Aniversario de mayo del 68

La revolución será subastada

Durante 6 semanas de 1968, estudiantes, artistas y obreros ocuparon un taller de la Escuela de Bellas Artes de París. Del rebautizado Atelier Populaire salieron 500 carteles, 120.000 copias. Diseñados e impresos con la urgencia de la revolución que ocurría en la calle, los frágiles afiches –colectivos y anónimos– se han convertido hoy en objetos de culto del sistema que pretendían dinamitar. El aniversario del Mayo francés los celebra con exposiciones, libros y subastas. Hablamos con artistas que estuvieron allí y con quienes cincuenta años después siguen seducidos por aquellas barricadas de papel.

“Mayo de 1968 me pilló en París. Cuando empezó la movida, los artistas que trabajábamos en la Escuela de Bellas Artes tuvimos que defender los materiales, el papel, los tórculos de aguafuerte… Hubo alguna pelea. Los que venían de fuera no entendían que aquello no servía para hacer carteles: ponían mucho corazón en la lucha, pero poca reflexión”,

Doroteo Arnáiz, grabador

El 13 de mayo de 1968, Doroteo Arnáiz tenía 32 años y era residente en el École des Beaux-Arts, según explica por teléfono. Fuera, el Barrio Latino era una barricada. La represión policial había sido brutal, “nada es gratuito cuando empiezas a tirar adoquines”, dice Arnáiz. La huelga general paralizaba Francia y los estudiantes habían tomado la Sorbona hacía unos días. El papel del arte en la revolución era el tema de una acalorada discusión en el anfiteatro Edgar-Quintet. Cansados del debate, un grupo de alumnos de Bellas Artes, acompañados por obreros y activistas, decidieron apropiarse del taller Brianchon de su facultad y bautizarlo Atelier Populaire.

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“Con la exposición de afiches Images en Lutte queremos volver a dar una dimensión política e histórica a Mayo del 68. En el museo las imágenes pueden recuperar su fuerza. Es un espacio no mercantil donde lo que prima es la cuestión simbólica”,

Éric Chassey, comisario de Images en Lutte en Beaux-Arts de Paris

En 2018 los afiches del 68 han vuelto a casa. Imágenes en lucha los expone hasta el día 20 de mayo en la misma Escuela de Bellas Artes de París que ocupó el Atelier Populaire del 13 de mayo al 27 de junio de 1968. En un proceso vertiginoso, allí se imprimieron 500 carteles, unas 120.000 copias. Por la mañana una asamblea decidía los eslóganes, por la tarde, en otra apasionada reunión –a la que podían acudir 10 o 300 personas–, se votaban los diseños. Estudiantes, artistas y obreros dormían en envueltos en los vapores de la tinta que se secaba sobre los carteles colgados en cuerdas. Al día siguiente ya estaban pegados en las calles. Con motivo del 50 aniversario, museos, galerías y universidades recuperan la obra de aquel taller del pueblo.

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“Imprimimos los primeros carteles en una prensa litográfica: una máquina de madera muy lenta, muy vieja. Sacamos 30 copias. La idea era venderlas para recaudar fondos. Me dirigía a una galería con los carteles bajo el brazo cuando –apenas había recorrido unos metros– un grupo de estudiantes me cortó el paso para quitármelos de las manos y pegarlos directamente en las paredes”,

Gérard Fromanger, artista

"Usines-Universites-Union” (fábricas, universidades, unión) se puede leer en aquel primer cartel del Atelier Populaire que recuerda por teléfono desde París el artista figurativo Gérard Fromanger (79 años). Su mensaje era dejar claro que la revolución sería una acción conjunta de obreros y estudiantes o no sería. Su estética, urgente e imperfecta, se repite en casi todos los pósters del Atelier: rápidos diseños a mano alzada, sin tipografías estandarizadas, con un fuerte componente reivindicativo o caricaturesco, impresos sin el material adecuado, sobre papel de bajo gramaje y con una sola tinta (normalmente negra o roja).

