“Moriré ahogada, sumergida por el río que nos dio la vida”. Los ojos de Je Srey Neang reflejan su destino. Ha vivido 32 años en el pueblo de Kbla Romes, junto al Sesan, uno de los principales afluentes del gran río Mekong. Tiene tres hijos, pero el pequeño se fue con su marido después del divorcio. El padre aceptó los 6.000 dólares para que se marchase a otro sitio, en la ciudad, a vivir una vida de miseria buscando trabajo en una fábrica.

El embalse camboyano Bajo Sesan II cubrirá el pueblo de Je Srey Neang, situado a pocos kilómetros de la confluencia del Sesan con el Mekong. China ha construido la presa para abastecer de electricidad a la capital, Phnom Pehn. El proyecto contó con el apoyo de las élites de ambos países sin tener en cuenta el impacto sobre la población local. Se calcula que 5.000 personas se verán obligadas a marcharse, y que 40.000 las seguirán cuando el pescado empiece a escasear en el momento en que el río represado deje de fluir libremente.

“He decidido resistir. No me comprarán; no me doblegarán con sus armas, y no me iré de aquí mientras viva”. Sus ojos duros y sin lágrimas acentúan su determinación mientras sigue cavando furiosamente el huerto. Un vecino muestra varias fotos, hechas con un teléfono móvil, de los hombres de negro que vienen cada semana a presionar a Je Srey para que se vaya. “Esto es lo que hemos recibido. Es nuestro medio de vida. No me opongo a la presa, pero no debería tener que destruir nuestras vidas para proporcionar energía al televisor de alguien que vive a 1.000 kilómetros de aquí. Cuando el agua empiece a subir, yo me quedaré tranquilamente en mi casa”.



Je Srey Neang prepara la comida para su familia en su domicilio en Kbla Romeas (Camboya).


La de Je Srey es una historia corriente. La cuenca del río Mekong es una de las más disputadas del mundo. Las tensiones entre los países del sudeste de Asia por el uso del agua para el riego y como fuente de energía hidroeléctrica llevan años aumentando. “La cuenca mantiene a más de 60 millones de personas”, explica Tek Vannara, director ejecutivo del Foro de Organizaciones No Gubernamentales de Camboya. “Los Gobiernos y las empresas privadas se han puesto de acuerdo para construir presas a lo largo de todo el curso que tendrán impacto sobre la pesca, el turismo y la agricultura. Serán fuente de inestabilidad y persecución, sobre todo para los más pobres. Muchos pueblos, principalmente las comunidades indígenas, perderán sus tierras, lo cual hará que abandonen sus costumbres y sus tradiciones. La seguridad alimentaria de millones de personas está en peligro.


A lo largo de los últimos cinco años, el territorio continental del sureste de Asia se ha lanzado a una carrera para construir presas hidroeléctricas en un intento desesperado por satisfacer la creciente demanda de electricidad, y en particular, las economías más desarrolladas: Tailandia, Vietnam y China. El Dragón ha construido siete grandes centrales hidroeléctricas en el alto Mekong (conocido como Lancang en chino). Aunque los planes detallados se mantienen en secreto, se están proyectando 21 más.

En el sector meridional de la cuenca, que abarca Birmania, Laos, Camboya, Tailandia y Vietnam, hay 11 presas. La mayoría se encuentra en Laos, uno de los países más pobres de Asia. Con la ayuda de los inversores chinos y tailandeses, el país aspira a convertirse en la pila hidroeléctrica de Asia. La producción potencial de energía es de 26 gigavatios, más de lo que produce Francia. Según la asociación internacional de energía hidroeléctrica International Hydropower Association, en la actualidad la electricidad ya representa el 30% de las exportaciones de Laos. El objetivo es que, en 2020, se exporten más de siete gigavatios a Tailandia, cinco a Vietnam, y hasta 0,2 gigavatios a su enemigo, Camboya.





Hay tres presas en construcción: Don Sahong, Xayaburi, y la colosal Pak Beng, en el corazón del Alto Mekong, en Laos, que posiblemente se empezará a planificar en verano de 2017. Allí fue donde Francis Ford Coppola situó la base de Kurtz en Apocalypse Now, y actualmente la zona es un popular destino turístico. Pak Beng será un gigante de 912 megavatios con capacidad para producir 4.775 gigavatios de energía al año. “Por el momento no están excavando, pero sí que suele haber ingenieros y supervisores haciendo mediciones y levantamientos”, cuenta Vilang Mak, un guía del grupo Shampoo Tours, especializado en cruceros por el Mekong.

