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“Tú te vacunas por el bien colectivo; no por ti”

La enfermera Maria Bonich, directora del CAP Sanllehy, teme otra ola de covid si con la relajación de las medidas se descuida la autoprotección

En la imagen la enfermera Maria Bonich, directora del Centro de Atencion Primaria Sannlhey de Barcelona.
Àngels Piñol

Maria Bonich Piqué, de 42 años, tuvo la certeza de que algo muy “gordo” estaba pasando cuando como, cada día, se subió a su moto en Viladecans, su municipio, y condujo media hora hasta el CAP Sanllehy, cruzándose con unidades y tanques del ejército. El coronavirus había irrumpido con virulencia e imperaba el primer confinamiento. Fue para ella la imagen de un antes y un después de algo que ha sacudido y cambiado la vida de todos. Tras dejar atrás la quinta ola de la covid, Bonich, directora del citado CAP —es una de las pocas enfermeras que dirige uno en Barcelona— vaticina una sexta si con el levantamiento de las restricciones no hay un esfuerzo individual por respetar la distancia social, la higiene de manos y el uso de la mascarilla.

“La pandemia es un maratón de kilómetros. Y vamos saltando etapas”, explica. “Ahora tenemos que lograr un porcentaje de población vacunada. Pero nos queda mucho recorrido. Es como cuando sufres una patología y necesitas tiempo de recuperación”, afirma Bonich en el despacho donde atiende a los pacientes. Es jueves y el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña acaba de tumbar el toque de queda. “Bueno”, dice, “todo dependerá de la vacunación y la generosidad de la gente. El inicio del curso escolar será importante. No es lo mismo empezar con un porcentaje de niños de más de 12 años vacunados a diferencia de hace un año”.

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Zarandeada por la covid, la primaria ha estado en primera línea combatiendo la pandemia y subida a una montaña rusa con las subidas y bajadas de casos. Este jueves de agosto hay poca gente en el CAP, donde trabajan 42 personas para una población de 22.000 vecinos. La carpa del patio para atender la covid está vacía, pero en julio vivió colas de cientos de personas con síntomas para hacerse pruebas. Tras la reapertura de Sant Joan, Bonich temió un rebrote pero no con esa virulencia. “El virus va mutando y si no tomamos medidas de distancia social e higiene volvemos a caer. Nos pilló ya muy cansados y con mucho desgaste. Temimos casi quedarnos sin vacaciones”, dice.

Asumiendo que lo peor ha pasado, Bonich retiene varias imágenes de los primeros momentos de la pandemia cuando atendían en el CAP a los casos leves y moderados de covid. Cita la angustia del principio de no conocer al virus y el miedo de llevarlo a casa: “Había profesionales que cuando nos poníamos los EPI se desmontaban por miedo”. Algunos de sus compañeros tuvieron que aislarse y alquilar un piso. No fue su caso pero cuenta que se duchaba en el CAP y cuando llegaba a casa decía a sus tres hijos: ‘¡No me toquéis!’. O cómo en una reunión virtual con su equipo trasladó que buscaban personal para cuidados paliativos fuera del CAP aunque al final no fue necesario. O cómo entraban en una residencia con los EPI —”Parecíamos de la película ET”— y decían a los abuelos que no se asustaran. “Soy positiva y he hecho un reset. No me acuerdo de más. Hay que mirar adelante”.

“Había profesionales que cuando nos poníamos los EPI se desmontaban por miedo
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El virus parece que ha abierto una breve tregua y Bonich plantea que quizá no se pueda regresar a la antigua normalidad. “El sistema sanitario está encarado más a curar la enfermedad que a promover la salud. ¿Qué puedo hacer para que mi salud no empeore? El paradigma hay que cambiarlo. Ya lo estamos viendo: un pequeño virus lo ha desbordado todo”, avisa apuntando que el sistema es demasiado “paternalista” y le sobra “burocracia”. No niega que colapsó porque no está concebido para que un virus a un ritmo de infección elevada atacara tanto a enfermos crónicos y no. Y admite que en este “precipicio social” les han faltado desde psicólogos a fisioterapeutas para hacer la rehabilitación respiratoria.

