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La pedida de mano acaba en el tanatorio

Un incidente absurdo entre dos invitados a una fiesta prenupcial termina con dos muertos y varios heridos en un pueblo de Madrid

Una empleada limpia el interior de la cervecería Layso, donde se originó la pelea entre las dos familias y donde se estaba llevando a cabo la pedida de mano de los novios, el martes en El Álamo.
Una empleada limpia el interior de la cervecería Layso, donde se originó la pelea entre las dos familias y donde se estaba llevando a cabo la pedida de mano de los novios, el martes en El Álamo.DAVID EXPOSITO
Juan Diego Quesada

El salón estaba decorado con los retratos de dos leyendas del Salvaje Oeste, el pistolero Wild Bill Hickok y el jefe comanche Diez Osos. Nada extraño en un pueblo de Madrid que se llama El Álamo, al igual que el lugar donde cayó en combate el aventurero Davy Crockett durante un asedio. Esa noche, la de la pedida de mano, los novios bailaron al compás de las palmas de los invitados. Soraya llevaba un hermoso vestido amarillo de volantes e Ismael unos pantalones azules y una camisa blanca impecable que resaltaba su piel morena y tatuada. Estaban radiantes, jóvenes, inmortales. El que debía de ser un momento del que presumir en la cuenta de Instagram que se habían abierto juntos —el verdadero anillo de compromiso de este tiempo— acabó convertido en un drama lorquiano. Tras la fiesta esperaba el cementerio.

Un incidente absurdo entre dos de los invitados a cuenta de quién debía tocar uno de esos teclados electrónicos que usan grupos como Camela o Mecano derivó en una pelea violenta. Los hombres que discutieron por el instrumento se retaron a golpes en la puerta del lugar, la cervecería Layso, un negocio en mitad de un polígono de talleres de coches y refracciones. Era casi la medianoche del domingo. Miembros de una y otra familia se unieron a la trifulca y, en cuestión de minutos, aquello fue una batalla campal con más de 100 implicados. La noche acabó con varios heridos, al menos uno de ellos grave, y dos asesinados en una cuneta. La unión de dos familias terminó en tragedia. Los parientes del novio, feriantes de profesión, recogían este martes a toda prisa las caravanas en las que viven en el campo y las atracciones que pasean por pueblos para esconderse en algún lugar donde no los encuentren. Los de la novia, un conocido clan de Vallecas, reservaron la sala 41 del tanatorio sur para velar los cadáveres de los suyos.

Veinticuatro horas antes de la fiesta, Ismael, un chaval de padres búlgaros que estudió en el instituto público de El Álamo, anunciaba al mundo a través de sus redes sociales que se había comprometido con Soraya, una adolescente. “Te amo por encima de todo”, escribía sobre una foto, tapándose el rostro con una mano, dejando ver solo el perfil de ella. Más que verles se les intuye. El padre del novio, uno de los patriarcas del campamento que tienen levantado los feriantes en las afueras del pueblo, junto a un río, acordó los detalles de la pedida con el dueño del Layso, Adolfo Juan. Era un bar al que iban con frecuencia, ahí los trataban bien. Es verdad que el dueño se hacía el remolón cuando le pedían flamenco, pero por lo demás todo bien. Convinieron en que cantarían y bailarían en el interior del local hasta las doce y después harían una barbacoa en la entrada, con sillas y mesas de plástico. Si todo salía bien, el propio Juan sería el encargado de celebrar el banquete de la boda en alguna nave de por aquí. Se preveían más de mil invitados.

Agentes de la Guardia Civil custodian la retirada de los feriantes, que abandonan su poblado por miedo a represalias tras las dos muertes ocurridas durante la pedida de mano, este martes. En vídeo, los testigos reconstruyen el incidente.Foto: ATLAS | Vídeo: DAVID EXPOSITO

Los invitados comenzaron a llegar sobre las siete de la tarde. Llegaron con diez botellas de alcohol y toneladas de refresco. Muchos eran religiosos y abstemios. Los hombres ocuparon el interior del local y las mujeres las mesas de fuera, donde el calor abrasaba. Adolfo de Juan era el único camarero que servía detrás de la barra. Recuerda que los novios iban guapísimos y se les intuía felices. La gente charlaba sin mayor preocupación. Nada hacia presagiar lo que estaba por ocurrir, la trifulca por el organillo. Pero ocurrió: “Me toca a mí”, “no, en realidad es mi turno”, “déjame tocar esta canción”, “no que esto es de mi primo”, “no tienes ni idea, quita de aquí”. La pelea, al inicio, parecía civilizada. Para no arruinar la celebración, se citaron en la entrada. Bill Hickok y el jefe comanche no vieron nada.

