Llevamos nueve días ya y seguiremos mucho tiempo conmocionados por la tragedia de Valencia. Como si fuese una de las plagas del Éxodo, ríos de agua y lodo han causado ríos de dolor y llanto, mientras el peor populismo intenta aprovechar la desdicha de decenas de miles de personas para atacar con ríos de bulos a la misma democracia.
Llevamos nueve días ya y parece que no quedan palabras para narrar tanto negro infortunio, tras ríos de tinta a los que seguirán pantanos de tinta hasta que los afectados logren que sus vidas regresen a una normalidad que nunca será igual. Y más ríos de tinta cuando llegué la hora —llegará— de hablar a fondo de responsabilidades y culpas.
Llevamos nueve días ya. Quizá alguna de las opiniones que hemos ido publicando desde que los cielos se rajaron puedan servir de anclas en medio de la corriente.
— “Los negacionistas del cambio climático tienen apellido político. Y no descansan ni tienen límites. Mientras el cielo se derrumbaba, los agitadores ultras llenaron las redes de bulos con la única intención de rentabilizar el desastre y de paso encontrar una coartada para sus líderes”. (Daniel Bernabé, La dana como problema ideológico, 30 de octubre).
— “No es este el momento (…) de exigir responsabilidades, pero sí de analizar cómo puede tener consecuencias tan escalofriantes en vidas humanas un fenómeno anunciado y en una comunidad que acarrea una trágica historia de inundaciones. Y sí se puede subrayar la necesidad de atender con rigor y seriedad las alertas de la Agencia Estatal de Meteorología”. (Editorial España, de luto por la dana, 31 de octubre).
— "¿Qué hace (…) Feijóo, en el centro del escenario de la tragedia y sin mando alguno en nada? ¿Qué hace estorbando sin pudor? ¿Ese es el lugar y este es el momento para arremeter como cualquier otro día contra el Gobierno central y para empezar a atribuir responsabilidades que otros no están exigiendo por respeto?". (Jordi Gracia, Señor Feijóo, deje trabajar a quienes tienen responsabilidad ejecutiva en esta catástrofe y deje de hacer política partidista con la tragedia, 31 de octubre).
— "Lo único que está en cuestión en estos momentos es si la Generalitat valenciana tardó demasiadas horas en advertir del riesgo para la población después de que la (…) Aemet lanzara una alerta roja, el martes a primera hora de la mañana”. (Editorial El uso político del horror, 1 de noviembre).
— “La empatía se ha convertido en una forma de disfrazar el miedo y de pensar que podría pasarme a mí, cuando la empatía debería ser una forma de entender y de sentir que (…) los intereses de los otros son (…) también los nuestros”. (Nuria Labari, DANA: depresión aislada en niveles altos, 2 de noviembre).
— “Junto a la desesperación se multiplican las críticas ciudadanas y las preguntas sobre la cantidad de recursos disponibles para hacer frente al drama. En medio aún de una tragedia de esta magnitud, es increíble que haga falta recordar el reparto de competencias del ordenamiento español”. (Editorial Unidad sin claridad, 2 de noviembre).
— “Desconfíen de quien les diga que no hay que politizar lo sucedido en Valencia. Hay que hacerlo, aunque solo sea para evitar que nos vendan la moto de la mala suerte y no reaccionemos ante una injusticia evidente. Hay quien quiere tapar el hecho de que hay elecciones deliberadas y decisiones institucionales detrás del espanto de las vidas perdidas y los hogares anegados”. (Máriam Martínez-Bascuñán, Valencia y el discurso sobre la libertad, 3 de noviembre).
— “De pronto una colosal inundación arrasa con todo y no hay más que hablar, solo de la vida y la muerte. En medio del caos, del dolor, te preguntas de qué hablábamos el día antes, qué era la normalidad, cuáles eran las urgencias. (…) Nadie avisó, decimos tras la tragedia. Es verdad, habrá que verlo, si hay negligencia y responsabilidades. (…) Nadie avisó, pero ¿sabíamos que algo así podía pasar? Claro que lo sabemos, y hace mucho tiempo. Y sabemos otra cosa: solo nos creeremos el cambio climático con terribles catástrofes que nos pasen a nosotros mismos, no a otros, no en otro lugar del mundo, ni siquiera cerca”. (Íñigo Domínguez, Nadie avisó, pero lo sabíamos, 3 de noviembre).
— “Los ciudadanos enarbolamos la indignación justo cuando empezamos a atisbar que las razonadas causas de la misma empiezan a enderezarse, y justo cuando se nos tercia encontrar finalmente a una autoridad que con su presencia nos pregunta. Como recuerdo a todos los gobernantes de que en situaciones de emergencia tan o más importante que el qué es el cómo. Por ejemplo, la velocidad en afrontar los reveses”. (Xavier Vidal-Folch, El Estado es su jefe abrazando a las víctimas, 3 de noviembre).
— “Caben pocas dudas de que la gestión política de esta desgracia ha sido calamitosa. Activar la balanza de precisión para determinar qué siglas se han comportado de forma más negligente añade poco o nada a un debate que debe ser mucho más radical. Nuestro país lleva años evidenciando un agotamiento por parte de la clase política y esta nueva crisis de representación (…) se ha vuelto insoportable”. (Diego S. Garrocho, Comprender la indignación, 4 de noviembre).
— “Valencia demuestra que somos todavía una gran sociedad civil. Si no aprovechamos esta crisis para aprender a afrontar juntos los retos que nos esperan, el futuro será desolador”. (Marta Peirano, Qué hacemos con el sufrimiento, 4 de noviembre).
— “Respetemos el derecho a indignarse en quienes tienen motivos sobrados para ello. Pero los demás pongamos nuestra acción en cómo hacernos eco de ella para sanarla y no agravarla. Pensemos colectivamente en lo sucedido, porque es una advertencia”. (José María Lassalle, Pedirnos perdón y limpiar el barro, 5 de noviembre).
— “El presidente valenciano inicia un camino autoexculpatorio que los hechos conocidos hasta el momento contradicen y rompe unilateralmente el consenso público con el Gobierno de España que él mismo había alabado insistentemente hasta hoy”. (Editorial. Una semana de tragedia, 5 de noviembre).
— “Es de esperar que las ayudas se puedan tramitar a la mayor velocidad, pero también con la mayor transparencia para que los damnificados empiecen a ver alguna luz al final de un túnel que en la primera semana ha sido demasiado confuso y descoordinado. La amplia extensión de territorio e infraestructuras destrozadas (…) y el número de afectados (…) explican parte del caos en la respuesta, pero no lo explican todo”. (Editorial Plan millonario para un drama, 6 de noviembre).
— “Hay demasiada gente que debe mantenerse a pie firme para enterrar a los muertos y atender a los vivos, pero los que no podemos aportar nada útil estaríamos mejor en el cine, viendo una película divertida o emocionante que nos disuelva las culebras, el rencor, la bilis negra y la soberbia”. (Sergio del Molino, El civismo exige discreción, 6 de noviembre).
Y, enfangados aún en la tragedia, ayer nos despertamos con el drama que todos los demócratas temíamos para el 5 de noviembre: el regreso de Trump, un Trump peor, a la Casa Blanca. Cientos —miles— de análisis de las causas y consecuencias de su victoria se sucederán. Aquí les dejo nuestras primeras opiniones:
|