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Cientos de marroquíes peregrinan desde Ceuta para volver a su país mientras sigue el goteo de llegadas

Los militares organizan grupos de 20 para que atraviesen el puesto fronterizo. Los jóvenes que cruzaron a nado desisten tras dos días durmiendo en la calle

Migrantes tras cruzar la frontera del Tarajal en Ceuta, este miércoles. En vídeo, cientos de jóvenes peregrinan hacia el puesto fronterizo para volver a casa. Vídeo: JOAQUÍN SÁNCHEZ / MARÍA MARTÍN
María Martín

Nuevos grupos de jóvenes siguen intentando llegar a nado a las playas de Ceuta, pero cada vez nadan más lejos para evitar ser interceptados por la embarcación de la Guardia Civil. Los agentes estaban a primera hora de la tarde de este miércoles frente a un pequeño peñón a unos metros de la orilla observando a cuatro chicos que se habían encaramado a la roca. También este miércoles, en torno a las 16.30, un grupo numeroso de personas logró entrar en suelo español aprovechando una neblina, pero tras esa llegada la afluencia de marroquíes ha cesado de nuevo.

A la gran cifra de llegados desde el lunes —entre 8.000 y 9.000 personas según una estimación de las fuerzas de seguridad, pues no hay recuento oficial— hay que ir restando otra, creciente. Desde el mismo lunes y hasta las 13.00 de este miércoles, 5.600 de quienes entraron irregularmente en la ciudad autónoma han retornado a Marruecos.

Aunque miles de esos retornos han sido, según el Ministerio del Interior, “rechazos en frontera”, el eufemismo utilizado para las devoluciones en caliente, otros cientos —cerca de 1.000 según fuentes militares en el terreno desde la madrugada de este martes—, han emprendido la vuelta a casa voluntariamente. Ese millar incluye no solo a los recién llegados, sino también a las mujeres que dieron a luz en la ciudad y que quedaron atrapadas en el enclave español tras el cierre de fronteras dictado durante la pandemia. Este miércoles han podido volver con sus bebés a Marruecos.

Al mismo tiempo, cientos de jóvenes peregrinan este miércoles hacia una puerta de la valla que conecta la playa del Tarajal con Fnideq (la antigua Castillejos) para volver a casa. Los chavales se lanzaron al mar entre el lunes y el martes con poco más que su teléfono y unos cuantos dirhams en una bolsa. Bordearon el espigón que separa Marruecos de España y pasaron horas deambulando por la calle. Tras uno o dos días al raso, algunos sin comer, han decidido que el viaje se ha acabado. En la cola que organizan los militares para ordenar su salida, se repiten las mismas frases: “En Marruecos no hay nada”, “vine aquí para buscarme la vida, pero tampoco hay nada”, “intenté llegar a la Península, pero no lo conseguí”.

Ceuta vive en las últimas horas un movimiento inverso al que afrontó durante el lunes y el martes con la llegada de entre 8.000 y 9.000 personas, según los cálculos de las fuerzas de seguridad. Desde el mismo lunes, 5.600 de quienes entraron irregularmente en la ciudad autónoma han retornado. Miles de esos retornos han sido, según el Ministerio del Interior, “rechazos en frontera”. Pero otros cientos, un número indeterminado que no para de crecer desde el martes, han emprendido la vuelta a casa voluntariamente. “No hay mayor disuasión para los que quieren aún entrar que ver a tanta gente volviendo”, apunta una fuente de los cuerpos de seguridad.

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Samira Ajbar, de 17 años, bordeó el espigón junto a decenas chavales de su barrio la noche del domingo. Lo hizo tranquilamente, en chanclas y falda. No lo pensó mucho, todos sus amigos se iban y ella se apuntó. “En Marruecos no hay nada, estamos destrozados”, cuenta en la cola antes de acceder al puesto fronterizo. Creía que al llegar a Ceuta como menor podría quedarse en un centro de protección, pero tras tres días deambulando vio que no. “Está todo lleno. Intentaron engañarnos diciendo que podríamos ir al CETI [el Centro de Estancia Temporal para Inmigrantes], pero no nos dejaron entrar”, afirma. Tras dos noches durmiendo al raso con sus amigos en los alrededores del puerto, vuelve a Fnideq (Castillejos).

