La actualidad literaria en América, con Emiliano Monge
 
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Martes, 10 de mayo de 2022

Lo mejor es empezar

Emiliano Monge

Lo mejor es empezar

Una imagen de 'La llorona' (2019)

Querido lector, mi nombre es Emiliano Monge, soy escritor y colaborador de la sección de opinión de EL PAÍS. Tras varios años escribiendo sobre política y cultura, hace unas semanas se concretó la idea de este espacio, dedicado a los libros que se están escribiendo y editando en Latinoamérica.

Letras americanas, así es como ha sido bautizado este punto de encuentro, en el que trataré de recorrer, junto con ustedes, la mayor cantidad posible de territorios espaciales y temporales de nuestras literaturas y tradiciones literarias, sin olvidar que los libros nos interpelan y nos cambian desde la razón, pero también desde las emociones.

Siempre con el pretexto de alguna novedad, aunque también a consecuencia de alguna recuperación, premio o reconocimiento, festival, polémica o descubrimiento, este espacio buscará convertirse en una brújula para quienes deseen moverse por el enorme mapa de las letras americanas.

Vamos a darle

Hace unos días terminé A veces despierto temblando, la novela con la que la escritora hidalguense Ximena Santaolalla ganó el último Premio Achar a Primera Novela y con la que se inserta, de golpe, en esa tradición tan latinoamericana que es la de la literatura de la violencia política.

Dictaduras y democracias aparentes, torturadores y torturados, sótanos oscuros y desaparecidos, partos secretos y bebés robados: desde Operación masacre, de Walsh, hasta Nocturno de Chile o Amuleto, de Bolaño, desde Roza tumba quema de Claudia Hernández hasta Humo, de Gabriela Alemán, la literatura de la violencia política, ya sea desde la ficción o la no ficción, dialoga con uno de los conflictos que nos marca como región y ha dejado libros dolorosos e incómodos.

Como toda tradición, por supuesto, la de nuestra literatura de la violencia política es un subconjunto de un conjunto más grande, el de la literatura de la violencia. Un subconjunto compuesto, además, de otros subconjuntos más pequeños, que a veces pueden ser un libro —la obra del poeta Zurita, por ejemplo, ocupa su propio círculo, igual que la de la narradora Libertad Demitrópolous— y otras veces estar compuestos por la obra de varios autores: el boom, esa generación que algunos siguen mirando como cúspide en vez de como período— dejó varias novelas sobre dictadores, todas las cuales caben en un mismo círculo.

A veces despierto temblando, en este sentido, comparte círculo con novelas de Horacio Castellanos Moya, así como con El material humano, de Rodrigo Rey Rosas y La casa del dolor ajeno, de Julián Herbert, es decir, se inserta en el círculo que podría llamarse “de genocidios”, que utiliza registros documentales y que cristalizó a partir de la obra de Rosario Castellanos, aunque antes, en el siglo XIX, se hubiera escrito sobre los tratos inhumanos que se reservaban a las poblaciones originarias, de esclavos traídos de África o de migrantes asiáticos. Y es que la novela de Santaolalla aborda la dictadura de Ríos Montt en Guatemala, la aniquilación de más de cien mil indígenas en el Petén y la formación de los kaibiles, soldados entrenados en Estados Unidos para deshumanizar a sus víctimas, a la vez que se deshumanizaban a sí mismos durante la tortura y el asesinato.

Cruzar fronteras

La novela de Santaolalla, sin embargo, no se queda en Guatemala: a través de dos de los kaibiles que la protagonizan, se adentra en el México de la corrupción militar, del tráfico de personas y del asesinato sistémico de migrantes centroamericanos. Es por esto que A veces despierto temblando también comparte subconjunto con Los migrantes que no importan, de Óscar Martínez, Antígona González, de Sara Uribe, Señales que precederán el fin del mundo, de Yuri herrera y El libro centroamericano de los muertos, de Balam Rodrigo.

Un tema, sin embargo, no alcanza para pertenecer a los conjuntos y subconjuntos de una tradición, menos en una región tan basta y rica como la de nuestras letras: es necesario ser tan consciente de la forma como del fondo. Por eso, mientras leía el libro de Santaolalla, pensé y me atrevo también a afirmar que encaja en los subconjuntos mencionados: A veces despierto temblando —cuyo título no llama a engaño: tras leerlo, desperté asediado por imágenes brutales— es una gesta de recursos técnicos y de trabajo con el lenguaje.

Y no me refiero sólo a que utilice, como la mayoría de los autores que he mencionado acá, fuentes periodísticas o que se atreva a poner en tensión las fronteras entre ficción y no ficción, me refiero, sobre todo, a que inventa un lenguaje propio (uno para cada uno de sus narradores, además).

Y me refiero, también, a que, al tiempo que rompe una y otra vez los tiempos narrativos, Santaolalla construye una arquitectura única, una arquitectura que deja amplios corredores y larguísimos pasillos para que el lector los llene con su presencia.

Lo mejor es empezar

Coordenadas

A veces despierto temblando fue publicado por Literatura Random House. La obra de Horacio Castellanos Moya fue publicada, originalmente, por Tusquets, aunque está siendo reeditada por Literatura Random House. El caso de El material humano es similar: publicado originalmente por Anagrama, hoy se encuentra en Alfaguara. La casa del dolor ajeno lo publicó Literatura Random House. Roza tumba quema se encuentra en ediciones de Sexto Piso y de Laurel, mientras que Antígona González cuenta con diversas ediciones, así como Los migrantes que no importan. El libro centroamericano de los muertos fue publicado por el Fondo de Cultura Económica y Señales que precederán el fin del mundo por Periférica.

Quien quiera saber más o aproximarse desde otro lugar a la dictadura de Ríos Montt puede buscar la película La llorona, así como los documentales que conforman la Saga de la resistencia. También pueden escuchar el podcast La advertencia.

Queda despedirme y recordarles que dentro de dos semanas regresa Letras americanas, newsletter que puedes recibir en tu correo, si te suscribes “aquí”.

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