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Francia marca distancias con Marruecos en la crisis de Ceuta

La inestabilidad de la frontera en el Mediterráneo preocupa al gobierno europeo más fiel a Mohamed VI y obliga a Macron a modular su alianza

Mohammed VI, rey de Marruecos, y Emmanuel Macron, en el Palacio del Elíseo en 2018.
Mohammed VI, rey de Marruecos, y Emmanuel Macron, en el Palacio del Elíseo en 2018.Aurelien Morissard (GETTY)
Marc Bassets

Juan Carlos I llamaba “hermano mayor” a Hasán II. Cuando el monarca marroquí murió, en 1999, el entonces rey de España le dijo al hijo de aquel, Mohamed VI: “Ahora el hermano mayor soy yo”. El expresidente José María Aznar cuenta la anécdota en El compromiso del poder. Memorias II (Planeta, 2013), pero añade que, en realidad, el verdadero hermano mayor no era Juan Carlos I sino Jacques Chirac. El presidente francés conocía a Mohamed desde que este era niño y tenía una influencia sobre él con la que ningún otro líder habría podido soñar.

La relación entre Marruecos, Francia y España siempre ha tenido algo de triángulo familiar, un asunto de hermanos y primos en el que, como en muchas familias, se entrelazan el afecto con los complejos, los intereses compartidos con el resentimiento. En este triángulo París ejercía un papel preponderante, una potencia tradicionalmente protectora de los intereses de Rabat, aunque fuese en perjuicio de los españoles.

Ya no siempre es así. Hace dos semanas, Marruecos dejó de vigilar temporalmente la frontera que separa a ese país de la ciudad autónoma de Ceuta, enclave español en el norte de África. Cruzaron de golpe unas 9.000 personas. Las imágenes de inmigrantes a punto de ahogarse, incluidos menores, dieron la vuelta al mundo. Unos días antes, España había acogido a Brahim Gali, líder del Frente Polisario, que defiende la independencia del Sáhara Occidental ocupado por Marruecos.

Es posible que, en la época de Chirac, presidente de la República entre 1995 y 2007, Francia hubiese respaldado a Marruecos, como hizo en 2002 cuando gendarmes marroquíes ocuparon el islote español de Perejil. Esta vez, sin embargo, fue distinto: París se alineó con los socios europeos. “Ha habido un episodio en el que se ha puesto a España en dificultad en su relación con Marruecos”, resumió el lunes, en la cadena BFMTV, el secretario de Estado para Europa, Clément Beaune. Y añadió: “Apoyamos a España”.

“Por una vez, Francia no toma partido por Marruecos”, analiza el veterano periodista Jean-Pierre Tuquoi, autor de varios libros sobre Marruecos y el Magreb. Tuquoi cita el editorial del diario Le Monde, publicado hace unos días. “La reputación internacional de Marruecos queda muy degradada”, juzga el editorial. El periodista apostilla: “Es Le Monde, pero refleja en cierta manera la situación de la diplomacia francesa respecto a Marruecos”. Y añade: “Es un cambio increíble, cuando se piensa en todos los años en los que Francia defendió siempre a Marruecos ante la UE, ante Argelia, ante todo el mundo”.

El apoyo francés a España se apoya en un dato fundamental: en Ceuta está en juego una frontera europea. Y buena parte de las personas que entran en Europa por las costas italianas o españolas se dirige a Francia. A un año de unas elecciones presidenciales en las que la extrema derecha tiene opciones de ganar, para Emmanuel Macron sería una pesadilla que Marruecos abriese las puertas de la UE. “Pienso que Francia no podía hacer otra cosa, es lo mínimo”, sostiene Khadija Mohsen-Finan, docente en la Universidad París 1 y especialista en Marruecos y el Magreb. “Quizá esta crisis no cambie las cosas, pero ha levantado el velo. Se ha visto que Marruecos es capaz de ir muy lejos: lanzar a sus hijos al mar, instrumentalizar a su juventud, que está desesperada”.

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En Francia se ha procurado distinguir la inhibición marroquí en el control de la frontera ceutí del choque entre Madrid y Rabat por la hospitalización de Brahim Gali en Logroño, detonante de la crisis. En el primer caso, se ha expresado solidaridad con España; en el segundo, no. “La cuestión de la acogida de una personalidad del Polisario atañe a la relación hispano-marroquí”, explica Christian Cambon, presidente de la comisión de Exteriores y Defensa del Senado francés, donde dirige el grupo de amistad Francia-Marruecos. “En lo que respecta a los flujos migratorios, existe una responsabilidad europea que nos afecta a todos”. Cambon, miembro del partido de derechas Los Republicanos, añade: “No estamos más a favor de España que de Marruecos, ni menos de España que de Marruecos. Son dos amigos, dos aliados, países que sin duda deben trabajar juntos”.

No todos en el Gobierno han sido tan rotundos como el secretario de Estado Beaune. El ministro del Interior, Gérald Darmanin, dijo que España e Italia “controlan mal” sus fronteras. El jefe de la diplomacia, Jean-Yves Le Drian, habló de “una relación bastante complicada entre España y Marruecos”, y deseó que “se restablezca de la mejor manera posible”, como si fuese un contencioso bilateral. Ante la Asamblea Nacional, Le Drian describió a Marruecos como un “socio esencial de Francia” y “crucial” de la UE.

En la relación entre Francia y Marruecos hay un componente histórico: el protectorado que, junto a la dinastía alauí, modernizó el país, y una descolonización sin el trauma de la vecina Argelia. Hay un componente emocional: unos dos millones de marroquíes o franco-marroquíes que residen en Francia y el apego de una parte de las élites francesas al país norteafricano.

La ‘realpolitik’

Y hay un tercer componente, el de la realpolitik, los intereses. Estos son económicos. Y geopolíticos: Marruecos es un polo de estabilidad en una zona convulsa y un aliado en la lucha contra el terrorismo. Esto fue motivo de un encontronazo en 2014, cuando François Hollande presidía Francia. Un juez francés convocó al poderoso jefe de la seguridad marroquí, Abdelatif Hamuchi, para que respondiera frente a varias denuncias de torturas. Marruecos replicó suspendiendo durante un año la cooperación judicial.

“Cuando Marruecos no está contento con su socio, no duda en golpear donde más duele”, dice un antiguo diplomático francés, que pide mantenerse en el anonimato. En el caso de Francia, era la lucha antiterrorista a unos meses de la ola de atentados en los que, finalmente, resultó decisiva la ayuda marroquí para localizar a los terroristas. En el caso de España, es la frontera de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla: la integridad territorial.

La química entre presidentes como Chirac y los monarcas alauíes se ha perdido. Hoy a Macron le preocupa más Argelia, en su intento por cerrar las heridas de la guerra de independencia. Nunca fue asiduo de los palacios marroquíes: no se considera hermano, ni pequeño ni mayor. “Hay una toma de distancia”, dice el historiador Pierre Vermeren, autor de Le Marroc. Un royaume de paradoxes en 100 questions (Marruecos. Un reino de paradojas en 100 preguntas).

La incógnita es si se trata de una posición puntual por el episodio de Ceuta o refleja un cambio de fondo. “Soy escéptica. Francia necesita un aliado en el Magreb”, argumenta Mohsen-Finan. “Hay que plantear quiénes son nuestros aliados, y no estoy segura de que Francia vaya a hacerlo: dirá que es una crisis que ha pasado”.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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