Si la historia de Pepe, Piti y los Antonios te ha hecho pensar y tú también quieres ayudar a esta causa para cambiar el mundo
Hoy es tu padre, tu suegra o tu abuelo; mañana serás tú, seremos todos. La jubilación es un deseo lejano mientras trabajas y casi un vahído vital cuando dejas de hacerlo. De la fiesta del ocio y descanso que vende el Imserso se pasa al miedo a la soledad, al luto laboral que te espera al cambiar la nómina por una pensión. Y eso no es lo peor. Un dato: según el INE, cuatro de cada diez hogares españoles están habitados por mayores de 65 años que viven completamente solos. Y la estadística no parar de crecer.
Pepe, Piti y los Antonios son cuatro jubilados que han afrontado el vértigo que deja esa exclusión laboral sintiéndose aún más útiles que cuando exportaban carne a miles de personas, servían decenas de comidas al día en su restaurante o incluso gestionaban residuos radiactivos para Enresa. Basta ver sus caras cuando acompañan a la farmacia o regalan un paseo y un par de chistes a José Sánchez Medina, uno de los usuarios en riesgo de exclusión social a los que dedican ahora su tiempo: “¡Pero si las medicinas suelen ser para ti!”, contesta José entre risas. A José le dio un ictus hace unos años, vive solo y necesita ayuda para todo, también para reír.
Ese buen rollo no se abandona nunca cuando están juntos. Tampoco cuando les invitamos a charlar sobre jubilación y voluntariado, a pesar del arbitraje de las cámaras. Entre chascarrillos, discusiones y anécdotas de abuelo cebolleta (algunas, irreproducibles) consumen su tiempo con personas que no pueden salir solas de casa. Y que dentro también están solas, tan solas que se mueren. Porque la soledad mata.
Ellos son parte de las más de 1.900 voluntarias y voluntarios (el 70% son mujeres) de la ONG Desarrollo y Asistencia, una organización que ha ayudado a más de 22.000 personas gracias, entre otros, a jubilados que sienten la necesidad de devolver a la sociedad parte de lo que han recibido y sin esperar la nómina de siempre a cambio. Pero tiene trampa. Este último contrato lleva una cláusula que les compensa con creces. En realidad, ellos cuidan y a la vez son cuidados. “Te cambio mi soledad por un voluntariado”. Parece un buen trato.
El momento del cambio
Cualquier cosa puede desencadenar o servir de excusa para encontrar la motivación. El hígado, por ejemplo, sirvió a Antonio Raimondo para enfocar la vida bajo otro prisma durante los tres meses que le castigó la hepatitis. A partir de entonces, ha dedicado su vida a los demás: “No vale una o dos horas al día; ser voluntario lo lleva uno ya implícito…”, comenta.
Otras veces el proceso es aún más reflexivo. De toda una vida. Décadas viajando, comparándote con los demás, viendo la suerte que tienes. Para Antonio Castillo ha sido un acuerdo vital, un préstamo que ahora le toca reembolsar. “Tengo la necesidad de devolver a la sociedad lo mucho que me ha dado”.
Pepe Jiménez se encontró con el voluntariado de una forma más natural, justo cuando se dio cuenta de que no tenía nada que hacer. Al borde de ese precipicio de incertidumbre que desencadena muchas de las depresiones de nuestros mayores. Mucho trabajo que desapareció de golpe con la jubilación: “Cuando le conté a mi hija lo del voluntariado tenía sus dudas: ¿estás seguro?, ¿te ves capaz? Hoy todo son felicitaciones y mucho orgullo”.
Pepe es responsable de la coordinación del programa de atención domiciliaria de la ONG y, a la vez, uno de esos voluntarios. Asigna las parejas que hacen las visitas a domicilio: “Hoy somos todo hombres porque es el usuario el que elige quiénes serán sus acompañantes. Hay mujeres, matrimonios, voluntarios jóvenes... depende de la elección del beneficiario”.
Pepe es economista “de los malos”, como él mismo confiesa. Cuarenta años dedicados a la distribución informática que dejan huella hasta cuando ya no trabaja. Muchos de los ordenadores o impresoras de la ONG son donaciones conseguidas a sus antiguos clientes.
Pero las motivaciones no son siempre las mismas. Para Primitivo Martín, Piti para los amigos, la transformación personal le vino tras rememorar una tragedia. Su hermano sufrió un accidente de joven y tuvo que hacerse cargo de sus cuidados. Siempre estaba impaciente, siempre esperando su ayuda y cariño. Al jubilarse recordó la cantidad de hijos únicos que habría por el mundo en peores condiciones. Levantó el teléfono y se apuntó a Desarrollo y Asistencia.
