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El diseñador que devolvió la alta costura a Balenciaga

En seis años como director creativo, Demna Gvasalia ha convertido Balenciaga en una de las firmas de moda más influyentes y deseadas. Ahora presenta la primera colección de alta costura producida por la mítica marca desde que su fundador, Cristóbal Balenciaga, cerrase su taller hace 53 años. Conversamos con el diseñador de una propuesta que celebra el legado histórico y la libertad creativa, y dinamita las reglas de la moda.

Demna Gvasalia, director creativo de Balenciaga.
Demna Gvasalia, director creativo de Balenciaga.BFRND
Carmen Mañana

“Si esto sigue así, en 20 años la moda dejará de existir. Todas las marcas hacen productos muy parecidos y luego le ponen un logo aquí o allá y se lo mandan a las mismas influencers [prescriptoras]. Es una mentalidad de mierda. Vivimos en un apocalipsis digital”. El hombre que defiende este discurso es el que convirtió una camiseta con el logo de DHL en objeto de culto; que creó un videojuego para acompañar la presentación de una de sus últimas colecciones, y que hace un mes “hackeó” —con permiso, eso sí— varios diseños de Gucci. Uno de los diseñadores más transgresores, influyentes y provocadores de la industria del lujo. Y aunque su alegato suene catastrofista, Demna Gvasalia (Georgia, 40 años), director creativo de Balenciaga desde hace seis años, parece feliz y relajado. Acaba de presentar la primera colección de alta costura que produce la casa desde que su fundador cerrase sus talleres hace 53 años. Hay luz al final del túnel.

Uno de los modelos de la primera colección de alta costura de Gvasalia para Balenciaga. El actual director creativo de la firma desarrolló un tinte natural en exclusiva para el conjunto de la imagen.
Uno de los modelos de la primera colección de alta costura de Gvasalia para Balenciaga. El actual director creativo de la firma desarrolló un tinte natural en exclusiva para el conjunto de la imagen.

Para el más moderno entre los modernos, la clave del futuro de la moda está en su pasado, concretamente en esta expresión elitista y tradicional construida en torno a prendas únicas, hechas a mano, a medida y por encargo, con precios equiparables a los de un coche. “Hace cinco o seis años la alta costura estaba muerta. Pero ahora creo que es más relevante que nunca. La libertad dentro del prêt-à-porter [ropa producida industrialmente] es prácticamente imposible por la velocidad a la que se tiene que fabricar”, sentencia desde sus oficinas parisienses en el antiguo hospital Laennec (siglo XVII), donde nos recibe cuatro días antes del desfile.

El diseñador georgiano, durante una prueba de vestuario de su última colección.
El diseñador georgiano, durante una prueba de vestuario de su última colección.

En su opinión y en la de maestros como Giorgio Armani, algunos de los valores que definen esta disciplina —trabajo artesanal, condiciones laborales dignas y tiempos de producción cabales— están alineados con los deseos de cada vez más consumidores, especialmente de los más jóvenes. “Es cierto que solo una minoría puede permitírsela. No quiero decir que esté proponiendo una solución al consumo de masas en forma de vaqueros de 10.000 euros, pero representa un modelo ideal de hacia dónde puede evolucionar la moda para dejar de contaminar el aire, las pantallas y las mentes, y ofrecer algo valioso”. Según explica Valerie Steele, directora del museo del Fashion Institute of Technology de Nueva York, el georgiano también “ha comprendido que la alta costura es el espacio donde hoy surge la verdadera innovación dentro de la moda”. Por eso, entre otras razones, Gvasalia ha decidido relanzar esta división en Balenciaga, la firma propiedad del grupo Kering (Saint Laurent, Gucci, Bottega Veneta), que ha conseguido convertir en una de las más relevantes, deseadas y copiadas del mundo. El hombre que ha estampado el nombre del creador vasco en camisetas de fútbol y riñoneras es el diseñador que ha devuelto la alta costura a la casa Balenciaga.

