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WhatsApp
Columna
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Una verdad incómoda sobre WhatsApp

El frenesí por la política de privacidad nos recordó que la aplicación de mensajería pertenece a Facebook y que la integración de ambas plataformas va a continuar

Una protesta en abril de 2018 en el Senado de EE UU con motivo de la comparecencia del consejero delegado de Facebook
Una protesta en abril de 2018 en el Senado de EE UU con motivo de la comparecencia del consejero delegado de Facebook.MICHAEL REYNOLDS (EFE)

Si usted es uno de los 2.000 millones de usuarios de WhatsApp, hay muchas probabilidades de que en los últimos meses se haya enterado vagamente de que tiene que preocuparse por su privacidad digital, en vista de la nueva política de privacidad de la empresa. A principios de este año, los usuarios se encontraron con la preocupación de que sus mensajes se iban a compartir con Facebook, la empresa matriz de WhatsApp. Si bien eso no es así por el momento —los mensajes de WhatsApp están cifrados de extremo a extremo—, sí existen otros posibles motivos de inquietud por la relación entre WhatsApp y Facebook. Los mensajes siguen siendo privados, pero la empresa no niega que comparte los metadatos (los datos sobre datos) con Facebook. Y esto no es ninguna novedad.

WhatsApp ha tenido que hacer recientemente un esfuerzo deliberado para explicar su configuración de privacidad después de que se produjera un éxodo considerable de usuarios de la plataforma. Tras el anuncio de la nueva política, muchos usuarios se fueron a Signal y Telegram por miedo a que sus datos se compartieran con Facebook. WhatsApp aclaró públicamente que la nueva política solo afectaría a los contactos con empresas, no las conversaciones personales, y que no iba a haber ninguna nueva recolección de datos.

A primera vista, por tanto, no parece que haya motivos para sentirnos inseguros por nuestros mensajes. Pero el frenesí por la política de privacidad recordó a la gente una verdad incómoda: WhatsApp pertenece a Facebook y la integración entre las dos plataformas va a continuar. Hoy existe poca diferencia entre ser usuario de Facebook y ser usuario de WhatsApp. Sin embargo, los que usamos otras aplicaciones de mensajes cifrados, como Signal, sabemos muy bien que una red solo es útil y eficaz si tiene un número masivo de usuarios. Por eso es casi imposible abandonar del todo WhatsApp, que se usa en todo el mundo para negocios, relaciones sociales y comunicaciones políticas. El argumento de la privacidad puede no ser suficiente para convencer a alguien de que abandone WhatsApp para irse a alternativas menos populares, sobre todo si además utiliza Facebook.

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Pero cuando pensamos en una aplicación, podemos y debemos tener en cuenta más factores aparte de la privacidad de los mensajes. Yo utilizo Signal, por lo menos parcialmente, porque está cifrado de extremo a extremo, pero también porque es una plataforma independiente y sin ánimo de lucro, cuyo desarrollo depende de subvenciones y donaciones. Aquí no hay peligro de que mis metadatos acaben en una de las grandes tecnológicas. No puedo pasarme a ella del todo porque todavía no tiene la masa crítica necesaria para hacerlo, pero siempre es bueno tener distintas opciones. Eso es lo que el monopolio de Facebook nos quita: la capacidad de escoger entre aplicaciones y plataformas y de deshacernos de ellas cuando queramos. Y aunque quiero una plataforma fácil de usar, también quiero redes sociales interesantes, experiencias distintas y aplicaciones innovadoras. Cuando por fin abandone Facebook será, al menos en parte, porque se ha convertido en una plataforma aburrida y abarrotada, que reúne los productos que ofrecían sus rivales después de comprarlos en vez de construir algo completamente nuevo. Si queremos crear un panorama tecnológico que tenga en cuenta comunidades diferentes y distintas experiencias de usuarios, no podemos seguir permitiendo que sean las grandes tecnológicas las que escriban la historia de las redes sociales.

Es posible que no todos estemos dispuestos a abandonar definitivamente las redes de Facebook, pero es importante que intentemos explicarnos a nosotros mismos qué tipo de plataformas —o qué tipo de protocolos— queremos apoyar. Podemos y debemos ser capaces de pedir a las plataformas algo más que la mera garantía de que van a respetar la privacidad y la facilidad de nuestros mensajes.

Nayana Prakash es investigadora doctoral en el Instituto de Internet de Oxford (Universidad de Oxford), especializada en las áreas de género y tecnología en la India.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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