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“Los compradores actuales escogen los afiches por su grafismo más que por el mensaje. Mayo del 68 sigue siendo un momento imprescindible de la Historia contemporánea francesa y entre los coleccionistas hay perfiles variados: particulares, profesionales, extranjeros o instituciones, como la Biblioteca de Harvard. En la reciente subasta Mai 68 en 500 affiches vendimos el 60% de los lotes. El más caro, La belleza está en la calle, alcanzó los 3.380 euros”,

François Tajan, director de la casa de subastas Artcurial

En total la subasta de Artcurial (llevada a cabo el pasado 13 de marzo) recaudó 161.291 euros. La mayoría de los 500 carteles eran anónimos, aunque la colección incluía unos 30 firmados (como La imaginación toma el poder, de Pierre Alechinsky, que, con un precio de salida de 500 euros, alcanzó los 1.690 euros). Muchos de los afiches subastados lucían sellos de su procedencia; además del Atelier Populaire, de los talleres de la Facultad de Ciencias, de Artes Decorativas, o de los de Marsella o Montpellier, donde está sellado La beauté est dans la rue. La mayoría de precios osciló entre los 200 y los 600 euros. La sorpresa la dio el lote 444. Precio estimado: 800/1.600 euros. Sin embargo, las pujas alcanzaron los 2.470 euros. Su protagonista es una oveja –la lana formada por siglas de partidos e instituciones– bajo el eslogan No seas borrego. Entre los que quedaron sin vender llama la atención el mítico Todos somos judíos y alemanes, diseñado por Bernard Rancillac y con el retrato de Daniel Cohn-Bendit, que partía de un precio de 2.500 euros pero nadie quiso.

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“Entré en Bellas Artes al día siguiente de que la ocupasen. Los estudiantes estaban en plena asamblea. Para los primeros carteles habían usado la litografía, que apenas permitía imprimir 15 o 20 copias por hora. Levanté la mano para pedir la palabra y propuse hacer serigrafías, con las que había trabajado en Nueva York. ‘¿Quieres ser el responsable del taller?’, me preguntaron. Dije que sí y enseguida pasamos a hacer entre 1.000 y 3.000 copias al día”,

Guy de Rougemont, pintor y escultor

La asamblea encargó entusiasmada que el equipo estuviese listo para el día siguiente a Guy de Rougemont (hoy, con voz entrecortada de 83 años, entonces un graduado de 33). Con la ayuda de su amigo el editor Éric Seydoux (entonces empleado en una imprenta) Rougemont consiguió esa misma noche tinta y restos de bobinas de papel de impresores y obreros simpatizantes con la causa. La serigrafía, más fácil, rápida y barata, disparó la producción. Desde el Atelier se distribuyeron octavillas con instrucciones sobre la técnica a los distintos talleres que empezaban a surgir en otras facultades y más allá de París.

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“La gracia del cartelismo del 68 es su urgencia. Los afiches habitan los límites del arte: no fueron concebidos como piezas artísticas, pero acabaron siendo pioneros del Street Art. Hay dos tipos de compradores interesados por ellos: el ideológico, gente vinculada al 68, nostálgicos; y luego un público mucho más joven que los adquiere por estética, como quien compra un póster en un museo, pero con una autenticidad añadida”,

Miquel Alzueta, galerista

En 2006 Miquel Alzueta recopiló 80 carteles y los expuso en la galería de Barcelona que lleva su nombre. Vendió todos, por entre 300 y 500 euros. “Resulta fácil venderlos, no son muy caros”, explica el galerista, para quien “lo interesante de estas obras no es tanto su estética como su fuerza ideológica”. Es sencillo encontrar afiches sesentayochistas –más coincidiendo con un aniversario– en webs como Artprecium.com o Interencheres.com. Los precios van desde los 50 euros a los 2.000 y dependen sobre todo que esté comprobada su autenticidad y de su estado de conservación (son habituales las manchas de polvo y humedad, los dobleces y arrugas). Muchos fueron impresos en papel basto o de periódico, por lo que han aguantado mejor aquellos que nunca llegaron a ser pegados. También influye en el precio el sello del taller dónde se realizó el poster o si está acreditado a un artista.

