de carrera

Los hitos de la campaña de los candidatos demócratas a la Casa Blanca

Para llegar a convertirse en el primer candidato negro a la casa Blanca, Barack Obama, senador demócrata por Illinois, ha tenido que superar cinco meses de lucha fratricida con Hillary Clinton, senadora por Nueva York, candidata a priori inevitable y por ello favorita. "Yes we can" (Sí, podemos) era el lema de su campaña, un lema en el que al principio, en febrero, cuando Iowa dio el pistoletazo de salida a las primarias más emocionantes de la reciente historia estadounidense, sólo creían unos pocos.

El "Yes we can" se fue extendiendo sobre todo a partir del supermartes, la fecha señalada en rojo por Hillary para colgarse la etiqueta de candidata. Ese día, el 5 de febrero, la senadora esperaba barrer a su adversario en la mayoría de los 24 estados que celebraban primarias o caucuses, conseguir un número abrumador de delegados y dejar la carrera demócrata hacia la Casa Blanca vista para sentencia. Fue un error de cálculo. Obama llegó lanzado al supermartes.

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Ya en el comienzo del proceso, en los caucuses de Iowa, a principios de enero, Obama se impuso contra todo pronóstico, generando una bola de nieve que no paró de crecer hasta el supermartes. Hillary se resarció en New Hampshire y Nevada, pero Obama resurgió en Carolina del Sur con una victoria abrumadora que le llevó en volandas al supermartes. En la crucial cita, Hillary sólo aguantó el tirón del senador gracias a sus victorias en Nueva York y California, precisamente los dos territorios que repartían mayor número de delegados. Obama venció en más estados y se vio que iba en serio. Por el camino se quedaron el ex alcalde de Nueva York Rudy Giuliani y, otra vez, el senador por Arizona John Edwards, que enseguida dio su apoyo a Obama.

Hillary reaccionó a la defensiva, presentándose como la candidata más solvente frente a un recién llegado ?se recuerda su anuncio en el que una niña dormía plácidamente mientras sonaba el teléfono rojo de la Casa Blanca y se preguntaba a los votantes quién preferían que descolgara el teléfono. Incluso esta jugada le salió por la culata a Hillary: la niña actriz del anuncio, ya crecidita, se decantaba por Obama.

El fenómeno Obama creció tras el supermartes con las victorias en Luisiana, Nebraska, Washington y Maine, aunque no lograba despegarse en delegados. El 12 de febrero se imponía en Maryland, Virginia y el Distrito Federal (las primarias del Potomac), con márgenes sorprendentes, y en Wisconsin.

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El entusiasmo popular se volcaba con el candidato del "cambio en el que podemos creer". Ya no sólo eran los afroamericanos los que le daban su voto. Los hombres blancos se decantaban por el senador, mientras Hillary aglutinaba las preferencias de mujeres y latinos. Los medios empezaban a decantarse también por el aspirante afroamericano, que, por si fuera poco, con canales alternativos a los tradicionales -internet, por ejemplo-, recaudaba mucho más dinero para su campaña que la Clinton, pese a que contaba con el activo de su marido Bill, uno de los ex presidentes más queridos en el país ?incluso tuvo que prestarse dinero a sí misma para seguir adelante. Era todavía febrero.

Ya en marzo, Hillary levantó la cabeza en Ohio y Tejas tras 11 derrotas seguidas, pero sus victorias no enjugaban la ventaja de Obama en número de delegados, la cifra que cuenta. Ésa ha sido la tónica hasta el pitido final: victorias de uno y otro, pero siempre con Obama por delante en delegados; Hillary apelando a la confianza en una candidata con mayor empaque para derrotar a John McCain, el candidato republicano, y Obama invocando el cambio. Una lucha que amenazaba con partir en dos al partido demócrata, que celebra su convención en agosto, mientras los republicanos se frotaban las manos. Hasta hoy, cuando Montana y Dakota del Sur han dejado a Hillary fuera de juego, aunque aún no lo haya reconocido.

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