DO Rías Baixas
Vinos de remarcado carácter atlántico

La Denominación de Origen Rías Baixas es mucho más que Albariño. Hay otros vinos blancos, tintos y hasta espumosos. Frescos, ligeros y afrutados, se producen artesanalmente en pequeñas y medianas bodegas. Armonizan a la perfección con la gastronomía nacional e internacional: la japonesa ha sido la última en rendirse a sus encantos

Las Rías Baixas son un territorio fértil para el cultivo de la vid. De orografía irregular, suelos graníticos y arenosos y expuesta a la climatología atlántica, esta pequeña región gallega perpetúa la tradición vitivinícola milenaria iniciada en el siglo V. Según cuenta la leyenda, fueron los monjes del monasterio cisterciense de Armenteira (Meis, Pontevedra) quienes, allá por el siglo XII, impulsaron la cosecha de uvas.

Sea como fuere, los modos y haceres se fueron transmitiendo de generación en generación. En 1980 se creó la Denominación de Origen Rías Baixas. Y en 1988 se constituyó su Consejo Regulador, para aunar y dar relevancia a la riqueza varietal de la zona. La Denominación de Origen Rías Baixas se extiende por la provincia de Pontevedra y abarca una reducida área de la de A Coruña. Se divide en cinco subzonas: Val do Salnés, O Rosal, Ribeira do Ulla, Condado do Tea y Soutomaior.

14 variedades autóctonas, además de Albariño

La uva Albariño vertebra la DO Rías Baixas. Los cultivos superan las 4.000 hectáreas (en 1975 eran tan solo 200) y representan casi el 97% de la producción total de uva. En absoluta simbiosis con el terreno y su distintiva meteorología, la uva posee una gran capacidad de producción de azúcares, superando el volumen del alcohol del 12%. Su riqueza en ácidos, sus componentes aromáticos y sápidos hacen que estos vinos sean fácilmente identificables.

Junto con la Albariño conviven otras 14 variedades, 6 uvas blancas y 8 tintas.

Blancos frutales y fragantes

La uva loureira blanca o marqués es muy apreciada por su abundancia en aromas y sabores originales, que recuerdan al laurel. Es ideal para elaborar vinos plurivarietales de gran originalidad, como los de la subzona de O Rosal. Por su parte, la uva treixadura, que tiene su hábitat natural en la subzona de O Condado do Tea, aporta frescura a los vinos y ligeros toques a manzana verde.

Extremadamente delicada, la uva caíño blanco tiene gran capacidad para adquirir las características del terroir y genera caldos estructurados y con cuerpo. La variedad de uva torrontés produce vinos aromáticos y muy peculiares, es una excelente candidata para elaborar vinos monovarietales. La uva godello, en cambio, se emplea en plurivarietales de Rías Baixas, para dar lugar a vinos perfumados y duraderos, propensos al envejecimiento en barrica.

Tintos ligeros y espumosos sorprendentes

Aunque las variedades tintas tienen una presencia menor en la Denominación de Origen Rías Baixas, la diversificación de la producción y la creciente demanda están provocando un cambio de tendencia. Los vinos, temperamentales, frescos, afrutados y fragantes, se elaboran con las ocho variedades dentro del Pliego de Condiciones del Consejo Regulador: caíño tinto (con la producción más abundante), castañal, espadeiro, loureira tinta, sousón, mencía, brancellao y pedral.

El último en incorporarse a la familia DO es el espumoso. Elaborado con cualquiera de las variedades blancas o tintas producidas en las subzonas, se formula siguiendo el método tradicional Champenoise.

A la conquista de paladares de medio mundo

Los Rías Baixas son vinos muy versátiles. Pueden tomarse solos o acompañados, pero sin olvidar que los blancos han de servirse a una temperatura de entre 10º y 12º C. Son la pareja perfecta para pescados y mariscos propios de las tierras gallegas, y relucen especialmente con conservas, frituras y pinchos variados.

La cocina internacional también se ha revelado como pareja de baile de los Rías Baixas. Los platos mexicanos, peruanos y tailandeses adquieren matices palatinos diferentes. La gastronomía japonesa, tan de moda, ha sido la última en sucumbir a los encantos de los vinos gallegos. Los blancos armonizan especialmente con un buen sushi. La acidez de los vinos refresca el paladar, para contrastar y resaltar el sabor del pescado.

Producción artesana

La viticultura DO Rías Baixas aúna la tradición con las técnicas más vanguardistas. El sistema de producción de uva es minifundista, una característica que da a estos vinos un singular carácter, tanto en esencia como en existencia. La producción ocupa aproximadamente 4.200 hectáreas repartidas en más de 22.000 parcelas y reúne a más de 5.000 viticultores y casi 200 bodegas.

Aunque comienza en septiembre, la vendimia no se rige por una fecha exacta. Aquí mandan las uvas, y dependiendo de las subzonas e incluso de los terrenos de una misma bodega, los tiempos son distintos. Las de Condado do Tea y O Rosal tienden a ser las más madrugadoras, mientras que la Ribeira do Ulla acostumbra a cerrar la temporada.

De la vid a la copa

El cómo es la característica común a toda la vendimia de Rías Baixas. La recogida de la uva se realiza de forma manual, en lo que es un procedimiento laborioso, costoso pero fundamental para el trazado de los frutos. Esta es una diferencia principal con otras denominaciones de origen.

Armados con tijeras de podar y unas barquillas (también hay cajas cerradas), los trabajadores se desplazan a las viñas. Las uvas, una vez llegan a la bodega, pasan por el proceso del despalillado, separándolas del raspón para evitar las sustancias astringentes y eliminar los sabores herbáceos no deseados en el vino. El estrujado de la uva, es el paso siguiente, previo a la maceración (opcional) y el desfangado. Después solo queda la fase de fermentación, para transformar el mosto en vino de manera natural, que se extiende habitualmente durante dos o tres semanas.

Los enólogos determinan el momento del embotellado. Cada bodega tiene sus propias cadenas, añadiendo a la botella la tirilla numerada por la Denominación de Origen para acreditar su procedencia. Solo queda servirlo en copa. ¡Salud!