Es un término que engloba a más de 200 enfermedades en las que células crecen y se replican fuera de control. Esas células anormales pueden surgir en cualquier parte del organismo, después invaden y destruyen otros tejidos mediante metástasis.
Los carcinógenos se pueden dividir en tres grupos: físicos, como los rayos UV, rayos X, entre otros; químicos, como el humo de cigarro o el arsénico, y biológicos, por virus, bacterias o parásitos. También hay factores genéticos que predisponen a ciertas personas.
La quimioterapia y la radioterapia, que intoxican a las células cancerígenas para matarlas, son las técnicas más utilizadas, más efectivas y más agresivas con los pacientes. Recientemente, se han desarrollado tratamientos biológicos como las inmunoterapias, una alternativa que usa el sistema inmune del mismo paciente para combatir el cáncer. Esto se puede lograr al estimular el cuerpo del paciente o con compuestos químicos creados en laboratorios. Las inmunoterapias no son nuevas, pero los avances han abierto nuevas perspectivas para quienes atienden y padecen cáncer. Estos son tres ejemplos:
Una de las hipótesis más controvertidas dentro del estudio del cáncer es que existen células madre o troncales, que son el origen de tumores malignos y que suelen pasar desapercibidos a la radio y la quimioterapia porque se reproducen más lentamente y son muy parecidas a las células benignas. Esto causa que el cáncer vuelva a aparecer después de someterse a los tratamientos tradicionales y se han visto casos en los que el cáncer que vuelve a aparecer es resistente a las quimioterapias.
Los investigadores han diseñado anticuerpos, que reconocen a las células que conforman a “la raíz” del cáncer y evitan que se regenere. Al menos cinco laboratorios han ralentizado la regeneración de distintos tipos de cáncer y, en algunos casos, la combinación con quimioterapia ha erradicado por completo las células cancerígenas. Esta técnica ha sido particularmente exitosa en casos en el páncreas y los pulmones, pero sigue en fase experimental.
Un grupo de investigadores de Australia y los Países Bajos desarrollaron el pembrolizumab (Keytruda, como nombre comercial), un medicamento que ayuda a disminuir el tamaño de los tumores y a prolongar la vida de los pacientes en etapas avanzadas de la enfermedad. Esto se logra al inhibir ciertos puntos de control del sistema inmune, que son mecanismos que impiden que la respuesta del cuerpo sea demasiado intensa. Keytruda se inyecta como una vacuna y libera “los frenos” para que el sistema inmune ataque a los tumores.
Este medicamento ha sido aprobado para su venta comercial en Estados Unidos, se ha utilizado para tratar melanoma en metástasis y tiene una tasa de supervivencia de 22%. En esa fase del cáncer, alternativas como la cirugía ya no están al alcance del paciente. Genera memoria en el organismo en algunos casos, por lo que el cuerpo responde ante nuevas amenazas, incluso después de que se dejó de tomar el medicamento. Se ha aplicado también en cáncer pulmonar de células no pequeñas y en combinación con la quimioterapia para carcinomas en la cabeza y el cuello. Otras vacunas tienen funciones similares para otros tipos de cáncer.
Investigadores alemanes presentaron en julio pasado un método apodado caballo de Troya, en el que se inyectan nanopartículas para estimular una respuesta del sistema inmunológico, como cuando se contrae una infección de un virus en el ambiente, e intensifican el ataque a tumores malignos. El caballo troyano está compuesto de nanopartículas que contienen ácido ribonucleico (ARN) específico del cáncer, que permiten al sistema inmune identificarlo. El cuerpo ataca al cáncer como cualquier patógeno o elemento ajeno al organismo y permite erradicarlo.
Las nanopartículas se han convertido en varios casos en verdaderos misiles teledirigidos, que funcionan como vacunas. Aunque los autores del estudio han asegurado que puede aplicarse potencialmente a cualquier tipo de cáncer, la comunidad científica ha sido tan optimista como escéptica sobre esta terapia, ya que los primeros resultados solo se probaron en tres pacientes con la posibilidad de que se estudie en más. Las primeras pruebas son alentadoras, pero se necesitan más pruebas concluyentes sobre el éxito de esta técnica, según la revista Nature.