El barco de teca, decorado con buen gusto, está ocupado por una docena de turistas franceses que se dedican a fotografiar la espesa jungla que rodea los poblados tradicionales Khmu, desperdigados junto al río a lo largo de la ruta que va de Luang Prabang a Huay Xai. “La presa acabará con el turismo en esta zona, y los cruceros por el Mekong pasarán a ser un recuerdo”, añade. Según declaraba Pianporn Deetes, de International Rivers (una de las principales organizaciones de protección de los ríos), en una entrevista en su despacho de Bangkok, “la construcción de la presa Pak Beng borrará del mapa unos 25 poblados indígenas en Laos y dos en Tailandia. Más de 6.700 personas tendrán que ser trasladadas a la fuerza”.



Para los países que bordean el río, la multiplicación de presas es fuente de problemas. Por una parte, los tailandeses, los camboyanos y los vietnamitas tendrán garantizada más seguridad energética; pero, por otra, los planes de los laosianos, con el apoyo económico de China, causan preocupación desde el punto de vista geopolítico y de la seguridad alimentaria. Si bien en la actualidad los países pueden cooperar en caso de emergencia (como demostró la apertura por parte de China de los suministros en el Mekong durante la sequía de marzo de 2016), en el futuro el control del flujo del agua y los sedimentos se podría convertir en un instrumento de chantaje político y en fuente de tensiones.



Un pescador repara una red en la cascada de Khone Phapheng, en Champasak (Laos).


Según Ho Uy Liem, vicepresidente de la Unión de Asociaciones de Ciencia y Tecnología de Vietnam, “las presas serán perjudiciales sobre todo para el delta del Mekong, en territorio vietnamita, que produce la mitad del arroz, más del 70% del pescado, y casi toda la fruta del país. Sobre la región se cierne una amenaza alimentaria”, recalca, y recuerda que Filipinas e Indonesia dependen de las exportaciones de alimentos de Vietnam.



Para intentar regular las tensiones diplomáticas, los países que bordean el río crearon hace 20 años la Comisión del Río Mekong (MRC, por sus siglas en inglés). Su objetivo era ofrecer orientación para la gestión transfronteriza del cauce fluvial. “En primer lugar, quiero que quede claro que somos una comisión técnica, no política, y que no podemos tomar decisiones”, afirma su presidente, Phan Tuan Phan, extendiendo las manos hacia delante mientras recorre con la vista el horizonte desde la ventana de su despacho en Vientiane, la capital de Laos. A lo lejos, el mercado se extiende a lo largo de la ribera del Mekong. En la otra orilla está la vecina Tailandia.


“En lo que respecta a las presas, hemos proporcionado importantes indicaciones sobre cómo hacer más sostenible su realización, controlando la calidad del agua y proponiendo planes de desarrollo conjuntos”, explica en una reunión en la sede central de Vientiane. “Facilitamos el proceso de consulta. Nos reunimos con todas las partes, incluida China, que es un observador, pero no tomamos decisiones políticas. Eso le corresponde a la diplomacia”. Una diplomacia, que, en la práctica, parece poco interesada en colaborar). Laos, gobernado por el impenetrable y autoritario Bounnhang Vorachit, ha hecho de las presas su política de desarrollo a costa de eliminar la oposición interna y a cualquier ecologista que se oponga a su construcción.

“Laos no está abierto a ningún debate sobre las presas. Es habitual que quien diga algo, desaparezca”, declara un activista que prefiere mantenerse en el anonimato para preservar su trabajo y su seguridad. En Camboya, Hun Sen, primer ministro desde 1993 y líder del Partido Popular Camboyano, respalda públicamente las críticas a los diques de Laos. Sin embargo, reprime todo comentario sobre los proyectos en su propio territorio.

Tailandia está dividida entre Bangkok, que necesita energía limpia a precios asequibles para la economía, y las comunidades que viven junto al curso del río. Estas comunidades han puesto un pleito a EGAT, la compañía nacional de electricidad, por dar su apoyo a la presa Xayaburi, ya que temen que la obra tenga graves repercusiones para la pesca. En cuanto a Vietnam, la carrera de Asia por la energía hidroeléctrica significa una derrota en todos los frentes.

