La directora de El País analiza la actualidad de la semana
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Bajo la conmoción de la tragedia
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Querido lector, querida lectora:
Hoy te escribo bajo la conmoción que tenemos en España por la tragedia vivida en la Comunidad Valenciana tras la peor gota fría en lo que llevamos de siglo. Le ha costado la vida a más de 200 personas, muchas otras siguen desaparecidas, miles han perdido sus casas y negocios, y todos han visto en riesgo su forma de vida. La tarde del martes empezamos a alarmarnos en la redacción ante las imágenes que veíamos en las redes sociales y las primeras denuncias de desaparecidos o de personas con las que no se podía contactar, no se sabía con exactitud. El periódico del día siguiente ya estaba diseñado y el trabajo repartido, pero lo dejamos en suspenso para darnos un tiempo y tratar de averiguar la envergadura de lo que nos llegaba. Nuestra redacción en Valencia estaba activada. Había poca información y mucho testimonio en redes sociales: agua que crecía en distintos puntos de la provincia y gente atrapada. Pasadas las ocho de la tarde aproximadamente, el Gobierno valenciano activó la alerta a toda la población. En Valencia se hablaba de una persona desaparecida; en Albacete, en la comunidad vecina de Castilla-La Mancha, había seis sin localizar. Y seguía lloviendo en una zona donde la Agencia Estatal de Meteorología llevaba días advirtiendo de que llegaba un fenómeno de alto impacto y que la misma mañana del martes había calificado de alerta roja, la máxima. Tomamos varias decisiones como se toman en esas circunstancias, confiando en que fuera un exceso de celo profesional y en que no acabara siendo una tragedia de las dimensiones que finalmente ha sido. Cambiamos el periódico de papel, era lo más urgente porque el primer cierre es temprano, abrimos un directo en el periódico digital y organizamos la cobertura sobre el terreno con los compañeros de la Comunidad Valenciana más otros desplazados desde Madrid –luego se incorporaron también desde Barcelona–, conscientes, no obstante, de que era extremadamente difícil moverse. Sobre las diez y media de la noche era evidente que estábamos ante una catástrofe, aunque sin poder calibrar en absoluto su dimensión. La madrugaba fue confirmando lo peor y las siguientes horas le fueron poniendo cifras terribles: 51 fallecidos, 64, 90…
A primera hora del miércoles tocaba ya asumir la realidad y nos organizamos creando un equipo de coordinación de toda la información y sus múltiples derivadas. Conforme avanzaban las horas las historias del desastre fueron poblando el espacio del periódico: el despliegue de militares, fuerzas de seguridad, bomberos, servicios de protección civil; las historias que acabaron mal, como la muerte de Lourdes y su bebé arrastrados por el agua o el hallazgo de los cadáveres de ocho vecinos de La Torre en un garaje; las que acabaron bien, como el rescate de una mujer y sus mascotas tras quedar su casa inundada; el balance económico; y la gran pregunta: ¿funcionó la prevención?
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En la reunión matinal del miércoles yo había dicho enfáticamente que estábamos ante una tragedia viva todavía, con una cifra no cerrada de fallecidos y que nos enfocáramos en el seguimiento de los rescates, los fallecidos, los desaparecidos, la información útil y las historias de las personas afectadas en general. Que ya habría tiempo para hablar de responsabilidades y que huyéramos de quienes tuvieran la tentación de usar esta catástrofe como combustible partidista en cualquier dirección. Tuve que corregirme solo unos minutos después porque no se puede huir del líder de la oposición en España: Alberto Núñez Feijóo realizaba una increíble intervención pública en la que utilizaba la catástrofe para cargar contra el Gobierno por cuestiones colaterales. Cuando aún no se ha recuperado el cuerpo de todos los fallecidos en una tragedia hay cosas que no se pueden hacer. El líder popular cometió el mismo error, agrandado, dos días después en Valencia.
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El miércoles en el Congreso de los Diputados se había suspendido la sesión de control al Gobierno en señal de respeto. El resto de los españoles, sin embargo, sí acudió a trabajar a pesar del dolor y con no menos respeto. Cada uno a hacer su tarea. Lo que hay que preguntarse es por qué la única manera que tiene nuestra clase política de mostrar consideración en la Cámara Baja por una tragedia es no trabajar, con toda seguridad porque el espectáculo en el que se ha convertido la política hubiera resultado insoportable mientras se recuperaban cadáveres.
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En EL PAÍS, fue inevitable volver a recordar las advertencias sobre fenómenos meteorológicos extremos que los expertos en cambio climático vienen haciendo:
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O la insistencia de los expertos en la importancia de la prevención:
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Toda la redacción del periódico, con el equipo de Valencia al frente, sigue trabajando para tratar de ayudarnos a comprender el fenómeno meteorológico, la capacidad humana para hacerle frente, y las historias que le dan su verdadera dimensión:
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Que pases la mejor semana posible, gracias por leer.
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