Unos mueren de hambre y otros de diabetes
Por Carmen Morán Breña
América Latina es el ejemplo más descarnado de esa paradoja alimentaria mundial que revela que los países de mayor producción de materia prima son aquellos donde comer es más caro. México es también muestra de ello, un país rico en productos agrícolas donde millones de personas pasan hambre. Suele pasar que a un sector primario extendido le sigan altas cotas de inflación y pobreza. Los agricultores son el eslabón más débil de la cadena, el que menos recibe cuando los demás no dejan de enriquecerse y eso que la agricultura ya no es lo que era, casi puede llamársele industria en muchos casos.
Sabíamos de la paradoja provocada, nada es casual en este mundo, pero estos días, su periódico, lector, le contaba cómo las grandes empresas de consumo están teniendo ganancias récord (que casi siempre son desmedidas) con el sencillo procedimiento de subir los precios por encima de su margen habitual de ganancias. Por esa razón, empresas como Arca Continental, embotelladora de refrescos como la coca cola y otros de mil colores y más azúcar, registró un alza del 10% en sus ingresos, o sea 50.684 millones de pesos. Parecidos incrementos o mucho más altos, reportaron marcas que al consumidor le serán de sobra conocidas, como Bimbo, Starbucks y Burger King así como las cadenas Walt-Mart o La Comer.
Estas multinacionales han utilizado una estrategia que tiene menos que ver con la economía real que con la percepción ciudadana de lo que vale llenar la cesta de la compra. Dicho llanamente, suben los precios muy por encima de lo que cuesta producir, pero el consumidor no se da cuenta, el consumidor solo sabe que la inflación está alta, como le cuentan el Gobierno y los medios de comunicación, y da por bueno el aumento obsceno del supermercado sin sacar la calculadora. Y ahí tenemos a Bimbo, calificando el año 2022 como "excepcional, con un desempeño financiero histórico”. Sus ganancias se han elevado un 195%, ya quisieran los que siembran trigo decir lo mismo. Las ventas de esta enorme multinacional mexicana han subido en su país un 19%, más que en ningún otro de sus mercados, es decir, 99.565 millones de pesos, "principalmente por la mezcla favorable de precios”. Y tan favorable.
A todo esto hay que añadir que ya en pandemia, los productos del supermercado siguieron subiendo, entonces porque había que pagar los insumos de producción más caros, después porque la guerra de Ucrania encarecía todo, y luego será por otras cosas, las empresas no pierden, mientras un país como México sigue pasando hambre en cifras millonarias. Pero el consumidor desconoce su poder, que es infinito. No se organiza, no boicotea, no protesta, no se queja, no deja de consumir. Permanece adormecido ante los falsarios reclamos publicitarios que le venden salud y nutrición donde solo hay calorías vanas, diabetes e hipertensión.
El Gobierno mexicano sí se ha quejado repetidas veces de este asunto. Pero es difícil torcer el brazo a las grandes multinacionales, que no se cansan de poner amparos en los tribunales cuando apenas las autoridades, preocupadas por la salud de la población -y los enormes costes que eso ocasiona en sus sistemas sanitarios- tratan de embridar al monstruo de las galletas (y tantos otros Cocos). La secretaría de Salud articuló en este sexenio un método de etiquetas negras con las que alerta al consumidor del exceso de azúcares, sal, grasas y calorías varias en los productos procesados. Pues todavía siguen llegando amparos en los tribunales para eludir esa norma, aunque, según dijo el subsecretario del ramo, Hugo López-Gatell, el Gobierno va ganando esa partida. En Oaxaca se prohibió la venta de refrescos y otras chatarras a los menores de edad, habida cuenta del alto índice de diabetes, obesidad y otros padecimientos que vendrán entre sus niños y jóvenes y siempre, para que engañarnos, entre la población más desfavorecida en todos los sentidos. Pues también en Oaxaca hay amparos de la alta industria alimentaria, que no se cansa de ganar millones a costa de lo que sea.
El vecino del norte, Estados Unidos, es otro ejemplo de ello. Millones de pobres a quienes les dijeron que no pasarían hambre, pero no que perderían su salud. Y ahí están los hot dog y las hamburguesas, los refrescos y las donas, a precios irrisorios con lo que taponar las arterias cuando uno solo creía estar comiendo. México sigue la misma senda, que es mortal, pero el TMEC no se queja de eso, del infame trasiego de mercancías altamente adictivas por azucaradas, con el que los mexicanos más pobres y peor formados pudren su dieta cada día en un país, que muy al contrario del estadounidense, puede presumir de una excelente tradición gastronómica. Y vengan sopas Maruchan, que aportan menos nutrientes que besar a un pollo, como bien dijo la Procuraduría Federal de Consumo, y refrescos y toda clase de chucherías en bolsa a dos metros de cualquier consumidor.
Triste pena que los que viven en las zonas agrícolas más ricas estén sufriendo una inflación con la que las empresas alimentarias se relamen.
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