El país ganaría poca energía para importar, sus reservas de agua potable se reducirían, y el potencial pesquero del río sufriría un colapso. Además, existe el riesgo de que la bajada del nivel de agua en el delta del Mekong favorezca la infiltración salina y el hundimiento del terreno. Esto podría provocar que las vegas, que son el granero del país, se volviesen menos fértiles.


Pescadores y leñadores en un campamento temporáneo a orillas de la presa Bajo Sesan II en Pluk Village (Camboya)


Bajo Sesan II. Traslados forzosos e historias olvidadas

“¿Que Hun Sen critica las presas de Laos? ¿Y si nos fijamos en lo que está pasando dentro de sus propias fronteras?”, dice un activista camboyano que prefiere no usar su nombre por miedo a las represalias del Gobierno. Ha habido numerosos asesinatos de ecologistas, incluido el del líder Chut Wutty en 2012. “Las presas de Camboya están matando al Mekong y obligando a miles de personas a trasladarse”. El Gobierno ya ha construido varios pueblos nuevos para alojar a los desplazados por la colosal Bajo Sesan. Ros Sophy, de 42 años, está sentada a la puerta de su nuevo hogar fumando un Hongua, un rubio laosiano.

“No tengo trabajo, pero el Gobierno me dio 2.000 dólares y un techo”. Ros es una de los miles de personas desplazadas por la presa Bajo Sesan que ahora vive en los “poblados de realojamiento”, como los llama la burocracia gubernamental. El proyecto hidroeléctrico del Royal Group de Camboya, en asociación con la empresa china Hydrolancang International Energy (ambas compañías nos han autorizado a fotografiar las obras), ha repartido abundantes compensaciones, al contrario de lo que, al parecer, está sucediendo en Laos (donde las empresas impidieron el acceso de la prensa a las zonas afectadas para obtener información).

De todas maneras, hay mucha gente descontenta. La compensación por el desplazamiento forzoso es ridícula, y las viviendas son de poca calidad y están situadas en zonas no aptas para la agricultura. Los pescadores no logran adaptarse a la nueva forma de vida. Mann Sophart tiene 48 años, y su existencia ha transcurrido entre las redes de pesca y la pequeña explotación ganadera que había detrás de su casa.





“Aquí, en el poblado de realojamiento, no puedo tener mi ganado ni cultivar. La tierra es mala, y no hay bosques con frutos y animales que cazar, como los varanos. Ahora, mis hijos y yo trabajamos en la fábrica. Cobro 50 dólares al mes, pero muchas veces me dejan en casa y no me pagan”. A primera vista, los edificios parecen agradables y bien organizados, pero a menudo es imposible vivir en ellos. “Son un maldito horno”, se lamenta Mo, vecino de Mann.

“Por la noche no corre ni una brizna de aire. La vida era mejor en la selva que en las llanuras alejadas del río con la malaria”. Pheak, un joven de 18 años con un tupé estilo hipster, se pasa el día jugando al billar americano en una mesa vieja y polvorienta con seis bolas. “En el pueblo podía ir a pescar y a cazar o hacer trabajos de carpintería. Estaba tranquilo. Ahora hay una clínica aquí al lado, es verdad, pero sufro por dentro”.

Los campos de cultivo que les ha asignado el Gobierno están lejos, a 11 kilómetros, y hay que ir andando, cuenta el señor Lom Dum (“por favor, ponga ‘señor’”) mientras se toma una pausa en el trabajo en el bochornoso aire de última hora de la mañana. “Está tan lejos que la mayor parte de la semana dormimos en chozas. Así es el trabajo. Además están las rocas y las piedras. No llueve, no hay agua. Las cosas están feas. A lo mejor deberíamos habernos quedado”.


Galería de fotos

  • 16 de agosto de 2016 – Stung Treng (Camboya). Ouch Vibol, una activista de la CEBA (una asociación de Camboya para la protección cultural y ambiental) muestra un mapa en el que están marcadas las zonas –indicadas en verde– que quedarán inundadas cuando la construcción de la presa Sesan II haya concluido.

  • 25 de agosto de 2015 – Pueblo de Srekor, Stung Treng (Camboya). Niños jugando delante de una pagoda del pueblo de Srekor. El pueblo y las zonas circundantes pronto quedarán inundadas a consecuencia de la construcción de la presa Sesan II.