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“Trabajábamos 24 horas sobre 24 horas. En un país en huelga… ¡éramos los únicos que trabajábamos! Fue de locos, nunca habíamos trabajado tanto en nuestra vida. Seriamos entre 100 y 300 artistas, pero alrededor de 10.000 personas pasaron por el Atelier: pescadores, obreros, periodistas… Se quedaban un día o dos para conseguir carteles específicos para sus huelgas. Venía todo el mundo a buscar su póster, éramos una fábrica”,

Gérard Fromanger, artista

“Por el taller pasaron además muchos artistas extranjeros”, recuerda Fromanger, mencionando al pintor español Eduardo Arroyo. También colaboraron los cinetistas Francisco Sobrino (español) y Julio Le Parc (argentino), del GRAV (Groupe de Recherche d’Art Visuel), y algunos latinoamericanos neofigurativos como Rómulo Maccio y Antonio Seguí, afincados en París. A ellos atribuyen algunos expertos la autoría conjunta de carteles tan icónicos como Nous sommes le pouvoir, La lutte continue, Capital o Pouvoir Populaire. Según Fromanger, hasta un 40% de los participantes en el Atelier eran mujeres. Sin embargo, las reivindicaciones específicamente feministas apenas se hicieron hueco sobre el papel.

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“Lo que más me llama la atención es su capacidad de desvelarnos el mundo con los mínimos trazos posibles, tanto en los dibujos como en los textos. Como dijo Jean-Jacques Lebel, los afiches del 68 pegados por los muros contribuyeron a ‘transformar la ciudad en poema colectivo y en teatro de la libertad’. Algunos son pura poesía”,

Patricia Badenes, autora de La estética en las barricadas

En los carteles hay dibujos, eslóganes y metáforas que cualquiera puede entender: la bota policial sobre una fábrica o el lema Reformes/Chloroforme. Sin embargo, otros tienen códigos más precisos. La cruz de Lorena (con dos travesaños) había sido en los cuarenta un símbolo de la Francia Libre frente a la cruz gamada de la Alemania nazi. Sin embargo, en 1968 los franceses la identificaban con la deriva conservadora del gaullismo. Así, en Lobotomizado la cruz sirve como un trepanador de adoctrinamiento y en Mutación Gaullista se transforma en esvástica. Las siglas ORTF eran las de la radiotelevisión pública y CRS se refería a fuerzas de seguridad de la Policía Nacional. En La policía os habla todas las noches a las ocho, los artistas se burlaban de la información sesgada de los telediarios (que el 13 de mayo, con Francia paralizada por la huelga general y París ardiendo, solo dedicaron 90 segundos a la revuelta).

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“Desde el principio el ego pesó en muchas espaldas. Existía cierto afán de protagonismo por parte de algunos. Hubo quien trató de firmar sus carteles y quien los sacó de estranjis para moverlos por el mercado del arte. Empezaron a verse cosas feas enseguida… Igual que en una manifestación siempre hay uno que quiere ir en primera fila sujetando la pancarta para salir en la foto, ¡pues imagínate entre artistas!”,

Doroteo Arnáiz, grabador

Incluso en aquel mayo idealista, según empiezan a aparecer carteles pegados en las paredes, hay coleccionistas que comienzan a arrancarlos. Dentro del Atelier también se produce cierto trapicheo extraoficial. “Nadie nos pagaba, ni vendíamos nada, pero sí hubo dos chicos que robaron carteles para venderlos en Nueva York”, corrobora Fromanger. El carácter colectivo y anónimo de los afiches no fue plato de buen gusto para todos. Los artistas que querían firmar, o que aceptaban realizar litografías auspiciadas por galerías para recaudar fondos fueron despreciados por el resto por burgueses. El grupo dominante en las asambleas del Atelier, la Jeune Peinture, tenía convicciones comunistas, maoístas y anarquistas. Para ellos la figura del autor convertía el arte en mercancía.

