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Lo inventó Isabel II cuando aún no sabía hablar: la historia de Lilibet, el nombre de la hija de Enrique de Inglaterra y Meghan Markle

Es un diminutivo de Elizabeth, el nombre de la soberana, que utilizaba especialmente en su juventud y en el ámbito familiar y con el que la llamaba su marido, Felipe de Edimburgo

Isabel II, Enrique de Inglaterra y Meghan Markle, en una entrega de premios en el palacio de Buckingham en junio de 2018.
Isabel II, Enrique de Inglaterra y Meghan Markle, en una entrega de premios en el palacio de Buckingham en junio de 2018.John Stillwell (Cordon Press)
María Porcel

“Es con gran alegría que el príncipe Enrique y Meghan, duques de Sussex, dan la bienvenida al mundo a su hija, Lilibet Lili Diana Mountbatten-Windsor”. Con esas palabras se anunciaba el domingo por la tarde el nacimiento de la segunda hija de Enrique de Inglaterra y Meghan Markle, quinta nieta de Carlos de Inglaterra, 11ª bisnieta de Isabel II y octava en la línea de sucesión al trono británico. Más allá de los tres kilos y medio de peso de la pequeña o de que naciera en un hospital de Santa Bárbara (la ciudad californiana donde viven desde hace aproximadamente un año los duques), lo que más llamaba la atención era su nombre, sus nombres, de hecho. El segundo, Diana, era más esperado, pero resultaba más sorprendente el primero, Lilibet.

Lilibet es, en realidad, un diminutivo de Elizabeth, y es el nombre que se usa de forma cariñosa e íntima por parte de la familia real para dirigirse a la soberana británica, Isabel II. Este sobrenombre viene de la infancia de la entonces princesa, cuando ni siquiera era heredera al trono (que iba a pasar al hermano mayor de su padre al convertirse en Eduardo VIII). De pequeña, la niña no sabía pronunciar bien la palabra Elizabeth, por lo que empezó a llamarse a sí misma “Lilibet”, algo que en su entorno resultaba simpático. Por eso su abuelo, el rey Jorge V, empezó a llamarla así de forma cariñosa y, como ocurre en tantas familias, al final el apelativo se quedó. De hecho, durante su adolescencia y juventud, la entonces princesa solía rubricar sus cartas y documentos personales con el nombre Lilibet, no con el de Elizabeth. Ahora los firma como “Elizabeth R”, con la R de regina, reina en latín.

Ni sus hijos ni sus nietos se refieren a Isabel II como Lilibet, al igual que apenas lo hace su entorno, que en su mayoría interpela a la soberana con el oficial “Su Majestad” o el más eficiente “Madam”, señora. Quien llamaba así a la reina eran sus padres, Jorge VI y la reina madre, y su hermana, Margarita, una generación ya desaparecida. Y quien también lo hacía era su esposo, Felipe de Edimburgo, fallecido el pasado 9 de abril. Él era el último que se refería a ella directamente así, como Lilibet. De hecho, según algunos tabloides británicos, la tarjeta que acompañaba a las flores que la reina depositó sobre el ataúd de su marido en su entierro estaba firmado con ese “Lilibet”.

Sin embargo, hay algunos familiares cercanos, sobre todo pertenecientes a la aristocracia británica o a otras familias reales, que también se refieren en ocasiones muy puntuales a la monarca con ese apelativo. Tras la muerte del duque de Edimburgo, los reyes de España le mandaron a la reina un telegrama en el que se dirigían a ella como “querida tía Lilibet”. Sin embargo, las familias reales española y británica son parientes lejanos, y parece más una forma cariñosa de dirigirse a ella en un momento de dolor que una costumbre.

Que Enrique y Meghan Markle escojan este nombre puede verse como una ofrenda de paz a su rama británica, por su homenaje a la matriarca, pero también como una gran provocación hacia la familia y hacia ella misma. Porque llega después de una larga temporada de confesiones personales convertidas en ataques contra los Windsor. Una racha que empezó sobre todo con la entrevista de ambos con Oprah Winfrey en marzo, cuando contaron que se habían marchado del seno de la familia real británica “en gran parte por el racismo” que habían sentido contra Markle y contra su hijo mayor, Archie. Aunque ahí descargaron de culpa a la reina Isabel —de hecho Enrique aseguró que mantenía una relación fluida y cariñosa con su abuela—, la pareja lleva meses poniendo a la institución contra las cuerdas.

Además, también está el nombre de Diana, un claro homenaje a la madre de Enrique. No es la primera de los nietos de la difunta princesa que lleva ese nombre. Carlota de Cambridge, la hija mediana y única niña de Guillermo y Kate, lleva también por nombres Isabel y Diana. Aquel nacimiento, en 2015, se celebró con 41 salvas de cañón en Hyde Park y 62 desde la Torre de Londres. Algo que no ha ocurrido en el caso de la hija de los duques de Sussex, que no tiene el título de princesa. Como han dejado ver en su comunicado, los duques llamarán a su hija Lili, es decir, con un diminutivo del diminutivo. Lily (acabado en i griega) es un nombre muy habitual en los países anglosajones y significa lirio.

Hace dos años, con la llegada al mundo de Archie, la pareja también sorprendió. La elección del nombre del pequeño parecía un diminutivo de un clásico como Archibald, pero después se dijo que era un homenaje a un oficial del ejército que estuvo con Enrique en Afganistán. Un año después del nacimiento del pequeño, la pareja lanzó su fundación y ahí se entendió el nombre del niño. El proyecto se llama Archewell y, como contaron ellos mismos en abril de 2020, ese nombre llega del término griego arché: fuente de acción, principio del universo, fuerza motora. El mismo por el que se inspiraron para darle nombre a Archie Harrison Mountbatten-Windsor.

Antes de crear Archewell, los duques usaban en sus redes y en sus actos de filantropía el nombre de Sussex Royal, pero decidieron dejar de llamarse así para no utilizar el término royal al dejar de ser parte de la familia real. “Ya antes de Sussex Royal estaba la idea de arché”, reconocían ellos mismos sobre esa denominación. “Conectamos este concepto para la organización de caridad que ansiábamos construir un día, y se convirtió en la inspiración para el nombre de nuestro hijo”, explicaron hace algo más de un año.

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Sobre la firma

María Porcel
Es corresponsal en Los Ángeles (California), donde vive en y escribe sobre Hollywood y sus rutilantes estrellas. En Madrid ha coordinado la sección de Gente y Estilo de Vida. Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, lleva más de una década vinculada a Prisa, pasando por Cadena Ser, SModa y ElHuffPost.

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