  • 17 de diciembre de 2016 – Stung Treng (Camboya). Un camión que transporta troncos pasa un punto de control dentro del perímetro de la obra de la presa Sesan II. Según los estudios forestales, la construcción del dique está provocando la tala a gran escala de madera protegida en las zonas circundantes.

  • 17 de agosto de 2016 – Kbal Romeas (Camboya). Je Srey Neang (con camiseta rosa) come con su familia extendida en su pequeña vivienda de Kbal Romeas. Los dos últimos años ella y su familia se han opuesto con firmeza al proyecto de realojamiento. Je Srey nació en el pueblo y tiene miedo de perder su identidad indígena si se ve obligada a abandonar la tierra y el bosque de sus antepasados. Su familia ha sido amenazada varias veces por la empresa, pero ella ha rechazado siempre sus ofertas.

  • 17 de agosto de 2016 – Pueblo de Srekor, Stung Treng (Camboya). Uann Oun y su familia siguen viviendo en el pueblo de Srekor y se ganan la vida haciendo muebles con la madera sobrante de los trabajos que se llevan a cabo alrededor de la zona donde se está construyendo la presa.

  • 17 de agosto de 2016 – Pueblo de Srekor, Stung Treng (Camboya). Un niño juega con una bicicleta delante de su casa en el pueblo de Srekor. La aldea y sus alrededores pronto quedarán inundados a consecuencia de la construcción de la presa Sesan II.

  • 25 de agosto de 2015 – Pueblo de Srekor, Stung Treng (Camboya). Una casa abandonada en un pueblo destinado a ser inundado por el embalse Sesan II. La presa 400-MW –un consorcio formado por el empresario camboyano Kith Meng y la china Hydrolancang International Energy Co.– desplazará a más de 5.000 personas en el distrito de Sesan. Los estudios afirman que la obra podría tener graves repercusiones para la pesca y hacer pedazos las vidas de más de 100.000 habitantes aguas arriba y abajo de la construcción.

  • 16 de diciembre de 2016 – Poblado de Srekou II, Camboya. Thom ne, de 68 años, ha sido trasladada a Srekou desde su pueblo para dejar sitio a la presa Sesan. De momento no gana nada en su nuevo lugar de residencia, y ya ha gastado los 6.000 dólares que recibió como compensación por trasladarse y rehacer su casa.

  • 16 de diciembre de 2016 – Poblado de Srekou II, Camboya. El marido de Thom Ne con uno de sus hijos. Hace poco sufrió un infarto y se está recuperando poco a poco. La familia ha sido desplazada de su pueblo y ya ha gastado los 6.000 dólares que recibió como compensación por trasladarse y rehacer su casa.

  • 17 de diciembre de 2016 – Pueblo de Puk, Camboya. Pescadores y leñadores en un campamento temporal junto al Sesan II inferior.



Xayaburi, ¿una presa sostenible?


Mil doscientos kilómetros más al norte, siguiendo el curso del Mekong, entre abruptas carreteras de montaña llenas de revueltas -en Laos no hay ni un solo kilómetro de autopista–, se encuentra la zona de la presa Xayaburi. No está lejos de Luang Prabang, la encantadora “perla del Mekong”. Los numerosos controles dejan claro de inmediato el nivel de seguridad que rodea al proyecto.

“Nada de periodistas ni de visitas”, dicen los guardas invitándonos a que nos marchemos. Nos damos la vuelta y volvemos sobre nuestros pasos. En el pueblo de Xayabury nadie quiere responder a nuestras preguntas. Nadie sabe nada de la suerte que han corrido los habitantes de Houay Souy, uno de los primeros pueblos desalojados por las empresas constructoras y el Gobierno. El promotor de este proyecto de 3.800 millones de dólares es CH-Karnchang, un grupo tailandés de ingeniería que cuenta con el apoyo de diversos bancos de Tailandia. CH-Karnchang no ha respondido a los intentos del autor de este reportaje de solicitar una visita al sitio ni a las preguntas sobre la sostenibilidad de la presa.


El coloso de 820 metros de anchura y 33 de altura solo se puede ver de lejos. Con una capacidad máxima de producción de 1.285 megavatios, es uno de los proyectos que más preocupa a los agricultores, los políticos, los ecologistas y los geólogos. Xayaburi represará por completo el Mekong en uno de los puntos en los que este capta más agua. Alrededor del 95% de la electricidad que produzca (7.500 gigavatios al año) la comprará la empresa pública tailandesa Autoridad de Generación de Energía de Tailandia (EGAT, por sus siglas en inglés), que es también el cliente principal de las plantas hidroeléctricas de Don Sahong y Pak Beng.


