Llevo casi 11 años centrado en la información internacional en EL PAÍS y he de decir que no recuerdo un despliegue y esfuerzo informativo como el que estamos haciendo desde que Vladímir Putin ordenase en la madrugada del pasado jueves atacar Ucrania. La intensidad de la cobertura, seguir al dedillo cada pequeño detalle de una cruenta invasión, sea por el alcance de la ignominia, por la falta de sentido, sea por el coste en vidas, también tiene un ligero coste entre los reporteros. Y admito ahí la emoción que sentí al escuchar este miércoles a mi compañera Pilar Bonet charlar con Ana Fuentes para el podcast Hoy en EL PAÍS. Pilar acumula más de tres décadas de experiencia en la región, la mayor parte en la capital rusa, Moscú. Fina analista, de las mejores, no tiene miedo a decir que no esperaba que ocurriera algo así. La invasión cogió a nuestra compañera precisamente en Kiev. Escúchenlo.
Desde el frente. En este boletín no querría cebarme en tesis ni líneas argumentales propias como si he tratado de hacer otras semanas. La guerra habla por sí sola. Trataré de recomendarles, eso sí, lo mejor de cada uno de los compañeros que están cubriendo de cualquiera de las maneras la ofensiva de Putin sobre Ucrania.
Hablaba en la presentación de un podcast. En este mismo audio interviene nuestra actual corresponsal en Moscú, María R. Sahuquillo, enviada hoy al frente ucranio. Y digo frente porque ha recorrido ya algunos de los lugares más calientes de la actual crisis bélica.
La reportera estuvo hace unas semanas en Járkov, segunda ciudad del país, y paso fronterizo clave desde el noreste. Recuerdo nuestra conversación aquellos días, en los que me insistía en que la gente no tenía miedo a la ofensiva; muchos no se lo acababan de creer. Este miércoles, María regresó a Járkov, bombardeada por las fuerzas rusas. La escena que retrata es diferente: "La icónica plaza de la Independencia de Járkov es un amasijo de escombros y cascotes. Los cables de electricidad se han derrumbado y el edificio de la Administración regional, una mole amarillenta de la época comunista, se ha convertido en un esqueleto humeante".
Asedio a Kiev. Vamos con Luis de Vega, compañero de la sección Internacional, que recibió desde Kiev los primeros bombardeos rusos, en la madrugada del pasado 24 de febrero. Desde la capital ucrania, Luis nos ha hecho un buen retrato diario de la vida bajo la amenaza de la violencia, de las bombas. Ha estado en los refugios, en el metro, hospitales, se ha movido por las calles y acompañado a los soldados ucranios, parapetados ante una lluvia de disparos. Ayer logró moverse y salir de la ciudad hacia Irpin para confirmar, como nos enseñaban los satélites –sobre los que servidor escribió este miércoles–, que los ucranios están tratando de hace saltar por los aires los puentes para dificultar el acceso de los convoyes rusos a Kiev.
Más de un millón de personas han abandonado sus hogares para huir de la violencia. Hemos estado al otro lado de la frontera. Cristian Segura y Jaime Villanueva llegaron a la linde polaca con Ucrania y nos contaron, entre otras cosas, que también hay ucranios, varones, que vuelven a su país para ayudar en la resistencia. Cristian y Jaime han cruzado ya la frontera y se encuentran en Lviv, en el oeste de Ucrania.
La ruta de los refugiados. Otro compañero de la sección en Madrid, Antonio Pita, aterrizó este lunes en Bucarest y emprendió el camino hacia uno de los pasos más transitados desde Ucrania hacia Rumania, el cruce de Siret. Junto con Antonio viajan el periodista Raúl Sánchez y los fotoreporteros Saúl Ruiz y Alex Onciu.
"En el lado ucranio del principal paso fronterizo con la localidad rumana de Siret", cuentan Antonio y Raúl en su último texto, "la cola de coches se extiende hasta 20 kilómetros, por lo que la travesía desde Kiev, que normalmente duraría ocho horas, puede ser ahora de dos días. Algunos recorren a pie por el arcén los últimos kilómetros, en paralelo al atasco, pese a que nieva y la sensación térmica a mediodía es de seis grados bajo cero".
Qué pasa en Rusia. Pero también necesitamos redondear la cobertura, sin duda alguna, mirando hacia Rusia, a Moscú, intentando ver cómo respiran sus ciudadanos, cómo reciben y sufren el impacto de las sanciones aprobadas en Occidente, –y que nuestros compañeros en Economía nos ayudaron a entender–. Allí, en la capital rusa, se encuentra Javier G. Cuesta. "En la calle", escribía Javier este martes, "muchos cajeros se han quedado sin dinero ante el temor a que no funcionen las tarjetas tras la desconexión de varios bancos de la plataforma de pagos Swift".
Hay mucho más, tanto en marcha como publicado. No obstante, les dejo aquí algunos buenos recursos para seguir lo que está pasando en Ucrania:
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