El director de EL PAÍS analiza la actualidad informativa y selecciona las lecturas más destacadas
͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏ ͏
|
Tres cuestiones que le afectan
|
|
|
|
|
Querido lector, querida lectora:
Me hubiera gustado empezar esta primera carta con un contenido ligero, salpicado de recomendaciones y algún que otro retazo de información privilegiada. Supongo que así será en otras ocasiones, pero como suele ocurrir en el universo del periodismo, la actualidad se impone y me lleva a tratar tres cuestiones que a buen seguro ya le afectan y le afectarán aún más en los próximos meses y años.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Putin, en una ceremonia en el Kremlin el 22 de junio. / GETTY
|
|
|
|
El primero es el último giro de la guerra de Ucrania. El pasado miércoles 10 de septiembre una flotilla de drones rusos invadió el espacio aéreo polaco. Diecinueve aparatos fueron derribados y, aunque no hubo heridos, en el aire quedó algo mucho más terrible que un desafío a la OTAN.
Como antiguo oficial del KGB, Vladímir Putin combina en sus mensajes la amenaza física con la revelación de alguna debilidad esencial del adversario. En este caso, el Kremlin no solo dio un golpe de enorme simbolismo al mostrar con sus drones su disposición a atacar Polonia, el gran campo de batalla del siglo XX, sino que dejó al descubierto la soledad del Viejo Continente. Ese fue su mensaje más ponzoñoso: mostrar a los europeos que Donald Trump, como ya sabíamos, no iba a estar a la altura. Su nula respuesta (“pudo haber sido un error”, masculló) dejó patente su lejanía de sus antiguos aliados y su absoluto desinterés por involucrar a Estados Unidos en un conflicto de mayor escala. Un signo inequívoco de quién está ganando esta guerra y de los meses oscuros que se aproximan.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
40dB. y elaboración propia (porcentajes de intención directa ajustados para que el total coincida con la estimación de 40dB. en 2025 y los resultados del 23J en 2023) / EL PAÍS
|
|
|
|
La segunda cuestión es nacional, pero no menor. El ascenso de Vox que reveló la reciente encuesta de EL PAÍS y la SER sitúa a España ante otro peligro: la posibilidad de que la ultraderecha, lejos de las esperanzas que suscitó su bajón electoral de 2023, haya entrado en un ciclo alcista de imprevisibles resultados. Este temor tiene sustento. Es evidente que el conservadurismo tradicional, aglutinado en torno al PP, está fallando como dique de contención. Por el contrario, la radicalización de los populares, ejemplificada en su secretario general, Miguel Tellado, solo contribuye a legitimar el discurso de odio de Vox. El contraargumento del PP de que se trata de un fenómeno pasajero y que ellos siguen siendo la primera fuerza a gran distancia de Vox, tampoco es desdeñable pero no puede ocultar que algo se ha roto en España.
El partido de Alberto Núñez Feijóo obtiene en el sondeo peor resultado que en las elecciones de 2023 (30,7% frente a 33,1%), y Vox, claramente, uno mejor (17,4% frente al 12,4%). Es más, la fuerza de Abascal, aparte de quitarle votos en masa al PP, está creciendo transversalmente y alcanzando caladeros que le parecían vetados, como las mujeres e incluso los votantes del PSOE. Pero lo más aterrador es su impronta entre los jóvenes: entre los menores de 30 años lograría el 30% del voto.