“Uno de los impactos más importantes es la reducción de la cantidad de sedimentos ricos en nutrientes, lo cual tendrá repercusiones sobre la pesca y la agricultura de las comunidades que viven a lo largo del río y en los territorios meridionales del Mekong”, explica Tek Vannara, del foro de ONG, durante una larga entrevista en su oficina de Phnom Penh. Chris Barlow, experto en pesca del Centro Australiano para la Investigación Agrícola Internacional (ACIAR, por sus siglas en inglés), confirma el punto de vista de las organizaciones no gubernamentales. “Cuando las presas se hayan acabado de construir, el impacto sobre la pesca será inmediato, en particular en lo que respecta a la cantidad de peces disponible”, declara.


Pham Tuan Phan, presidente de la Comisión del Río Mekong, no comparte la postura de Barlow. “Los ecologistas tienen un enfoque radical y han decidido no participar en el proceso. Xayaburi es un proyecto estatal que ha recogido nuestras demandas para mitigar el impacto. Hay pasos para los peces con muchos “escalones” para permitirles remontar la corriente, en los que caben incluso los peces grandes, como el gigantesco panga, que mide tres metros de largo. Hay descargas, y las turbinas se han modificado para permitir el paso de las especies acuáticas”.

CH-Karnchang ha contado con la consultora finlandesa Pöyry Asia para que la asesore en la construcción de la presa con el fin de poner en práctica correctamente las peticiones de la comisión. En una declaración al autor de este reportaje, Knut Seirotzky, director de la sección hidroeléctrica de Pöyty Asia, afirmaba que “la planificación y la explotación del proyecto están diseñadas para cumplir con los estándares internacionales y las directrices de la Comisión del Río Mekong (MRC), así como con las leyes correspondientes de la República Democrática Popular de Laos y de Tailandia. La RDP de Laos tiene una de las legislaciones para la prevención del impacto social y medioambiental más avanzadas del sudeste de Asia”.


Sin embargo, el estricto secreto que rodea al proyecto, la falta de accesibilidad y el escepticismo de los ecologistas parecen contradecir estas promesas. “El proyecto será desastroso. Se verá en cuanto empiece a funcionar. En la práctica, el Mekong quedará dividido en dos”, vaticina Pianport Deetes con sarcasmo.


Vista aérea del pueblo construido por las autoridades para la recolocación de la población que vivía en el Bajo Sesan II, en la zona destinada a la presa Stung Treng (Camboya).

Don Sahong, un cementerio de delfines

Por 40.000 kip laosianos (cuatro euros), Suk Lang lleva a los turistas al centro del Mekong para que vean a los famosos delfines del Irawadi, un mamífero del que solo quedan 50 ejemplares en el mundo. Su barco zarpa del pueblo camboyano de Preah Romkel, en la provincia de Stung Treng. Recorre poco menos de un kilómetro y se detiene justo antes de entrar en territorio laosiano. Los militares observan distraídamente desde la distancia. El agua se encrespa y aparece la cabeza brillante de un macho. Acto seguido, otra cabeza de hocico romo color gris claro atraviesa la superficie. Y, por último, un tercero.

“Son los únicos que quedan. Han buscado refugio en esta poza, donde saben que nadie los toca”. El Consejo Provincial ha encargado a Suk, de 62 años, enjuto en su uniforme demasiado ancho, que vigile a los animales y evite que los turistas los molesten o que los cacen los furtivos. Sin embargo, ahora su enemigo es la presa Don Sahong, que empezó a construir en 2015 la empresa malaya MegaFirst y que está casi terminada. “¿Oyen el ruido? Está a menos de un kilómetro de aquí”, dice apuntando al plomizo cielo del norte.


Galería de fotos

  • 28 de agosto de 2015. Don Khon (Laos). Lugareños trabajando en los arrozales.

  • 15 de diciembre de 2016 – Preah Rumkel, Camboya. Los habitantes observan una parte de la ribera del río que se ha derrumbado hace poco. No está claro si el suceso tiene que ver con la construcción de la presa Sahon a un par de kilómetros de allí.

  • 15 de diciembre de 2016 – Stung Treng, Camboya. El guarda del río Sok Laing cuida de los delfines en su nuevo hábitat. Desde que se empezó a construir la presa, los animales se trasladaron fuera de su hábitat protegido.

