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Ricky Martin, un ídolo sin fecha de caducidad que rompe barreras

El cantante, que acaba de ganar su quinto Grammy Latino, se ha significado mucho políticamente en los últimos meses y ha presumido de ser homosexual, latino y casado con un árabe en la era Trump

Ricky Martin, durante su actuación en los Grammy Latinos.
Ricky Martin, durante su actuación en los Grammy Latinos.ALEXANDER TAMARGO (AFP)
Xavi Sancho

Antes de todos estos artistas latinos que copan las listas de éxitos, las semanas de la moda y las portadas de las revistas. Antes de todos los grandes titulares que celebran la dominación mundial de la música latina, su edad de oro, su capacidad para trascender su propio universo y hacerse valer en territorios tan poco dados a celebrar el talento en idioma que no sea el propio como el anglosajón. Antes de todo esto estaba Ricky Martin (Puerto Rico, 1971). Con apenas 20 años fue noticia porque lanzaba su debut discográfico en solitario. A esa tierna edad ya había hecho tanto –formar parte del grupo infantil Menudo, aparecer en exitosas telenovelas– que necesitaba darle un giro a su carrera. Desde aquel lejano 1991, su carrera, su vida personal y su influencia en cualquier mundo que tenga contacto con él ha sido enorme. A sus 49 años acaba de ganar un nuevo Grammy Latino, el quinto,. Ricky Martin es el ídolo juvenil de mayor edad del planeta y el artista veterano más lozano de su generación.

“Me encanta cómo la Academia está premiando y adaptándose para celebrar a toda esa gente que se ha atrevido a empujar los límites de la música latina. Y eso para mí es arte hecho muy dignamente”, declaraba a la agencia Efe días antes de la entrega de estos Grammy Latinos, los primeros en asumir sin ambages los nuevos sonidos en el universo hispanohablante, dándole el reconocimiento que llevan años mereciendo el reguetón o el hip hop. Para cualquier artista familiar con más de tres décadas de carrera y hasta cinco discos recopilatorios en su haber, esto podría significar un problema, la certificación de su caducidad, pero por razones que escapan al análisis tradicional de los flujos de la música popular, Ricky Martin sigue sonando igual de actual hoy que cuando irrumpió en el panorama global y los gringos le utilizaban prácticamente como único referente latino, pues era el único que podían entender. Este año ha editado alguna de la mejor y más dinámica música que ha grabado nunca, colaborando con artistas como Residente, Bad Bunny o Carla Morrison. La escena latina actual no va a matar al padre, más que nada porque ese padre tiene aún tanta o más energía que los hijos.

En julio del año pasado, el perfil público de Ricky Martin pegó un sorprendente giro. Tras el escándalo protagonizado por Ricardo Roselló, gobernador de Puerto Rico, de quien se filtraron una serie de conversaciones en las que se expresaba de forma misógina y racista al referirse a miembros de la oposición, periodistas y diversas figuras públicas de la isla. El 22 tuvo lugar la llamada Marcha del Pueblo, en la que miles de boricuas se lanzaron a las calles para pedir su dimisión. Al frente de la marcha, Ricky Martin secundado por otros músicos puertorriqueños. “No solo eres un cínico, sino que también eres maquiavélico, lo único que has logrado es jugar con la salud mental de los habitantes de Puerto Rico”, respondía Martin al mensaje de disculpas que emitió el mandatario. No es de extrañar que un artista familiar se manifieste o haga activismo, incluso más allá de las causas más incuestionables que son las que por norma general abrazan quienes pueden ser entrevistados por los grandes periodistas globales –sí existe la Fundación Ricky Martin, ente filantrópico creado en 2010–, pero sí es poco común este grado de implicación e incluso de agresividad verbal. Este año, Martin ha seguido en esta línea, colocándose sorprendentemente cerca de la forma en que un músico como Residente gestiona su perfil público y político y alejándose un poco de aquel votante ideal de ciudadanos que encarnaba. “Temo por mi vida”, declaró refiriéndose a la administración Trump. Creía Martin que siendo homosexual, latino y casado con un árabe –el pintor sirio Jwan Yosef- podía ser visto por el trumpismo como una amenaza instalada en suelo norteamericano. “Yo crecí pensando que EE UU no era así, pero siempre ha sido así”, se terminaba de despachar.

Martin no se ha vuelto un radical de izquierdas ni un artista underground. No nos pasemos. El autor de La vida loca sigue regalando también titulares para la prensa rosa, desde hace más de una década enamorada de él y de su familia. Con el carnet de fidelización de los vientres de alquiler, Ricky tiene cuatro hijos, Matteo, Valentino, Lucía y Renn. La llegada de este último la anunció durante la cena anual de la organización Human Rights Campaign, que desde 1980 apoya la lucha LGTBQ+. Este año ha confesado que tiene óvulos congelados, por si tiene un nuevo un apretón y le da por ampliar su prole. “¿Qué le voy a hacer? Me gustan las familias grandes?”, declaraba feliz ante la llegada de Renn. Este hombre ha sabido como nadie navegar entre el perfil amable, el activismo suave y hasta el más o menos radical y una carrera musical que podía haberse dado por amortizada hace ya años, pero que se ha empecinado en mantener viva y actual. Ricky Martin es el padre de todo casi esto que hoy suena. Sus hijos no se parecen a él. Pero él sí se parece cada vez más a sus hijos.

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Xavi Sancho
Forma parte del equipo de El País Semanal. Antes fue redactor jefe de Icon. Cursó Ciencias de la Información en la Universitat Autónoma de Barcelona.

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