Es miércoles 27 de octubre. 12 de la mañana. Unas cincuenta personas esperan para entrar en el Auditorio del Museo del Prado. Se han saltado la fila de turistas y acceden rápido a esta gran sala. Se desperdigan por los asientos. En la mesa central, representantes del Museo y de un organismo del Estado explican que está a punto de comenzar una ceremonia bastante particular en un lugar como este. Se va a subastar una vivienda de más de 300 metros con vistas al parque del Retiro de Madrid. Una de las zonas más nobles de la ciudad. La subasta debía empezar en 1,8 millones de euros, pero a los pocos segundos, se avisa a los asistentes que hay una oferta por escrito y la puja comienza en 2,1 millones. Ni una gota de sudor recorre las frentes y las coronillas de los asistentes, en su mayoría hombres. Empieza el juego.
En menos de media hora, tras una ardua pelea final, un matrimonio del mismo edificio adquiere el inmueble por 3.230.000 euros. “Teníamos un límite de tres millones”, dice la pareja después de recibir las felicitaciones de sus contrincantes. “Al final nos hemos pasado, el mexicano nos lo ha puesto difícil”, rematan sobre la nacionalidad de su oponente, al que ya habían identificado en la cafetería del Museo, momentos antes del inicio de la subasta, como un duro competidor.
La lluvia de millones, previa verificación y, por tanto, depósito de los dueños, irá directamente a las arcas del Prado. El dinero, explican en la pinacoteca, se destinará a comprar piezas de la escuela francesa. Este era el deseo del verdadero protagonista de esta historia que quedó algo opacado por la casa en la que vivió. Juan José Luna, conservador del Museo del Prado, legó a la pinacoteca antes de morir en marzo de 2020 más de 170.000 euros entre cuentas corrientes, fondos de inversión y acciones; una colección de 700 dibujos y estampas, muebles, 50 óleos y su piso. El testamento lo dejó firmado en 1995 y lo acompañó de un compromiso: todo debía quedarse en el Museo y destinarse a enriquecer su colección.
Luna, que estuvo vinculado al Prado desde 1969, primero como colaborador, posteriormente (tras ganar su puesto por oposición) jefe de pintura francesa, inglesa y alemana y a partir de 2003 responsable de la pintura del Siglo XVIII, fue lo que los expertos llaman “un coleccionista compulsivo”. En su casa encontraron cajas y cajas con todo el patrimonio que acumuló sin clasificación ni orden. Una tarea que ahora hará el Prado, además de enriquecer su colección.
Todos los detalles de esta historia los puedes leer aquí.
Una joya del patrimonio escondida en Albacete
Alcaraz, con algo más de mil habitantes, pero con categoría de ciudad por su pasado histórico, esconde en su iglesia principal, la de la Santísima Trinidad, ocho excepcionales tablas del pintor renacentista Juan de Borgoña bajo unas anodinas pinturas barrocas en el retablo del altar principal. El artista está considerado uno de los introductores del Quattrocento italiano en Castilla y unos de los pintores peninsulares más destacados de comienzos del siglo XVI, con trabajos como los que hizo, por encargo del cardenal Cisneros, en el claustro y la sala capitular de la catedral de Toledo, a partir de 1495.
El descubrimiento de estas piezas de dos metros de altura y casi 100 kilos de cada una es comparable, según los expertos con los que habló José Ángeles Montañes, con el hallazgo en 1929 en la iglesia de Santa Catalina del Bonillo de un Cristo pintado por El Greco. El Prado cuenta con tres obras de Borgoña, pero solo una tiene la unanimidad de los especialistas sobre la autoría.
Nuestro compañero Montañés, además de historiador y periodista cultural es un gran conocedor de esta zona de donde eran sus padres. En su blog puedes consultar más información sobre el patrimonio medieval y renacentista de una región que no solo es la patria de Muchachada Nui.
Hemos estado leyendo de Pedro G. Romero
En el último número de Babelia (si no lo has leído, hazlo aquí), Javier Rodríguez Marcos, responsable del suplemento, entrevistó a Pedro G. Romero. La excusa, una gran exposición en el museo Reina Sofía hasta el 28 de marzo de 2022, de un autor que supera la palabra artista y la revolución del flamenco.
El 2 de noviembre de 2018, Rosalía lanzó su segundo disco, El mal querer. En un momento de la promoción reveló la fuente que le había servido de hilo conductor para el álbum: “Pedro G., que es íntimo amigo mío, me recomendó una novela occitana del siglo XIII, llamada Flamenca. Aquella declaración le cayó a él “como piedra en estanque”. Incluso de revistas del corazón lo llamaron para que explicara qué idea del amor tenía Rosalía. “Por lo menos”, se ríe, “sirvió para que mi hija pensara por fin que mi trabajo tiene sentido”.
Estas son algunas de las frases más destacadas de esa entrevista:
Atacar una estatua es reconocerle su poder. Lo estamos viendo con la cultura de la cancelación
El flamenco siempre fue una conversación de bar. Por eso funciona tan bien en las redes sociales
Es fiel a su afán de “castigar la obra” para que esta “no se convierta inmediatamente en dinero”
Uno sospechaba que la Semana Santa tiene más que ver con la superstición que con la fe en las imágenes, y la pandemia lo certificó
Prepara la agenda
Una exposición en Sevilla, Diferentes. Del pasaje Begoña al Orgullo, narra la evolución del colectivo LGTBIQ a través de 1.500 obras de la colección Visible.
Ya que te hemos contado su historia, tienes que ir a ver a Pedro G. Romero al Reina Sofía
Etel Adnan, en el Guggenheim de Nueva York. Un recorrido por la obra de esta pintora libanesa que el gran público no descubrió hasta que cumplió 87 años, ahora tiene 96.
Tornaviaje, arte iberoamericano en España. Es la primera gran muestra de arte virreinal en el Prado justo en un momento en el que el debate colonial está más presente.
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