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Columna
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Un sinsentido risible

Sospecho que hoy, más que nunca, la ansiedad, el estrés, el agobio y el miedo son los síntomas de la cordura

Pacientes con síntomas de covid-19 esperan a las puertas de un hospital en Arequipa, Perú.
Pacientes con síntomas de covid-19 esperan a las puertas de un hospital en Arequipa, Perú.Jorge Esquivel (EFE)
Verónica Klingenberger

Cuando la pandemia empezó a expandirse en el nuevo mundo, la humorista Tig Notaro lanzó un nuevo producto cómico llamado Ten a Tig en tu fiesta. Por solo 5 dólares, la maestra del humor impávido se convertía en tu invitada para presumir en cualquier patético evento que celebraras por Zoom: recibías un video en el que aparecía de pie, de la cintura para arriba, sin hacer ni decir nada. Notaro, quien además acaba de estrenar un podcast donde resuelve preguntas de sus oyentes, subrayaba con una sonrisa lo absurdo e irreal de estos tiempos. Algo similar plantea David Lynch con los breves reportes meteorológicos que sube a su canal de YouTube desde el 5 de mayo: “Hermoso día de cielo azul, con tenues nubes, el sol radiante está a punto de salir, ambiente muy quieto”. En tiempos de saturación noticiosa ver al enigmático cineasta de copete blanco resulta reconfortante y nos recuerda, al menos, con ironía y cierto horror, que algunas cosas siguen intactas.

Alguien podría objetar que la cosa no está para sonrisas, pero cuándo lo ha estado. En tiempos de covid mi país exhibe uno de los índices de mortalidad más altos del mundo y su deplorable sistema de salud se ha revelado como uno de los más deficientes de América Latina: escribo esto mientras leo que nuevamente se agotaron las camas libres en todas las unidades de cuidados intensivos de clínicas y hospitales del Perú. Con un 70% de peruanos ganándose la vida de manera informal, la cuarentena —una de las primeras en imponerse en América y de las últimas en levantarse, aún con restricciones, aún vigente en algunas regiones— no ha bastado. Pudo ser peor, dice el Gobierno a modo de consuelo, mientras enfrenta un descenso histórico del Producto Bruto Interno e índices de desempleo alarmantes: vamos todos en caída libre pero guardando la debida distancia.

“La vida no deja de ser graciosa cuando la gente muere, igual que no deja de ser seria cuando la gente ríe”, decía el muy irlandés George Bernard Shaw. El humor salva y orienta, sobre todo cuando nos esforzamos por sobrellevar el aislamiento, la enfermedad, la muerte y la crisis económica. Un nuevo estudio del Ministerio de Salud asegura que siete de cada diez peruanos sufre ansiedad, estrés, agobio y miedo. Sospecho que hoy, más que nunca, esos son los síntomas de la cordura. Vamos, ánimo. Rutinas de aeróbicos por las mañanas, copas entre amigos durante las noches, todo con una pantalla de por medio. Pero aún cuando las restricciones empiezan a menguar, qué difícil es para los paranoicos olvidarnos por un rato de las amenazantes gotículas. En Perú seguimos con toque de queda durante las noches, aunque esta semana empezaron a operar nuestros puntos de encuentro más queridos: los restaurantes. Que los más valientes los mantengan con vida.

El alivio cómico de esta tragedia en tiempo real está sobre todo en cientos de memes, videos y audios compartidos por WhatsApp. Reír es parte de nuestra respuesta inmune natural a las crisis y existe evidencia de que combate el estrés y mejora el estado de ánimo. (A propósito: en lo que va del año, he empezado a notar con preocupación la poca capacidad de reír que tiene la izquierda liberal en todas partes del mundo).

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Es probable que solo sea cuestión de tiempo para que nos convenzamos. Dentro de un año, como dice el meme, todos nos reiremos de esto. Bueno, no todos.

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