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“El peor gobierno fue el de Esperanza Aguirre”

José Molina acaba de presentar el libro ‘Vallecas en lucha’ donde repasa alrededor de 30 años de reivindicaciones vecinales del barrio obrero de Madrid

Pepe Molina, autor del libro "Vallecas en lucha", posando en la calle Alcalá.
Pepe Molina, autor del libro "Vallecas en lucha", posando en la calle Alcalá.Kike Para

José Molina Blázquez (Madrid, 74 años), más conocido por Pepe Molina, es presidente de la Asociación Vecinal de Palomeras Sureste y lleva toda su vida dedicada a su barrio. En su libro Vallecas en lucha, recoge sus vivencias durante 30 años de acción vecinal, iniciativas populares y de algunos de los momentos que fueron transcendentales para la transformación de Vallecas como el plan para la vivienda. Todo ello lo compaginaba con su trabajo en la Comunidad de Madrid. “Yo distingo del trabajo de pelas del que hacía en las asociaciones”. En la actualidad está jubilado y se dedica a salvaguardar y recopilar la documentación de aquella época.

¿En qué se fundamenta la histórica lucha de Vallecas?

Desde siempre ha estado muy unido. En la época del franquismo, la iglesia jugó un papel importantísimo en Vallecas destacando a José María de Llanos. Las asociaciones nacieron en las parroquias porque eran las que tenían locales. Era el único sitio donde podías reunirte con 10 personas en la época de la dictadura. Además, había gente que, sin tener ninguna base de nada, se ponía al frente de movimientos vecinales como Rafael Fernández Hijicos. Cuando vio que había problema de que las viviendas se cayeran, aprendió a leer y escribir para poder meterse en política y llegó a ser presidente de la asociación de vecinos.

¿Qué queda de ese Vallecas que narra en el libro?

Queda la gente que ha luchado. Los problemas más gordos se han resuelto como la vivienda y el urbanismo. Se reconstruyeron cerca de 12.000 viviendas, eso no lo ha hecho nadie. También la línea 1 del metro, para la que hicimos una cadena humana desde Villa de Vallecas hasta la Junta Municipal de Puente de Vallecas. Al final conseguimos que vinieran hasta los Reyes a inaugurarla. Hay una conciencia social importante. La gente sigue sensible a los temas laborables, empleo y medio ambiente.

¿Qué diferencia a Vallecas del resto?

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Es un barrio muy trabajador. Aquí vino gente de muchas provincias de España que busca una vida mejor. Algunos eran represaliados del franquismo. Hasta el 1968, que empezó la actividad política, estaban callados. La gente no tenía luz y se iluminaba con carburo, era todo barro por las calles, casi no había colegios ni centros de salud. La gente empezaba a trabajar en fábricas de Villaverde, algunas mujeres en servicio doméstico y así era la vida. Todo cambió con la remodelación de las viviendas. Eran casas bajas, con problemas de humedad y sin cimientos. Como mucha gente se dedicaba a la obra, lo que hacían era reformarla.

¿Cómo fue el inicio asociativo en el barrio?

Íbamos a todas las casas para convencer a la gente de la importancia que tenía estar juntos. Así empezaron a surgir problemas que se intentaban arreglar. En torno al 68 se empezaron a crear las primeras cooperativas de profesores en Palomeras Bajas. En Palomeras Sureste había casas-escuela que era lo más normal. Hacíamos huelga de transportes y alimentos. Cuando se murió Franco estábamos en plena batalla por la vivienda e hicimos manifestaciones. Con Arias Navarro montamos una concentración en el cine Alcalá y la reprimieron a lo bestia.

¿Con qué gobierno ha sido más fácil entenderse?

Con el de Tierno Galván. Aunque yo me he peleado con todos desde Leguina. Éramos compañeros porque trabajaba en la Comunidad de Madrid y al mismo tiempo me enfrentaba con ellos. Yo lo tenía claro, primero hay que defender tus ideas y para ello hay que pelear, pero también hay que saber negociar y ceder. El peor gobierno ha sido la época de Esperanza Aguirre porque quiso cargarse la dinámica de las asociaciones vecinales. No es tema de ideologías, porque con Gallardón conseguimos acuerdos como el plan 18.000 millones para Vallecas. Nos sentó con todos los consejeros y podíamos gastar ese dinero para mejorar el barrio.

¿Qué capítulo incluiría de estos años?

Me gustaría resolver el tema de Valdemingómez. Habría que desmontarlo porque afecta a muchos barrios por los olores y enfermedades. También el tema del empleo. Cuando he visto las manifestaciones por Pablo Hasel, entiendes que hay una frustración en la gente joven que se mueve en ellas. No comparto el vandalismo y los que lo hacen tienen que pagar.

También está el problema de la Cañada Real.

La Cañada Real lo denunciamos desde hace muchos años, cuando se empezaron a crear barrios de chabolas. No hay respuesta al tema de infravivienda en Madrid. Las administraciones se hacen las locas hasta que eso explota, que es lo que pasa ahora.

¿Qué le debe Madrid a Vallecas?

Madrid se ha construido por los obreros de la construcción de Vallecas. Muchos trabajadores provenían de aquí. Lo que más debe es la vitalidad y la conciencia de barrio. Eso es lo que ofrecemos al resto. Ser como un marco de referencia.

El Gallo vallecano

En sus reivindicaciones, el movimiento vecinal vallecano utilizaba el ingenio para no aburrir a la gente, así han quedado para el recuerdo como la cadena humana que pedía extender la Línea 1 del suburbano. Sin embargo, lo que más recuerda es el Gallo vallecano, un cabezudo que perseguía a Gallardón cada vez que hacía un acto. “Se utilizó como un elemento de presión para que se sentara con nosotros para hablar de la droga”. Finalmente lo consiguieron y de ahí salió el plan 18.000.

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