  • 15 de diciembre de 2016 – Preah Rumkel, Camboya. Un pescador lanza la red en la poza a la que los delfines se han trasladado recientemente. Antes, el tramo entre Laos y Camboya era una zona protegida para los delfines del Irawadi que viven en el Mekong. El desagradable sonido de las explosiones cotidianas provocadas por los constructores de la presa Don Sahong ha empujado a los animales a aguas no protegidas.

  • 15 de agosto de 2012 – Chau Doc (Vietnam). Miembros de la comunidad cham de Cahu Doc preparan la comida para el último día del ramadán.

  • 16 de octubre de 2014 – Tram Chim (Vietnam). Un lugareño limpia y prepara el pescado para vender en el mercado local.

  • 8 de agosto de 2012 – Ben tre (Vietnam). Una mujer maniobra su barca a través de los intrincados canales de los alrededores de Ben Tre.

  • 15 de octubre de 2014 – Tram Chim (Vietnam). Tran Van Chu, un pescador local, saca la red del agua.

  • 15 de agosto de 2012 – Chau Doc (Vietnam). Trabajadores que van y vuelven del trabajo en un transbordador en el río River.

  • 20 de diciembre de 2012 – Svay Rieng (Camboya). Un grupo de jóvenes obreros es trasladado a bordo de una furgoneta a la fábrica de calzado Puma, en la provincia de Svay Rieng, en la frontera entre Camboya y Vietnam. El sector energético camboyano tiene que desarrollarse a gran escala si quiere satisfacer las necesidades de la comunidad y proporcionar una fuente de energía estable y asequible a posibles inversores. El Gobierno considera la central eléctrica una prioridad para el desarrollo del sector.

  • 10 de febrero de 2013 – Phnom Penh (Camboya) – Niños jugando en los tubos de una barca de drenaje de arena anclada en la península de Chroy Changvar, un estrecho entre los ríos Mekong y Tonle Sap en Phnom Penh. Los datos de Naciones Unidas muestran que, en los últimos ocho años, Camboya ha exportado 752 millones de dólares en arena a Singapur, pero Phnom Penh afirma que solo se han exportado cinco millones a la isla, que es el principal destino mundial de este material.

  • 6 de noviembre de 2014 – Koh Pdao, Kratie (Camboya). Un joven se prepara para darse un baño en las aguas frente al pueblo de Koh Padao.



Los delfines corren peligro de desaparecer para siempre. Y con ellos desaparecerá gran parte de los ecoturistas que vienen a verlos en el marco pintoresco de Kratie, donde el Mekong forma espuma y se vuelve blanco entre los rápidos. “El turismo significa la supervivencia para 600 familias”, explica Suk ajustándose la guerrera para subrayar la autoridad de su opinión. Las asociaciones ecologistas vienen de vez en cuando a protestar. Traen pancartas, eslóganes, canciones y dulces de miel para repartir entre los turistas. Pero en el otro lado, todo es silencio. Laos ignora toda petición de que se modifique el permiso. Tampoco en este caso la empresa permite que nadie se acerque. Para ver qué está pasando tuvimos que lanzar un dron desde la frontera, evitando a los militares para conseguir algunas imágenes en exclusiva.


“Si para los delfines del Irawadi no hay esperanza, ya que pronto se extinguirán, para los habitantes el verdadero problema es el pescado, que constituye la fuente principal de supervivencia de muchas comunidades”, señala Suk. Los ecologistas hacen hincapié una y otra vez en este riesgo. Uno de ellos es Chhith Sam Ath, director de WWF en el país, que cita numerosos informes científicos y evaluaciones de impacto que “muestran claramente que la presa causará daños incalculables a los peces de especies migratorias y afectará a la seguridad alimentaria de muchos pescadores al sur del dique”.

Un informe de la Comisión del Río Mekong publicado en 2015 afirmaba que llevar a cabo las 11 presas previstas podría suponer la desaparición de la mitad de la población de peces existente en el río en la actualidad. Esto afectará sobre todo a los peces de gran tamaño, que podrían extinguirse. Cientos de miles de habitantes se quedarían sin poder pescar en el río, lo cual supondría la pérdida tanto del alimento para su supervivencia como de su puesto de trabajo. El perjuicio para el desarrollo y el bienestar social del país sería enorme.




