ELECCIONES COMUNIDAD DE MADRID

El mapa del voto de Vox: así resistió al éxito de Ayuso en las elecciones del 4-M

El partido ultra aspira a condicionar al Gobierno del PP, que necesita de su abstención, tras apuntalar el mejor resultado de la derecha en la historia de la región

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En la noche del martes, Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado salen al balcón de la sede del PP para celebrar la victoria en las elecciones autonómicas, y Rocío Monasterio y Santiago Abascal hacen lo mismo en la de Vox para festejar que su partido ha sobrevivido al arrollador éxito de la líder conservadora. El cruce de imágenes festivas queda concentrado en un hecho: que Díaz Ayuso haya arrasado en las urnas no se traducirá en que pueda gobernar sin condicionantes. Necesita a los 13 diputados de la extrema derecha. Vox apoyará la investidura de la líder del PP sin pedir nada a cambio, pero plantea negociar votación a votación durante los dos años que durará una legislatura en la que la formación conservadora suma más escaños (65) que toda la izquierda (58).

“Nuestros votos serán decisivos para absolutamente todo”, advierte Monasterio cuando aún retumba la charanga de la celebración.

Tras sobrevivir al fenómeno Ayuso, la incómoda posición de la extrema derecha —tendría que alinearse con PSOE, Más Madrid y Podemos para bloquear iniciativas del PP—, no está exenta de opciones para dejar su huella ideológica antes de las elecciones de 2023. Desde los presupuestos a las rebajas de impuestos, todos los proyectos del PP dependerán de que se ponga de acuerdo con Vox para obtener, como poco, su abstención. Así, el partido ultra ha encontrado en los comicios del 4-M argumentos para justificar que la convivencia electoral de los dos partidos es posible. Como en Madrid nunca votaron más electores a la derecha (por primera vez lo han hecho más de dos millones de madrileños), ni jamás obtuvieron sus representantes un porcentaje de voto tan alto (más del 57%), sus dirigentes han visto reforzada la tesis de que la fusión que patrocina Pablo Casado es innecesaria, porque Vox lleva a las urnas a votantes a los que el PP no atrae. Y eso tendrá un precio mientras los conservadores necesiten a la extrema derecha para gobernar.

“Los dos años anteriores no ha habido mucha actividad legislativa”, recordó Iván Espinosa de los Monteros, portavoz parlamentario de Vox, durante una entrevista en 13tv. “Es verdad que ha sido, por un lado, el año del covid, y que por otro estoy seguro de que [a Díaz Ayuso] le han resultado muy difíciles ciertos compañeros de gobierno que tenía”, añadió, en referencia a Cs. “Ahora se abre un periodo, una vez despejados ambos impedimentos, en el que vamos a ver cuál es la relación, sabiendo que van a depender de nosotros para absolutamente todo”, subrayó. “Vamos a apoyar la investidura sin condiciones”. Y después, puntualizó: “A partir de ahí se abre un periodo de dos años en el que si quiere aprobar los presupuestos, algún tipo de legislación, tendrá que contar con nuestros votos”.

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El éxito fue resistir

Por encima de los discursos políticos, el éxito de Vox en la noche del 4-M estuvo en resistir a la capacidad de arrastre de Díaz Ayuso. Frente a las elecciones generales de finales de 2019, sufrió un agudo retroceso: se dejó un 9% de aquellos apoyos. Sin embargo, en comparación con las autonómicas de mayo de aquel año, pudo celebrar un timidísimo crecimiento (0,25% más de votos que en 2019, para 42.993 sufragios).

En la capital, Vox retrocedió ligeramente en los distritos más ricos (con el -1,3% del barrio de Salamanca como suelo), y avanzó tímidamente en los más pobres (con el 1,4% más de Puente de Vallecas como techo).

En las grandes ciudades, subió ligeramente, incluyendo aquellas en las que tradicionalmente domina la izquierda: Móstoles, Alcalá de Henares, Leganés, Fuenlabrada, Rivas…

En cambio, sufrió un retroceso en alguno de los grandes graneros electorales del PP: Pozuelo, Majadahonda o Las Rozas.

Difícil convivencia

Como consecuencia principal, el PP y Vox afrontan ahora una difícil convivencia en la Asamblea. A los dos les une el deseo de impedir que la izquierda influya en la marcha de la región. Al tiempo, les separa que luchan por mantener a sus respectivos electores, por lo que tienen que marcar distancias, y buscar matices que les diferencien. Finalmente, saben que la legislatura tendrá dos características peligrosas.

Primero, que durará solo dos años, lo que la hará inestable, porque el horizonte electoral hará que pronto imperen los intereses partidistas por encima de los generales. Y segundo, que los dos partidos tienen en la diana a 129.216 electores que no les han elegido en estos comicios, y a los que pueden aspirar a convencer: los huérfanos de Ciudadanos.

Isabel Díaz Ayuso conversa con Rocío Monasterio el pasado marzo en la cafetería de la Asamblea.
Isabel Díaz Ayuso conversa con Rocío Monasterio el pasado marzo en la cafetería de la Asamblea.Fernando Alvarado / EFE

“Nos vamos a dedicar a defender a nuestros votantes y defender nuestro programa, la seguridad, acabar con el despilfarro político, bajar los impuestos, proteger a las familias, incentivar la natalidad y luchar contra las leyes de ideología de género y el adoctrinamiento en la educación de nuestros hijos”, advirtió el miércoles Rocío Monasterio, la líder regional del partido.

Para empezar, es previsible que Vox pida al PP un guiño en la composición de la Mesa de la Asamblea, como en 2019, cuando obtuvo representación en detrimento de Más Madrid (con más diputados). Una polémica que está pendiente de resolverse en el Tribunal Constitucional. No obstante, parece difícil que el PP ceda la presidencia de la Cámara a la extrema derecha: el partido considera un error habérsela entregado a Cs en 2019, porque desde allí maniobró en defensa de los intereses de Ignacio Aguado.

Aquella fue una decisión fruto de la debilidad de Díaz Ayuso. La situación ha cambiado radicalmente. Dos años después, el voto afirmativo de Vox ya no es necesario. Con su capacidad de influencia limitada, el equipo de Rocío Monasterio se centra ahora en subrayar su capacidad de resistencia: el tsunami Díaz Ayuso no se llevó a Vox por delante, y por eso dispone de dos años para influir y preparar las próximas elecciones.

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