Con 425 millones de personas que padecen esta condición, todas las familias en el mundo se ven potencialmente afectadas.
Una de cada dos personas que actualmente vive con diabetes tipo 2 no está diagnosticada, por lo que todas las familias en el mundo se ven potencialmente afectadas por esta condición, según un informe de la Federación Internacional de Diabetes. Esta enfermedad no solo perjudica a las 425 millones de personas que la padecen, sino que se multiplica por cada miembro de la familia con el que conviven. Recibir un diagnóstico de este tipo obliga a modificar toda la dinámica familiar, desde sus hábitos de consumo hasta los laborales, y lo recienten directamente en las finanzas.
“Está muy estudiado que los deterioros de salud son las cosas que tienen los efectos económicos más grandes en los hogares de México y en el mundo. Dependiendo exactamente de qué sea el tipo de choque de salud que tenga, es el tamaño del efecto”, afirma Alfonso Miranda, investigador en la División de Economía del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).
Un hogar promedio en América Latina desembolsa entre el 40 y el 60 por ciento de su ingreso para el cuidado de esta enfermedad. En México llega al 41 por ciento, de acuerdo con el informe Panorama de Salud 2017 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Y es justo el salario una de las primeras cosas que un enfermo puede llegar a perder, según explica Miranda, afiliado del Grupo de Salud, Econometría y Datos de la Universidad de York. “Lo que sigue es que requieres atención y cuidado, y eso saca a una segunda persona del mercado de trabajo. A lo mejor la tía, el hermano o la abuelita se sale de su retiro para atender al enfermo y entonces se genera toda una industria de personas que podrían hacer uso de su tiempo en otras actividades que les reporten bienestar, dinero, satisfacción”.
La red de apoyo que se forma en torno al paciente se traduce en costos no monetarios que afectan a la familia porque implica recursos en tiempo, cuidados, bienestar a los que renuncian los familiares para atender al enfermo. “Son costos económicos que muchas veces son ignorados o no cuantificados, y en el caso de México hay pocos estudios que tengan una aproximación que incluya ese tipo de gastos, los que más conocemos son los costos monetarios”, señala el investigador en economía de la salud. En 2013, la Fundación Mexicana para la Salud (Funsalud) publicó un estudio que sí consideraba los costos directos e indirectos de la enfermedad y dio como resultado la cantidad de 362,859.82 millones de pesos, es decir 2.25 por ciento del PIB de ese mismo año. Para el investigador la cifra se queda corta, pues asegura que “hay muchos costos no monetarios que no están factorizados en esa cifra”. Tan solo los costos del tratamiento para la enfermedad en México, que se calculan entre los 150 mil y los 400 mil pesos –dependiendo del estudio que se consulte–, pueden dejar a una familia en números rojos. “Cualquier cosa que sea, es muchísimo dinero. Lo más feo es que la mayoría de los pacientes son de bajos recursos, que de hecho desarrollaron obesidad, diabetes, hipertensión y todo lo que le sigue por su situación socioeconómica, un abuso de los carbohidratos, malos hábitos alimenticios”, manifiesta. “Lo que está pasando es que se mueren los pobres y eso va a tener un efecto en nuestra pirámide y no hay mayor desigualdad que esto. Los años de vida diferenciados entre los que pueden pagar y los que no pueden pagar, y entre los que tienen acceso incluso a la educación y a ingresos más altos viven más que los otros”.
Con 800 mil fallecimientos por año, la diabetes es la principal causa de muerte en México, por lo que Miranda urge a invertir en educación para la prevención y en investigación. Sobre todo recalca la importancia de educar a la población para conocer los tamaños de las porciones, pues considera que aunque ya tienen conciencia sobre los beneficios de una alimentación sana que incluya más frutas y verduras que carne, aún no tienen del todo claro cuánta cantidad deben comer de cada alimento. Su segunda recomendación es financiar la investigación de aspectos relacionados con este tema, pues no hay muchos estudios. “Se asigna poco dinero a la investigación y el dinero no llega a las personas con la mejor investigación. Además, no tenemos recursos para hacer más estudios y sin esto es muy difícil poder cambiar la agenda”.