Pasear sin ir a ningún sitio
Los “jubilados” (así los llamamos en el equipo de producción desde que les hacemos el seguimiento) son todos abuelos entrañables, de esos que no saben pasear sin ir a ningún sitio, de agenda llena, de usar diariamente el despertador… Pero que no saben nada de memes, trending topics o youtubers. Es lo normal y ni falta que les hace: “Hoy en día estamos en la época de las comunicaciones y nunca ha habido más incomunicación. El poder dialogar con sosiego, sin prisas… Es muy interesante”, comenta Antonio Raimondo.
Y es lo que encuentran cuando ejercen este voluntariado recíproco un par de veces por semana, conviviendo con personas con discapacidad, enfermos en situación de exclusión social o incluso con otros jubilados que coquetean con la depresión desde la soledad. Algunos de estos acaban también con el carné de voluntario.
Parece que esta misión bilateral funciona. Sin casi conocerse, ahora los cuatro son inseparables. Pasan el día juntos, se van de cañas quitándose tropecientos años de encima, se divierten, se pelean... pero, sobre todo, se implican con la ONG. Tanto que a veces les duele: “Yo tenía un usuario muy culto, le gustaba mucho leer, el ajedrez, viajar... En un viaje que hice a Pompeya me pidió fotos para comentar. Cuando fui a dárselas se puso malito y al día siguiente murió. Nunca se las pude entregar. Todavía las tengo y se me saltan las lágrimas cuando lo recuerdo”, confiesa Antonio Castillo, el ingeniero.
El compromiso emocional es un riesgo, pero es parte del juego de vida, dentro y fuera de la ONG. Alguna vez (las menos) el usuario es tan arisco, tan complicado, que es imposible llegar a ese compromiso y hay que dejarles en manos de especialistas. Pero lo normal es que los beneficiarios saquen lo mejor de cada voluntario y este acabe haciendo cosas que no hacen ni para su familia. “Eso te transforma, te descubre”, comenta uno de ellos.
Pepe, Piti y los Antonios no son superabuelos, no tienen superpoderes ni una formación o habilidad especial para regalar su compañía a quien solo tiene tiempo. Ellos pueden ser tu padre, tu tía o tu suegro. ¿Por qué no?
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Contenido adaptado del vídeo de Pepe, Piti y los Antonios
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Según la OMS, en 2050 habrá más de dos millones de personas de la tercera edad, ¿dando de comer a las palomas?
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Pepe, los Antonios y Piti decidieron emplear su jubilación para acompañar a personas mayores. Hoy, más de mil voluntarios se unen a ellos en su labor.
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(Pepe) Cuando yo vi que se me venía encima la jubilación y terminaba mi vida laboral, me amargaba bastante pensar qué iba a hacer con mi tiempo.
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(Primitivo) De estar ocupado 12 horas todos los días a decir: “Bueno, ¿mañana, qué? ¿Pasear sin ir a ningún sitio?” Eso yo no lo se hacer.
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(Primitivo) Tenía un hermano mayor que yo, tuvo un accidente. Entonces dije: “Joer, está deseando que vaya a buscarle”. Y como él tiene que haber muchos más.
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(Antonio) Entonces empiezas a enfocar la vida bajo otro prisma.
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(Pepe) Nuestra ONG Desarrollo y Asistencia, en el programa en que nosotros estamos metidos, se llama de domicilio y asistimos a personas que nos pueden necesitar como es el caso de José.
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(José) Me dio un ictus y aquí estoy. Gracias a ellos voy a desayunar, voy a la farmacia, voy al médico.
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(Antonio) Vamos a la compra, le llevo el carrito.
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(José) Siempre he hecho las cosas yo solo.
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(Antonio) Las primeras veces no me dejaba llevar el carro y venía yo cargado como una mula y digo: “Ni hablar”.
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(Primitivo) Uno de los problemas muy importantes que tiene el usuario es la soledad.
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(Antonio) Realmente estamos en la época de las comunicaciones y nunca ha habido tanta incomunicación.
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(Primitivo) Es tener a alguien con quien hablar, es tener a alguien con quien discutir.
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(José) Claro, al final, pues sabes de su familia, saben de la mía.
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(Antonio) Se produce una unión que normalmente no se verifica en otros ámbitos, a los dos o tres días es como si los conocieras de toda la vida.
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(Pepe) Y son nuevos amigos.
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(Antonio) Hasta les castigo con las fotos de mis nietos.
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(Antonio) Aparte de la amistad y la compañía, pues muchas veces ya no es que le acompañes tú a él, es que él te acompaña a ti también.
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(Antonio) Tienes que trascender de tus propios gustos, a ver lo que vas a conseguir a cambio y lo que vas a aportar a cambio.
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(Antonio) Yo creo que es una transferencia mutua de experiencias.
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(Primitivo) Eso te reconforta, a mí me llena.
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(Pepe) Seguimos necesitando muchos voluntarios.
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(Primitivo) Si tienen tiempo y les gusta hacer algo por los demás.
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(Pepe) Que no se lo piensen.
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(Antonio) Hay momentos duros pero hay momentos inolvidables.
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(Primitivo) Es una oportunidad muy buena y muy satisfactoria.
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