Fuera todo se desmadró. Adolfo de Juan, parapetado tras la barra, vio golpes, vallas de una obra cercana volando, piedras y palos. Escuchó dos detonaciones que identifica con disparos, aunque no puede asegurarlo porque no es un experto en armas. De repente, un coche aceleró a toda velocidad por la avenida y fue a estrellarse contra varios cuerpos. De Juan escuchó el sonido de la chapa abollada. Al menos tres hijos de un patriarca de los feriantes, El Albino, resultaron heridos. De ahí se deduce que el conductor era de Vallecas, pariente de la novia. A toda prisa, los propios familiares llevaron a los heridos al hospital de Móstoles, el más cercano. En ese momento llegó la Policía Local del pueblo, que intentó calmar la situación, pero se vio superada en número y adrenalina.

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Más tarde llegó la Guardia Civil y los asistentes a la fiesta comenzaron a dispersarse. Toda esta sucesión de hechos apenas duró 20 minutos. Suficientes para generar un odio visceral entre las dos familias. Ismael y Soraya, según algunos de los presentes, evitaron inmiscuirse en la pelea y se refugiaron en el restaurante gallego de al lado. Contemplaron la trifulca a través de las enormes cristaleras del lugar.

Hasta ahí, la crónica de una pedida de mano que acabó de mala manera, pero lo peor estaba por llegar. Jessica Marques y Antonio Hag, una pareja primos de la novia, fueron brutalmente atropellados en el arcén de una carretera cercana, a un kilómetro y pico de la celebración. También arrollaron a una muchacha de 18 años que los acompañaba, que se encuentra hospitalizada en estado grave. La policía encontró los cuerpos de las dos mujeres a las 8.20 de la mañana. El cadáver del hombre no se halló hasta las 11.00, escondido entre los matorrales que crecen junto a la carretera. Su familia los veló juntos en el tanatorio sur de Madrid. El lugar estaba tomado por la policía para evitar más enfrentamientos entre las dos familias. Todavía se desconoce el número de detenidos porque la causa es secreta.

Los familiares del novio llevaban dos décadas en El Álamo, procedentes de Bulgaria. Compraron un terreno rústico donde se asentaron con caravanas y casas prefabricadas. Una orden judicial reciente les obligaba a abandonar el lugar. Sus disputas con la compañía eléctrica por el uso de la luz eran bíblicas. Llegaron a integrarse en la vida del pueblo, donde algunos se instalaron. Los niños iban al colegio, compraban en las tiendas, hacían vida en los bares, como cualquiera. En alguna ocasión los alcaldes de la zona les propusieron introducir otras atracciones distintas a las suyas en las ferias de los pueblos. Los empresarios ambulantes apelaron a la ley no escrita del feriante. O ellos o nadie. No se habló más.

Para llegar a su campamento hay que estar atento en la carretera a la aparición de un gorila gigante de hierro que en su día debió de ser una atracción de feria. El gorila emerge amenazante entre la maleza. Se golpea el pecho como King Kong. Quizá sea el propio King Kong. Enfrente, un caminito de tierra lleva hasta las parcelas de los feriantes. El lugar estaba custodiado este martes por la Guardia Civil, que vigilaba la entrada y salida de coches. Parientes dispersos por toda España han viajado para escoltarles en el camino a algún lugar secreto, ocultos de los que claman venganza. Un joven rubio subía a un remolque una atracción oxidada.

—Hemos venido a echar una mano.

Se quedó en silencio, pétreo. De aquí no iba a surgir una gran amistad.

—¿Se sabe qué ha pasado con los novios?

El chico se encogió de hombros.

Adolfo de Juan, dueño del bar en El Álamo, atiende a los medios de comunicación el martes.
Adolfo de Juan, dueño del bar en El Álamo, atiende a los medios de comunicación el martes.DAVID EXPOSITO

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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