_
_
_
_
_

Eva Longoria, el poder de una latina en Hollywood

La actriz, que pasa la pandemia en México, prepara dos películas como directora y trabaja en un proyecto solidario con José Andrés: "Nadie está hablando de la comunidad latina y no podemos esperar"

Eva Longoria, en el festival de Sundance celebrado en Park City (Utah) en enero de 2020.
Eva Longoria, en el festival de Sundance celebrado en Park City (Utah) en enero de 2020.Matt Winkelmeyer (Getty Images)
María Porcel

El expresivo y largo “¡Holaaaa!” de Eva Longoria se intuye sonriente detrás del teléfono. La actriz contesta a la llamada de EL PAÍS con ganas de hablar en castellano y pasa unos minutos desvelando anécdotas en este idioma, pese a que los miembros de su equipo —en silencio pero muy presentes— se sientan incómodos, en blanco ante el desconocimiento de la lengua. “¡Claro que hablo español!”, dice la actriz texana (Corpus Christi, 45 años) con un tono divertido, de falso enfado por poner en duda sus capacidades. “Porque estoy casada con un mexicano”, explica, entre risas. Inmediatamente después, ya más preocupada, pregunta: “¿Cómo va todo por ahí? ¿Cómo está todo?”, en referencia a España.

La pasión de Longoria impregna sus palabras, todo lo que toca. Se preocupa por España porque ama este país. “Ay, España, my second home”, mi segundo hogar, suspira. “Estoy en México y aquí está horrible”, relata, sin ser más específica, explicando que vive fuera de la capital y que en su pueblo, por suerte, “solo hay un caso”. “¡Pero no es mejor que en Marbella!”, se lamenta, todo seguido. “Normalmente estoy en Marbella este tiempo. Julio y agosto ¡y este verano no puedo!”.

Cuenta con su acento texano la hoy directora y productora, que saltó a la fama con su papel de Gabrielle Solís en la serie Mujeres Desesperadas, que sus bisabuelos eran de Asturias. “De Llongoria, con dos eles; yo fui de visita hace como cinco años, en 2015. Fuimos a un viaje por La Rioja, Oviedo, San Sebastián... todo el norte. Fui con mi mejor amiga, María Bravo, la madrina de mi hijo”, saca a colación en la charla, en la que no había preguntas personales. “Nunca había ido al norte, se sorprendió mucho. La comida, la gente... increíble, todo increíble. Me encanta el sur, siempre estoy en el sur, pero ahora quiero regresar con [el chef] José Andrés, quiere venir conmigo”, comenta, dejando la puerta abierta a la sugerencia de grabar algo “sí, quizá para Food Network”, una cadena estadounidense sobre gastronomía.

Longoria demuestra que tiene mil planes, infinitas energías. No ha pasado la pandemia aburrida, ni mucho menos. Ella y su esposo, el ejecutivo de Televisa Pepe Bastón, se marcharon de Los Ángeles hace más de cuatro meses. “Y nos vamos a quedar aquí. Santi adora México”, afirma sobre su hijo de dos años. La pandemia la ha hecho reflexionar. “Creo y espero que cambie el modo en el que interactuamos como comunidad global. Vivimos interconectados y nada lo demuestra más que una pandemia, saltando de país en país”.

Hiperactiva en redes sociales (publica en Instagram a diario para sus ocho millones de seguidores), verdadera y espontánea, confinada también ha demostrado su vitalidad. Lo mismo aparece haciendo ejercicio que completamente arreglada que sin gota de maquillaje. En un arranque de naturalidad —y en su faceta de embajadora de L’Oréal París, que ostenta desde hace 15 años—, mostró cómo se cubría las canas con un espray. “Fue divertidísimo. Hice ese vídeo y tuvo más visitas que un anuncio normal. Mujeres hablando de teñirse, ¡era lo más normal del mundo! Así que quería compartirlo. No me imaginé que sería tan viral”, dice. El gigante cosmético le ofreció, entonces, dirigir un anuncio para televisión grabado con su propio teléfono en el que se teñía el pelo ella sola y lo enseñaba. Le encantó la idea. “Tengo canas desde los 18 años. Siempre me he teñido en casa, ¡siempre! Así que lo hice todo sola... bueno, cuando me duché mi marido me sujetó el móvil”, ríe.

La faceta de dirección comercial demuestra el abismal giro de la carrera de Longoria. Y lo que está por llegar. “Sí, me estoy centrando en dirigir. Ahora mismo estamos reescribiendo dos películas. Una es una comedia de los estudios Universal protagonizada por Kerry Washington, sobre una mujer en el trabajo, muy divertida”, relata. El segundo proyecto todavía la entusiasma más. “Es sobre el creador de los aperitivos Flaming Hot Cheetos, los más vendidos del mundo, que fueron inventados por un mexicano”, en concreto, por Richard Montáñez, hijo de inmigrantes de ese país en California. “Me encanta contar historias verdaderas, auténticas, de gente que hace cosas increíbles. No tenemos suficientes historias de la comunidad latina ni quién las cuente, y son tan necesarias. La industria necesita saber que existen estas comunidades”.

Para ella, la cuestión de ser una mujer latina en Hollywood, en una posición de poder, no es menor. “Las cosas van en la dirección correcta. Las mujeres todavía están infrarrepresentadas, frente las cámaras y detrás de ellas. Hay mucho que hacer, que cambiar. Pero los estudios le van prestando atención porque el mercado cambia, con las plataformas de streaming tenemos opciones, capacidad de innovar en las formas de contarlo. La gente ha cambiado su forma de consumir”.

Pero más allá de las cámaras está la vida real y en esa se implica todavía con más pasión. Por eso desvela que acaba de lanzar, esta misma semana, un proyecto que busca eso mismo: bajar a la tierra tanto buenismo, tantas promesas que a menudo se quedan en palabrería. Tras la muerte del afroamericano George Floyd a manos de un policía blanco en Minneapolis se ha sentido implicada con el movimiento Black Lives Matter. “Para los latinos, es momento de que la comunidad reflexione y reconozca que esta discriminación afecta a todas las personas de color”, alega con seriedad. “Es la hora de ayudar en el movimiento por los derechos civiles y por eso hemos creado Momento Latino” explica.

A través de esta flamante plataforma actuará —junto a políticos y personajes de origen latino de la talla de José Andrés o Gloria Estefan— para acabar contra la inequidad que afecta a su comunidad, agravada por la pandemia. “Ha exagerado las diferencias. Nadie está hablando de nuestra comunidad y no podemos esperar, tenemos que actuar por nosotros mismos”, argumenta Longoria. Por eso, van a proporcionar “información, ayuda y acceso a la población para obtener educación, seguros de salud, préstamos para negocios, consultoría gubernamental...”. Lo hace sin delirios de grandeza: “Todo el mundo puede ser activo en su comunidad: todos podemos hacer algo”. No,“no hay que ser rico ni famoso para cambiar cosas, claro que no”, se despide, con un sonoro y carcajeante “¡Adiós, gracias, adióooos!”. En español, claro.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

María Porcel
Es corresponsal en Los Ángeles (California), donde vive en y escribe sobre Hollywood y sus rutilantes estrellas. En Madrid ha coordinado la sección de Gente y Estilo de Vida. Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, lleva más de una década vinculada a Prisa, pasando por Cadena Ser, SModa y ElHuffPost.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_