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“Creo que vender estos carteles reivindicativos rompe el espíritu con el que fueron creados. En la exposición Carteles del 68 París - México hemos reunido unas 60 obras. No están a la venta, a menos que sea como lote y a una institución”,

Fernando Cordero, director de la galería La Caja Negra

La exposición Carteles del 68 París – México (en la galería La Caja Negra de Madrid hasta el 2 de junio) indaga en los paralelismos estéticos y conceptuales entre los carteles realizados durante aquel año en París y en Ciudad de México. Cuenta con medio centenar de afiches realizados en París y una quincena hechos en México, donde las revueltas sociales y estudiantiles fueron acalladas con tremenda violencia. Los carteles mexicanos tienen una estética más trabajada que bebía del precedente del Taller de Gráfica Popular y muchos hacían guiños irónicos a las Olimpiadas que aquel año tuvieron lugar en México. También algunos carteles impresos en el Atelier parisino fueron dedicados al levantamiento mexicano y a otras causas internacionales con las que los estudiantes y artistas franceses se querían solidarizar como la Guerra de Vietnam o la dictadura en España (en un afiche Franco y De Gaulle se casan, con el presidente francés vestido de novia y “embarazado” bajo el lema “La boda del año, ¿qué engendrarán?”).

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“El 27 de junio la policía nos desalojó. Vaciaron nuestras taquillas, tirándolo todo en una pila en el suelo. Dijeron que teníamos cuchillos y armas… No era verdad, eran los buriles, las espátulas, nuestras herramientas de trabajo. Me llevé los últimos carteles para que la policía no los destruyese.",

Doroteo Arnáiz, grabador

Tras el desalojo de la Escuela de Bellas Artes se entregó un set completo de afiches al director del Museo de Arte y Tradiciones Populares (hoy en Marsella) y se depositó otra selección en la Biblioteca Nacional. Paralelamente, el arte revolucionario pasó de inmediato a los canales convencionales del mercado. Ese mismo año se celebraron exposiciones en Nueva York o Estocolmo. Los precios de los carteles mejor conservados comenzaron a inflarse. Tras la burbuja inicial, alimentada sobre todo por coleccionistas estadounidenses, algunos herederos del movimiento trataron de romper la escalada de precios inundando el mercado de carteles guardados y reimpresiones. Las dudas sobre la autenticidad de las piezas rebajaron su valor. Sin embargo, a partir de 1988, y coincidiendo con los consecutivos aniversarios del 68, los precios volvieron a subir, manteniéndose estables durante los últimos años, siempre que se acredite su origen.

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“El arte de protesta siempre acaba siendo asimilado por aquel colectivo contra el que luchó. Pasó con el movimiento hippie, con el rock and roll… El sistema engulle todo aquello que trata de infligirle algún daño; es su forma de sobrevivir. Los carteles que denunciaban el consumismo y el mercantilismo acabaron fagocitados por ese mismo mercado. Pero el mercado, y por extensión, el sistema siempre tienen que estar alerta, no sea caso que sus hijos más díscolos vuelvan a embestir contra ellos”,

Patricia Badenes, autora de La estética en las barricadas

Patricia Badenes, que acaba de publicar Fronteras de papel: El Mayo francés en la España del 68, lleva 20 años estudiando los afiches del 68. Los días 3 y 4 de mayo participa en un congreso internacional que celebra la Universidad Jaume I de Castellón. Allí se expondrán también el puñado de carteles que Doroteo Arnáiz salvó cuando la policía desocupó a los artistas del Atelier Populaire. Durante estos 50 años ha donado alguno a instituciones, pero nunca los vendería. ¿Le decepciona que sean objeto de subastas online? “Solo me confirma lo que pensé hace 50 años, lo veía venir...”, contesta Arnáiz. “Sin embargo, no tengo un recuerdo agridulce, porque de todo aquello salieron cosas, conquistas reales como un sistema de seguridad social para los artistas”, continúa. “Eso es lo importante, lo que permanece cuando se retira la espuma, y yo cada día veo cosas que son una continuación de aquel mes de mayo”.

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Créditos

4 mayo 2018