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Los CAP, muros de contención frente al coronavirus

El 80% de los enfermos de covid-19 han pasado por los centros de atención primaria de Cataluña, vitales para parar el golpe en los hospitales

Las enfermeras Esther Caner y Cristina Menéndez conversan con Enrica Martinez (78 años) y Manolo Ortiz (79 años) en el comedor de su vivienda durante una visita.
Las enfermeras Esther Caner y Cristina Menéndez conversan con Enrica Martinez (78 años) y Manolo Ortiz (79 años) en el comedor de su vivienda durante una visita.Albert Garcia (EL PAÍS)

“Hasta hace poco la epidemia se ha explicado con unas palabras clave: UCI, respiradores, hospitales de campaña, EPIs y mascarillas. Hay más palabras clave: coordinación, solidaridad y ciencia. Pero también, atención primaria”. Habla el doctor Antoni Sisó, presidente de la Societat Catalana de Medicina Familiar i Comunitària, que reivindica el papel de los centros de salud en la crisis del coronavirus. Por los CAP de Cataluña han pasado el 80% de pacientes con covid-19, el 85% en el caso de Barcelona. Su labor ha sido vital para frenar el golpe. Han funcionado como muros de contención. Han sido el primer recurso al alcance del enfermo, el lugar en el que ha comenzado la criba y el espacio desde el que se ha dado asistencia y se ha hecho un seguimiento de los pacientes leves.

“La punta del iceberg es la que se ha visto en los grandes medios de comunicación, pero lo que está debajo del agua es un 80% y es eso lo que abarcamos los centros de salud”, añade el doctor Sisó, que atiende en el CAP de Les Corts, en Barcelona.

“Ser médico de barrio o rural genera mucha proximidad. Esa es la fortaleza que hemos tenido para ayudar a los hospitales a gestionar esa punta del iceberg. Gracias a la contención no ha habido más avalancha de gente”, indica la doctora Remedios Martín, de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria, que informa de que los centros de salud españoles han atendido a cerca de 900.000 pacientes en esta crisis. Catalunya, a unos 100.000.

En la mayoría de esos casos, la detección de la enfermedad se ha hecho sin PCR (técnica conocida como reacción en cadena de la polimerasa, por sus siglas en inglés), de modo que el diagnóstico se ha hecho con test serológicos, menos fiables, y el reconocimiento de los síntomas. En algunos centros, pocos, se pueden hacer pruebas radiológicas y en un 35%, ecografías. Una cifra que aumentará próximamente, pues se garantizará la llegada de esos aparatos —muy eficientes para detectar una neumonía, además de inocuos y portátiles, lo que facilita la asistencia domiciliaria— a un 65% de los centros, tal y como anunció Sanitat el miércoles.

Hecha la criba, se procede al seguimiento casis siempre telemático del paciente. Los CAP —muchos abren ahora también el fin de semana— han experimentado una peculiar metamorfosis: se han dividido en zonas limpias y zonas sucias, para atender casos con covid-19; las salas de espera están casi vacías y médicos y enfermeros están colgados del teléfono, de visita en los domicilios o ejerciendo el teletrabajo, “que en la mayoría de los centros no tenemos tantas líneas”, indica Alba Brugués, presidenta de la Associació d’Infermeria Familiar i Comunitària de Catalunya.

Morir en casa

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Por teléfono se hace incluso lo que llaman atención al final de la vida. “Nos hemos encontrado con gente mayor que no quiere ir al hospital. Tienen miedo y prefieren morir en su casa, acompañados y en un sitio que les es confortable. Ya lo hacíamos antes, pero estos días pasa con más frecuencia”, relata Ana Vall-llossera, doctora en el CAP de Bon Pastor y presidenta del Foro Catalán de Atención Primaria.

“¿Cómo te encuentras, tienes tos, ha desaparecido del todo la fiebre? le pregunta la doctora Yuri Oshiai a un paciente con covid-19 en un control telefónico. Joan está en casa, aislado, y ha recibido atención telemática desde el inicio. La conversación se produce en uno de los consultorios del CAP de Casernes de Sant Andreu, centro de referencia para 21.500 pacientes, donde el equipo de profesionales reivindica su trabajo. “Siempre se ha dicho que la asistencia primaria era la puerta de entrada al sistema de salud y ahora está pasando de verdad”, explica Jordi Acezat, director del centro.

Recepción del Centro de urgencias del CUAP Casernes.
Recepción del Centro de urgencias del CUAP Casernes. Albert Garcia (EL PAÍS)

En el CUAP de Casernes de Sant Andreu desde el inicio de la crisis el 95% de la atención al paciente es telefónica y telemática. Por ejemplo, el pasado 14 de abril se realizaron 670 consultas por teléfono o que se resolvieron por internet en el espacio La meva salut (LMS), que facilita el contacto directo entre paciente y médico. “Es muy práctico para trámites de bajas, ordenar pruebas y cambiar recetas. Evita muchos desplazamientos”, apuntan. Están convencidos de que es un sistema que ha venido para quedarse. Las visitas que sí se han mantenido han sido las de control de pediatría: “Pero se contienen mucho más que antes”, apunta Israel Caro, responsable de esa área. “Por el contrario, las que hemos reforzado son las de residencias de la tercera edad”, concluye la enfermera Anna Muñoz, adjunta a dirección.

En la entrada del CUAP —centro de urgencias de asistencia primaria— se han ubicado unos boxes preliminares para separar las urgencias normales de los posibles casos con covid-19. El ritmo de visitas al centro se ha suavizado en los últimos días: están en 60 por día, frente a las 100-120 del pico. Eso sí, reconocen que los primeros días estuvieron desbordados por la avalancha de llamadas. “Hoy es tu día de control. Dime cómo llevas la dieta”, pregunta el enfermero José Antonio Sáez a un paciente hipertenso por teléfono. El consejo final siempre es el mismo: “Sobre todo, mantén el confinamiento”.

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