EL PAÍS

Hoteles de Madrid

Con el Ritz se abrió la veda. La cadena asiática Mandarin Oriental, aliada con el fondo saudí Olayan Group, pagó en abril 130 millones de euros por el primer gran hotel de lujo en Madrid y prometen invertir 90 millones más en su reforma a partir de 2017. El propietario del Villa Magna, el millonario portugués Queiroz Pereira, negocia su venta por 180 millones de euros con el primer accionista del Banco Sabadell, Jaime Gilinsky. Los consultores del sector dan por hecho que quien pague 330 millones se queda el Palace. La crisis es historia en los hoteles de hiperlujo en Madrid. Los tres grandes prevén subir tarifas y ocupación en los próximos años a la espera de que aterrice en la capital otro gigante del sector, la cadena Four Seasons.

El primer gran hotel de Madrid se levantó en 1910 para estar a la altura de los lujosos establecimientos de Londres o París. El rey Alfonso XIII, a la vuelta de una gira por el viejo continente, reclamó un establecimiento digno de acoger a la realeza europea y a los grandes hombres de negocios. Se levantó sobre los terrenos del circo Hipódromo. Hoy el Ritz es propiedad de un fondo saudí que planea su remodelación para devolverle la hegemonía en la capital. Quienes planean la reforma han recibido instrucciones claras: “Diseñadlo como si el dinero no fuese un problema”.

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Edificado enfrente al Ritz dos años después, dobló en habitaciones a su principal competidor. Costó 70 millones de pesetas de 1912 y su primer morador, el belga Leopold Ghende, pagó por su estancia siete pesetas y 50 céntimos. Ha sido tradicionalmente el hotel de los artistas. Sobre las paredes de una de sus suites hizo garabatos Dalí. Tras sucesivos cambios de propiedad en 2001 incorporó el apellido Westin, de la cadena que lo gestiona.

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El sueño más caro de Madrid. Hacer noche en la suite presidencial del Villa Magna sale por 16.000 euros. El año pasado estuvo ocupada una de cada cinco días. El hotel lo edificó en 1972 un grupo de inversores españoles, pasó por manos de un fondo japonés y hoy la propiedad la tiene el millonario portugués Queiroz Pereira. En 2013 volvió a los números verdes, tras varios ejercicios de pérdidas. Desde entonces está en venta. El mejor colocado es el millonario colombiano Jaime Gilinsky. Su “política de discreción extrema con sus clientes” impidió a EL PAÍS grabar en sus instalaciones.