Ante este vigor, que augura una larga vida, no hay peor receta contra Vox que ofrecer lo mismo que ellos ya sirven. Y ese parece ser el planteamiento de un PP empeñado en actuar como si el centro hubiese desaparecido. Los resultados de esta estrategia saltan a la vista y debilitan el liderazgo de Feijóo en el momento en que paradójicamente la derecha, en su conjunto, es más fuerte. Cuánto persistirá el PP en esta deriva es la pregunta que se hacen muchos desde el otro lado de la cancha, algunos con el deseo inconfesable de que alarguen un error que puede llegar a darles otra oportunidad.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Palestinos inspeccionan un edificio bombardeado en el campo de refugiados de Al Shati, en Ciudad de Gaza. / OMAR ASHTAWY (ZUMA / EP)
|
|
|
|
No puedo cerrar esta carta sin mencionar la barbarie que se está viviendo en Gaza y que ha despertado un profundo debate en la Redacción sobre el uso del término genocidio en nuestras crónicas. No es un asunto fácil en la medida en que se trata de un tipo delictivo con graves implicaciones penales en cuya discusión están enfrascadas dos cortes de justicia internacionales. Pero el tiempo de los tribunales no es el de los periódicos, y a muchos que evitaron el término al inicio de la ofensiva israelí, se les están agotando los argumentos. Después de casi 65.000 muertos palestinos, miles de ellos niños indefensos, el sufrimiento acumulado es tanto que quiebra el sentido de las palabras y ninguna parece ya suficiente para expresar tanto dolor. (Justo en el momento en el que se envía este boletín un informe de una comisión independiente nombrada por la ONU ha validado el término genocidio para describir lo que está sucediendo en Gaza).
Sirva para entenderlo (y para comprender también protestas como la desatada por la Vuelta), el relato en primera persona del médico de urgencias Raúl Incertis, quien trabajó de abril a julio de este año como voluntario en dos hospitales de Gaza. Extraigo un párrafo de ese extraordinario testimonio.
"Yo no puedo decir qué es y qué no un genocidio, pero a partir de una fecha determinada no parábamos de recibir a diario, e incluso varias veces al día, civiles con disparos en la cabeza y en el tórax. Eran personas, como tú o como yo, que estaban haciendo cola para recibir ayuda humanitaria, y allí los israelíes les habían disparado a matar con rifles, artillería de tanques y granadas lanzadas desde morteros o drones. Cuarenta, sesenta, noventa heridos de golpe. Una mañana recibimos más de doscientos. Te tropezabas con heridos que yacían en el suelo, te tropezabas y te caías con ellos. Muchos eran niños y mujeres. Había tantos que no podías atenderlos a todos, y muchos se morían esperando una ayuda que nunca llegaba.
En medio de ese caos de muertos, cuerpos mutilados y familiares histéricos, al menos tenía claro a quién debía atender primero: a los niños. Una de las más pequeñas a las que atendimos, de un año y medio, fue tiroteada en el tórax en brazos de su madre".
|
|
|
|
|
|
|
|
Con estas palabras, que no son mías, sino de un testigo del horror, me despido. Dejo más abajo una pequeña recomendación y también la promesa de ofrecer en próximas cartas (cuya periodicidad será como mínimo quincenal) información relevante de lo que ocurre entre bastidores de la política española y también de algún debate periodístico. Ser director de EL PAÍS tiene esa ventaja, aunque ninguna comparable a la de tenerles a ustedes como lectores. Por cierto, si tienen un rato este viernes a las seis de la tarde hora española (10 de la mañana en Ciudad de México), les invito al encuentro que tendré con suscriptores y en el que me podrán formular las preguntas que deseen.
|
|
|
|
|
|
|
La recomendación
|
|
La era de la revancha
Autor: Andrea Rizzi
Editorial: Cuadernos Anagrama
Hay quien recomienda los libros por su contenido, otros por su autor. Yo lo hago hoy por ambas cosas. Andrea Rizzi, actual corresponsal de Asuntos Globales en EL PAÍS, fue durante años mi redactor jefe de Internacional. En ese puesto trabajé con él mano a mano mientras yo era corresponsal en México, Centroamérica y el Caribe y posteriormente corresponsal jefe en Estados Unidos. Ahí pude comprobar no sólo su enorme talento para aguantarme, lo que no es fácil, sino su tremenda capacidad para elevar las discordantes notas de la actualidad a un pentagrama superior. Y esa es precisamente la esencia de su libro. Un análisis brillante y riguroso de la geopolítica del siglo XXI. Imprescindible para quienes quieren entender el lío universal en el que vivimos.
Hasta la próxima.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|