El control del virus se mantiene pero muestra síntomas de fragilidad en Cataluña

La pandemia vive actualmente en Cataluña una situación contradictoria. Por un lado, los pacientes críticos siguen descendiendo, pero por el otro, la velocidad de propagación (Rt) aumenta de nuevo y parece confirmar un ligero cambio de tendencia. La Rt es actualmente de 0,91, y acumula siete días de crecimiento consecutivo. A pesar de mantenerse por debajo de 1, el umbral de control marcado para la pandemia, la evolución de la última semana invita a sospechar que el descenso de positivos puede frenarse aún más, o incluso invertir la tendencia. De hecho, la tasa de contagiados por cada 100.000 habitantes es de 132, solo un 3% menos que hace dos días. Este estancamiento en el descenso de los positivos ya llevó al Govern a prorrogar las restricciones hasta el próximo lunes. Además, también sube la positividad de todas las pruebas de covid, que hace una semana cayeron por debajo del 5% —la cifra establecida por la OMS para considerar controlable la epidemia— y que ayer se situó en 4,77, por el 4,46 del balance anterior.

La parte positiva es el descenso de los pacientes críticos en los hospitales catalanes, donde se ha conseguido descender de los 600 enfermos en las UCI por primera vez en más de un mes. Ahora son 593 las personas en estado crítico, 13 menos que la víspera, pero se han registrado 27 hospitalizaciones más. En total, Cataluña registra 1.971 ingresados.

El riesgo de rebrote (EPG) se mantiene en el mismo punto que ayer, en 261, si bien aún seguimos en situación grave, ya que a partir de 100 se considera un riesgo alto.

Las mujeres, más afectadas

Por otra parte, la Agencia de Salud Pública de Barcelona (ASPB) explicó este domingo que ha analizado la incidencia del virus en las primeras dos olas de la pandemia en la capital catalana y confirmó que el impacto ha sido desigual por razones de género y socioeconómicas, especialmente en la segunda oleada.

Según los resultados, la covid afectó más a las mujeres hasta los 64 años en las dos olas, y, entre los grupos de más edad, los hombres fueron más vulnerables. Las mujeres son especialmente vulnerables a padecer la enfermedad porque están más expuestas a la infección al trabajar en mayor número en el ámbito social y de la salud y “suelen ser responsables de las tareas familiares y domésticas, hecho que hace que asuman el papel de cuidadoras de personas enfermas, especialmente de niños y personas mayores”.

El análisis destaca el vínculo entre condiciones de vida y trabajo, que se suma a las desigualdades en salud ya existentes. Así, las personas con menos recursos tienen viviendas y trabajos más precarios y una peor salud, con más trastornos crónicos y, además, el acceso y la comprensión de la información sobre las medidas puede ser más limitada.

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