El grupo de militares que custodia el acceso este miércoles lleva desde las 22.00 de este martes ordenando salidas de 20 en 20, prácticamente sin parar. Entre las 9.30 y las 10.00 han salido al menos 60 personas, la mayoría jóvenes, pero también niños de unos 12 años y familias enteras. Los militares son ceutíes y hablan dariya ―árabe dialectal marroquí― con los chavales que se acercan tranquilamente a la frontera con algunas bolsas con ropa y comida. Entre los que se colaron a nado aparecen también mujeres con maletas, trabajadoras transfronterizas que se vieron atrapadas en la ciudad tras el cierre del paso en marzo del año pasado y que, con esta apertura extraordinaria, han visto la oportunidad de volver a sus casas.

 Dos jóvenes inmigrantes se protegen del frío cerca de la playa de El Tarajal.
Dos jóvenes inmigrantes se protegen del frío cerca de la playa de El Tarajal.Brais Lorenzo (EFE)

Mohamed Tuitouijr, de 32 años, antes de la pandemia había intentado ya tres veces llegar a la Península ―una en patera y dos como polizón en un ferry― para encontrarse con su padre que vive en Madrid. No lo consiguió y cuando se enteró de que las fuerzas de seguridad marroquíes estarían de brazos cruzados vio de nuevo la oportunidad. “Llevo desde que comenzó la pandemia sin trabajar, en Marruecos estamos maltratados”, cuenta. Se lanzó al mar el lunes, con la esperanza de colarse después en un barco rumbo a la Península. “Fui al puerto, pero me echaron y llevo desde el lunes durmiendo en la calle”, explica. Los vecinos le ayudaron con ropa y comida porque con sus dirhams en el bolsillo no pudo comprarse ni una botella de agua.

A pesar de los cientos de salidas, Ceuta no ha recuperado la normalidad. Aún hay miles de personas en la ciudad, alojadas en casas, en las naves habilitadas para la emergencia, durmiendo bajo los puentes o deambulando por las calles. Este miércoles algunos parques de Ceuta amanecían con decenas de personas en sus fuentes aseándose y los alrededores de las tiendas de alimentación cercanas a la playa del Tarajal concentraban grupos de jóvenes que aún no tienen muy claro qué harán. Aun cuando la alarma y la indignación de los vecinos que generó el aluvión de entradas en la ciudad, fuentes gubernamentales aseguran que no ha habido altercados relevantes o problemas de seguridad.

Menores y respuesta marroquí

El Consejo Territorial de Servicios Sociales ha respaldado este miércoles, en sesión extraordinaria motivada por la crisis migratoria que vive Ceuta, dar respuesta a la situación por la que atraviesan los niños, niñas y adolescentes que migran solos. Desde el Ejecutivo se ha propuesto a las comunidades que acojan a 200 menores ya tutelados por la ciudad autónoma para dejar plaza a los recién llegados. Save The Children y la Plataforma de la Infancia han pedido este miércoles que no se efectúen “devoluciones en caliente” de menores.

En el ámbito político marroquí, a la única excepción hasta ahora al silencio que guardan las autoridades —la declaración de la embajadora en España, Karima Benyaich, que este martes aseguró que en las relaciones entre países hay actos que tienen consecuencias “y se tienen que asumir”, en velada referencia a la decisión de España de prestar atención médica al líder del Frente Polisario, Brahim Gali— se une este miércoles las palabras de un ministro del reino hachemí. Mustafá Ramid, ministro de Estado encargado de Derechos Humanos y Relaciones con el Parlamento se ha preguntado en Facebook “¿qué esperaba España de Marruecos, cuando vio a su vecino albergando a un responsable que tomó las armas contra el reino?”, la primera referencia explícita al caso de Gali. En Francia, el Gobierno ha dicho seguir “con atención” la crisis abierta por la entrada de miles de migrantes en Ceuta y espera una “vuelta rápida a la normalidad” en la ciudad autónoma, aunque ha evitado criticar a Marruecos.

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Sobre la firma

María Martín
Periodista especializada en la cobertura del fenómeno migratorio en España. Empezó su carrera en EL PAÍS como reportera de información local, pasó por El Mundo y se marchó a Brasil. Allí trabajó en la Folha de S. Paulo, fue parte del equipo fundador de la edición en portugués de EL PAÍS y fue corresponsal desde Río de Janeiro.

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