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Ensayos de persuasión
Columna
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El ‘segundo violín’ del marxismo

Se ha cumplido el bicentenario del nacimiento de Engels, pionero del ecologismo actual

Joaquín Estefanía
Estatuas de Karl Marx y Friedrich Engels en un parque de Berlín, Alemania.
Estatuas de Karl Marx y Friedrich Engels en un parque de Berlín, Alemania.Sean Gallup (Getty Images)

En los últimos tiempos han aparecido varias biografías nuevas de Karl Marx. Es evidente que las últimas crisis económicas han incrementado el interés por su obra. Paradójicamente se ha dedicado mucha menos atención a quien se autodenominó segundo violín del marxismo, Friedrich Engels, a pesar de que en el año que ahora termina se ha cumplido el bicentenario de su nacimiento. Engels figura menos que antes con voz propia en los mapas de la historia y parece haber una relación inversa en la apreciación intelectual entre uno y otro: el valor de Engels cae en la misma medida que sube el de Marx. Es injusto.

¿Por qué? Su figura y obra merecen mucha atención. Mientras Marx centraba sus textos en la economía política y la crítica al capitalismo, Engels se extendía en distintos grados en temas como la naturaleza (fue pionero del ecologismo), el urbanismo, el feminismo, la tecnología, el darwinismo, etcétera, sin dejar de ser el albacea intelectual de Marx. Se decía de él que era el primer marxista. Es significativa su aproximación al pensamiento ecológico, cuando conectó la revolución industrial con la destrucción y el daño al medio ambiente. En algunos de sus textos señaló cómo la propiedad privada, el afán de lucro y la degradación de la naturaleza iban de la mano en muchas ocasiones. Escribió: “A cada paso se nos recuerda que de ninguna manera dominamos la naturaleza como un conquistador a un pueblo extranjero, como alguien que está fuera de la naturaleza, sino que nosotros, con carne, sangre y cerebro, pertenecemos a la naturaleza y existimos en ella, y que todo nuestro dominio sobre ella consiste en el hecho de que tenemos la ventaja sobre todas las demás criaturas de poder aprender sus leyes y aplicarlas correctamente”. También dice algo que le conecta directamente con la realidad de hoy día: los ciudadanos pueden trabajar en armonía con la naturaleza y como parte de ella, pero para controlar esta relación se requiere “una revolución completa del modo de producción hasta ahora existente y con él de todo nuestro orden social contemporáneo”. Premonitorio.

Engels mantuvo económicamente a la familia Marx, lo que permitió que éste escribiese su obra magna, El capital. Cuando Marx muere habiéndose publicado sólo el primer tomo de este libro, Engels se sumerge en la multitud de notas abigarradas que deja y logra la publicación del segundo y tercer tomos. En este sentido se puede considerar El capital un texto inacabado. Marx reconoció a su compañero el carácter de precursor cuando le escribe: “Como sabes, siempre llego tarde a todo e, invariablemente sigo tus pasos” (Engels antes de Marx, de Nicolás González Varela, El Viejo Topo). Y Engels le correspondió puntualizando la superioridad intelectual de Marx y su mayor originalidad en las ideas que exponía.

Durante toda su vida Engels vivió una contradicción que siempre le recordaron sus críticos: la de ser un rico empresario con una fábrica textil en Mánchester y, al mismo tiempo, un revolucionario debelador del capitalismo y representante orgánico de los trabajadores. Siendo consciente de la división de la sociedad en clases, escribió La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845), que ya incorporaba una fuerte acusación a la burguesía británica —a la que sin duda él pertenecía— por sus métodos de trabajo. En ese libro casi iniciático están muchos de los conceptos e ideas (alienación, división de clases, inestabilidad intrínseca del capitalismo…) que luego formaron parte del corpus central del marxismo. Sin embargo, él nunca reconoció esa contradicción entre su estilo de vida de auténtico gentleman (su biógrafo, el historiador Tristram Hunt, le calificó de “gentleman comunista”) y sus ideales igualitarios.

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Poco antes de morir, le dijo al economista alemán Werner Sombart que todo el pensamiento de Marx, más que una doctrina, era un método; que más que dogmas prefabricados ofrecía ayudas para proseguir las investigaciones y las normas para llevarlas a cabo. Conviene no olvidar a este personaje central en la historia de las ideas cuyo bicentenario, desgraciadamente, ha pasado bastante inadvertido.

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