_
_
_
_
_
TEATRO

La hilarante comedia de Cesc Gay ‘53 diumenges’ triunfa en el Romea

Pere Arquillué, Marta Marco, Àgata Roca y Lluís Villanueva bordan sus personajes con gran vis cómica

Escena de '53 diumenges' de Cesc Gay, en el Romea.
Escena de '53 diumenges' de Cesc Gay, en el Romea.David Ruano

Éxito grande en el Teatro Romea, de los que levantan el ánimo en estos tiempos tan propensos al desencanto, la depresión y la tristeza por los efectos de la pandemia. 53 diumenges es una comedia tan divertida que podía convertirse, sin problemas, en una película o una serie de televisión. Nada raro tratándose de una obra del director y guionista catalán Cesc Gay. En su segunda incursión teatral, trata las relaciones entre hermanos, terreno abonado a las trifulcas. Siendo un tema trillado, construye un juego teatral hilarante en el que Pere Arquillué, Marta Marco, Àgata Roca y Lluís Villanueva bordan sus personajes con tablas e irresistible vis cómica.

Nueva diana de Cesc Gay, que ya acertó de pleno en su debú teatral con Els veïns de dalt, ácida comedia sobre las relaciones de pareja. Ahora pone en el punto de mira las complejas y habitualmente poco armoniosas relaciones entre hermanos a partir de una reunión familiar en la que basta una frase en apariencia inofensiva para que salten chispas por doquier.

El autor muestra con trazo rápido el carácter y los puntos débiles de los tres hermanos de la “entrañable” familia. El hermano pequeño (Arquillué) es un actor con poca suerte que acaba de pasar un casting para hacer de tomate en un spot de gazpacho. Sus hermanos mayores, que lo tratan como un mitja merda, son una profesora erudita que nunca dice las verdades a la cara (Marco), y un cantamañanas que vive sin dar palo al agua mantenido por su mujer y su suegro: Lluís Villanueva lo recrea de forma imponente.

En el encaje de las escenas, hábilmente hilvanadas y rematadas con golpes de alta comedia, juega un brillante papel Àgata Roca, que encarna a la pareja del hermano pequeño con gracia y fina ironía. Orgullosos, tozudos e inseguros, los tres hermanos han quedado para hablar sobre su padre, ya muy mayor, que vive solo, a veces se pierde, olvida las cosas y ha adquirido la mala costumbre de enseñarle el pene a la vecina. La reunión es una bomba de relojería que puede explotar por la razón más insignificante.

Los actores están que se salen, se divierten en escena y sacan punta a cualquier insinuación, reproche o crítica con el tono, el gesto y la intención adecuada. Lo hacen, además, de forma generosa, arropándose en las réplicas, en un juego de complicidades sin envidias en el que cada actor ayuda al éxito de sus colegas sin rebajar por ello su triunfo personal.

53 diumenges es, en suma, un reconfortante ejercicio de talento, oficio e inspiración que el público disfruta entre risas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete


Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_