Mekong 2100



El Mekong ha bajado a un nivel récord, el más bajo desde que se registraron las primeras mediciones hace cientos de años. La estación seca de 2017 promete ser aún más severa que la del año pasado. A pesar de todo, este reportaje, para el que fue necesario más de un mes de trabajo de campo, no encontró ninguna prueba de que las presas se vayan a cerrar o a modificar, como demuestra el reciente anuncio de que dentro de poco empezarán los trabajos en la presa de Pak Beng, en Laos.

Aunque el Gobierno de Bounnhang Vorachith se ha mostrado dispuesto a incorporar algunos elementos de sostenibilidad en los diques del país, actualmente sigue faltando un estudio exhaustivo sobre el impacto conjunto de las 11 presas, además de los casi 28 diques en territorio chino, a lo largo del curso del Mekong. La práctica totalidad de las ONG entrevistadas denuncian que las modificaciones de los diques en construcción son “insuficientes y no se basan en una investigación sólida”, y que constituyen “una condena para muchas poblaciones indígenas que viven en las riberas del río”.


Hay diversos factores externos que también se deberían tomar en consideración. El impacto del cambio climático está haciendo que se derritan los glaciares de la Meseta tibetana, lo cual aumenta la intensidad de las precipitaciones que alimentan el río. Las inundaciones serán más frecuentes en la estación de lluvias, mientras que, en la seca, el agua escaseará, lo cual no hará sino agudizar las tensiones relacionadas con el agua que la presa retirará del cauce natural del río.


Otro factor es el aislacionismo de la comunidad internacional practicado por muchos Gobiernos de la zona. Según Rémy Kinna, analista de la consultora mundial Transboundary Water Law (TWL), “hasta la fecha, Vietnam es el único país que ha ratificado la Convención de Naciones Unidas sobre los Cursos de Agua, un mecanismo legal a escala mundial destinado a facilitar la gestión justa y sostenible de los ríos y los lagos transfronterizos".

La ausencia de un marco común ha hecho que los países estén poco dispuestos a la negociación política y hayan dejado las cuestiones técnicas y analíticas en manos de la Comisión del Río Mekong, que no tiene poder para tomar decisiones colectivas.


El porvenir de la zona es incierto. “La futura escasez de agua amenaza con ralentizar el sector clave para paliar la pobreza, que es la agricultura”, dice Brahma Chellaney, analista geopolítico y autor del libro Water: Asia’s New Battleground [El agua, nuevo campo de batalla de Asia]. “El agua se está convirtiendo cada vez más en un factor determinante a la hora de distinguir si los países están avanzando hacia el desarrollo cooperativo o hacia la competencia destructiva”. En opinión de Chelanney, China es el que tiene más influencia porque controla la Meseta tibetana, que es la fuente principal de alimentación de los ríos de Asia, el Brahmaputra y el Ganges. Asimismo, el país proporciona apoyo al desarrollo hidroeléctrico de Laos.

“Si los nuevos proyectos en el Mekong traen consigo crisis hídricas, como hemos visto en el pasado, las tensiones entre los países se intensificarán. Eso podría frenar el desarrollo, poner en peligro la seguridad alimentaria y provocar migraciones en masa desde las zonas que sufran los peores efectos. La paz en Asia corre peligro. En consecuencia, se impone invertir en cooperación institucional en materia de agua para fortalecer el trabajo sobre los recursos hídricos transfronterizos”.


Mientras tanto, Je Srey sigue en su pueblo, cavando la tierra y esperando que el agua empiece a subir. Sus vecinos fuman en las escaleras, mientras un padre vierte agua ceremoniosamente en la cabeza de su hija. Se asoma el monje budista que cuida la pagoda local. "Pol Kong", dice presentándose a sí mismo. Dirige la mirada a la distancia, en dirección al río, y sacude la cabeza. “Los constructores de la presa ya han levantado un nuevo templo para congraciarse con Buda. Pero el budismo enseña que los que construyen mal, en la próxima vida nacerán mal. Si una persona quita el agua a los peces, en la próxima vida será un pez sin agua”.


TEXTO:   Emanuele Bompan

FOTOGRAFIA y VIDEO:   Thomas Cristofoletti

VIDEO:   Camilla Minarelli

MAPAS:   Riccardo Pravettoni

PAGINA WEB:   Gianluca Cecere


AGRADECIMIENTOS:


POR SU APOYO


POR LA COLABORACIÓN

Marirosa Iannelli, Universidad de Génova


Traducción al español

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