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Ayuso y el nacionalismo madrileño

La candidata del PP vuelve a su campaña, que busca una desconocida identidad local. La izquierda cree que hay partido y está a 50.000 votos de lograr el vuelco. La presidenta asegura que los niños pobres pueden estudiar en La Moraleja

Carlos E. Cué
La presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso en una moto durante un encuentro con representantes de asociaciones de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en Valdemoro (Madrid).
La presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso en una moto durante un encuentro con representantes de asociaciones de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en Valdemoro (Madrid).Ricardo Rubio (Europa Press)

En política está casi todo inventado. Pero la clave es saber elegir el momento de recuperar a alguno de los clásicos. Silvio Berlusconi, un empresario metido a político que le dio la vuelta al concepto de populismo, ya jugó hace 25 años con los elementos clave del ayusismo: la libertad —llegó a bautizar a su grupo el Pueblo de la Libertad—, la supuesta lucha contra el comunismo —tan inviable en la Italia de 1994 como en el Madrid de 2021— y sobre todo una especie de identidad castiza, burlona, provocadora, capaz de ocupar todo el espacio mediático alrededor de sus chanzas, entre los que las aplauden y los que se indignan. Después de Berlusconi muchos siguieron e incluso mejoraron esa escuela populista, y Donald Trump la llevó a sus máximas cotas de poder.

Isabel Díaz Ayuso intenta en estos últimos días que la campaña vuelva a ese eje que gira alrededor de ella, del que se salió por el choque entre Pablo Iglesias y Rocío Monasterio por las amenazas de muerte sobre el candidato de Podemos que la de Vox puso en duda. El marco ayusista de “comunismo o libertad” quedó aparcado por la pugna, promovida desde la izquierda, entre “la democracia y el fascismo” y sobre todo de la posibilidad, bastante alta si gana el bloque de derecha, de que Vox llegue al Gobierno de una de las grandes regiones europeas.

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Ayuso y sus estrategas llevan varios días intentando salir de ese eje democracia/fascismo que ha promovido la izquierda, opuesto al de libertad/comunismo que ella había planteado. Ambos tienen desconcertada incluso a la prensa internacional, que no entiende que el Madrid de 2021 ande en esas. “La campaña de los años 30 que divide a los madrileños”, titulaba el miércoles en primera página el Corriere della Sera, uno de los grandes diarios italianos.

Nacionalismo madrileño

La presidenta madrileña, un auténtico fenómeno inesperado que no se acaban de explicar ni siquiera en el PP, donde la mayoría de los barones recelan de ella y tienen un estilo completamente diferente, está inventando una especie de nacionalismo madrileño, algo totalmente inesperado en una comunidad donde, como ella misma se encarga de repetir, el 41% de los habitantes ni siquiera ha nacido en Madrid. Pero los datos dicen que funciona. Así que ella y sus asesores insisten en buscar una especificidad madrileña basada en cosas tan extendidas en toda España como tomar cañas, salir a terrazas, ir al teatro hasta tarde, ir al cine, o incluso los atascos nocturnos.

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Ayuso niega ese nacionalismo, claro, pero sus respuestas recuerdan mucho a los de los nacionalistas de otras comunidades, que siempre dicen que ellos solo quieren lo mejor para los suyos. Si los nacionalistas catalanes hablan de la catalanofobia, ella habla de la madrileñofobia. Pero obviamente ella no se reconoce en esa categoría.

“¿Está inventando un nuevo nacionalismo madrileño?”, le preguntaron este jueves en TVE. “No, el nacionalismo lo que quiere es lo peor para el contrario y yo lo que quiero es lo mejor para España, que los madrileños sean ciudadanos universales”. “La madrileñofobia la han estado utilizando desde muchas regiones, diciendo que somos una región de ricos, que hacemos dumping fiscal”, señaló poco después.

En esa búsqueda de elementos diferenciadores, tan difícil en una comunidad que siempre se ha caracterizado por no tenerlos o al menos por no destacarlos, Ayuso va improvisando sobre la marcha y a veces le salen postulados que chocan con la realidad. Este jueves incluso llegó a decir que “vivir a la madrileña te permite elegir el colegio independiente de donde vivas, permite que que el padre de la zona más humilde, más deprimida, pueda llevar a sus hijos a estudiar en La Moraleja”, la zona donde están las mansiones de los millonarios de la capital.

No hay ningún dato que haga pensar que haya familias pobres entrando en los colegios de este exclusivo distrito. De hecho un informe que publicó el miércoles Save The Children y ESADE dice lo contrario, que España —y Madrid especialmente— tiene un gravísimo problema con los colegios gueto en las zonas más pobres. Pero eso da igual. “Es que esto de que un informe dice... también dicen cosas sobre la pobreza de Madrid que no son”, remató.

Mientras ella trata de centrar toda la atención, a favor o en contra, el bloque de izquierda intenta desesperadamente movilizar a sus votantes. Aunque las encuestas han sido muy negativas para este bloque en los últimos días, todos creen que algo giró en la segunda parte de la campaña y aún es posible el vuelco. Ángel Gabilondo cuantificó los mensajes que se están lanzando desde la campaña socialista con sus últimos sondeos internos: “Estamos a 50.000 votos del bloque de la derecha. En Madrid todo se dirime por uno o dos escaños”. Dirigentes de este bloque señalan que sus datos les sitúan por debajo pero por muy poco, 69 escaños para la derecha frente a 67 de la izquierda. La mayoría de las encuestas publicadas hablan de una brecha más grande. “El viento de cola es bueno pero no sabemos si será suficiente de aquí al martes”, señalan en el PSOE.

La gran esperanza es la movilización contra la presencia de Vox en el Gobierno. Para minimizar ese efecto, el partido de Santiago Abascal traslada ahora que no tiene interés en entrar. El PP también dice que preferirán condicionar desde fuera. Pero lo cierto es que Vox ha lanzado mensajes contradictorios y hay síntomas de que está preparado para dar el asalto al poder. Ayuso, siempre provocadora, no reniega de ellos, en un discurso muy diferente al de Pablo Casado. ”Ahora se le hace ascos, pero tuvimos un Gobierno gracias a Vox”, dijo el miércoles. “Podemos es más extremista que Vox”, remató este jueves. Esa es la última esperanza de la izquierda, el voto para frenar a la extrema derecha que ya funcionó en 2019.

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