Frustración

La pandemia ha dejado secuelas psíquicas. Dice que a veces las visitas se alargan media hora hasta que el paciente se derrumba. “Me da hasta un poco de miedo preguntar: ‘¿Cómo estás? ¿Cómo lo has llevado?’ Preguntas y la gente se te desmonta: ‘Es que mi marido murió y no me pude despedir’. Y pienso ¿qué digo?”, revela. Por eso y después de todo lo sufrido, Bonich admite su frustración cuando empiezan a hacer el seguimiento de un positivo. “La primera batalla es que te digan sus contactos. Luego les llamas para ver cómo están y oyes ruido de calle. ‘Es que he salido a comprar el pan’. No lo pueden hacer. Si pasara dos o tres veces... Pero es que pasa 30. Es bastante frustrante”.

Tras admitir que se ha vivido una suerte de tormenta perfecta, Bonich califica de “acto egoísta” rechazar la vacuna porque así se antepone el bien individual al común. Y lamenta la falta de conciencia de vacunación por el bienestar colectivo. “No tiene protagonismo: es primero yo y después los otros cuando debería ser al revés. Me dicen: ‘Ya estoy vacunado, ya puedo salir’. No: tú te has vacunado por el bien colectivo; no por ti. Tienes un porcentaje de posibilidad de no contagiarte, pero no estás protegido al 100%. Se hace para proteger al resto y sobre todo a los más vulnerables”. Hace una mueca y apunta que se habla de una tercera dosis cuando en África la vacunación no llega al 2%: “O lo hacemos a nivel mundial o no lo superaremos. Este virus va mutando y vendrá otro y otro y otro”. Bonich empieza vacaciones y antes de despedirse recuerda otra imagen de la pandemia que no olvida: “Llevé muy mal cuando iba a trabajar y los mossos, con pistolas, me paraban en los controles. No lo toleraba. Los controles con las armas transportaban a un escenario bélico y por suerte esto no es una guerra”.

Pregonera en la fiesta mayor de Can Baró

“Hace más de un año vimos como os encerrabais en casa y los balcones tomaban vida. Dejábamos a nuestras familias y llegábamos al centro sin ver un alma. Los días se complicaban y hemos vivido momentos de un alud de llamadas, angustias y sufrimiento”. Tras un año y medio de pandemia, el barrio de Can Baró quiso mostrar su conexión con el CAP y eligió a Bonich pregonera de la Fiesta Mayor. “Y, de repente, cuando cerrábamos el centro, os empezábamos a oír con aquellos aplausos que nos daban fuerzas para seguir y seguir”, leyó.

Defensora del papel de la primaria en la mejora de la salud, Bonich cuenta que no se quedan encerrados en la consulta. “La enfermería es el arte de cuidar y ver a las personas en toda su dimensión: biológica, psicológica y a nivel social. Por eso tenemos que estar en los consejos de barrio”, dice, explicando que antes de la pandemia habían organizado marchas nórdicas para educar en el ejercicio físico; impulsaron el consumo de la dieta mediterránea o que trabajan para que haya una mejor red de transportes de minibuses. “La salud ambiental entra también dentro de la primaria”, añade esta enfermera que dice orgullosa que es “muy del Baix Llobregat” y que denuncia la polución diaria para entrar en Barcelona y radicalmente contraria a la ampliación del aeropuerto de El Prat.

Dice que le cuesta desconectar de la covid y, aficionada al teatro, ha escrito con su pareja la obra 'Històries del confinament', ya estrenada y en la que veía en escena a una mujer maltratada, a los vecinos mostrando fastidio por el ruido y sin intervenir y a otros en un bar cuchicheando. “Ha sido mi terapia”, asegura.

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