Cristóbal Balenciaga ajusta uno de sus modelos, en París en 1968.
Cristóbal Balenciaga ajusta uno de sus modelos, en París en 1968.Henri Cartier-Bresson © Fondation Henri Cartier-Bresson / Magnum Photos / ContactoPhoto

Lo ha hecho en los mismos salones en los que el couturier español —que revolucionó la moda en el siglo XX— mostraba sus diseños hace más de medio siglo, pero ante tan solo 120 personas. “Tantos invitados como suelen acudir a un cumpleaños pequeño en mi país”, bromea Gvasalia. El creador no estaba dispuesto a presentar este proyecto digitalmente. Dice que los shows en línea le hacen sentirse en un continuo jet lag. “Es como si eres un cocinero y haces un plato una semana y a la siguiente la gente viene a decirte que estaba muy bueno”. El 7 de julio pudo recibir los encendidos elogios en persona. No solo las prendas, sino la atmósfera del desfile, que transcurrió en completo silencio y con un elenco de modelos de físicos impactantes, emocionaron a su reducida audiencia. Miren Arzalluz, directora del Museo de la Moda de París y autora del libro Balenciaga, la forja del maestro, recuerda que en el desfile el tiempo se detuvo. “Cristóbal Balenciaga era muy dramático y Demna también; solo que hoy en día tienes que elevar el dramatismo a la enésima potencia para causar algún impacto”, dice.

El trabajo de sastrería y volúmenes conecta las propuestas de Demna Gvasalia (como en el modelo de esta foto) y del fundador de la marca, Cristobal Balenciaga.
El trabajo de sastrería y volúmenes conecta las propuestas de Demna Gvasalia (como en el modelo de esta foto) y del fundador de la marca, Cristobal Balenciaga.

Para que fuera presencial, el desfile tuvo que posponerse en varias ocasiones, y al final el creador contó casi con un año para afinar su propuesta. Lo que empezó siento una colección de tributo —”tenía que hacerlo, el legado de Balenciaga es demasiado grande”, dice— acabó incluyendo gabardinas, cazadoras vaqueras y camisetas —”me costó mucho trabajo y esfuerzo pensar cómo debía ser una camiseta de alta costura”—. También prendas para hombre. “Para mí es muy antiguo considerar que la alta costura es solo para señoras mayores que viven en un palazzo. ¿Por qué? No se trata de una propuesta de género fluido. Simplemente quise borrar la idea del sexo. Yo también quiero un traje hecho a medida”, dice mientras viste de negro de pies a cabeza, con una camisa ancha de manga corta, pantalones de pinzas y unos relucientes zapatos con un enorme logo de Balenciaga en el empeine. Junto a esas piezas de sastrería, Gvasalia versionó también algunas creaciones históricas bajo lo que la historiadora de moda Valerie Steele define como “un prisma posmoderno”: un vestido negro envuelto en gazar y creado por el maestro vasco en 1967, otro de pétalos de 1950, un traje naranja semientallado de 1952, su mítico diseño nupcial de 1967… “Ha definido lo que cree que debe ser la alta costura hoy; entre otras cosas, un guardarropa completo para todo el día, no solo vestidos de princesa, sino también pantalones, camisas, que es lo que hacía Cristóbal Balenciaga”, explica Miren Arzalluz.

Pese a las críticas de los más ortodoxos, la arriesgada interpretación del diseñador georgiano ha conseguido conectar por igual con el experto en moda, la estrella de fútbol o el milenial, el consumidor más perseguido por la industria del lujo y que ya es responsable del 70% de las ventas de la marca. Como resume el crítico de moda y coleccionista de piezas clásicas de Balenciaga Ha­mish Bowles, “Gvasalia ha sabido desarrollar varias categorías de producto con un gran éxito comercial, además de crear una fuerte y muy influyente visión estética”. Traducido en cifras: mil millones de euros de ingresos en 2019 —el doble de lo recaudado cuando aterrizó en la firma— y 70 tiendas nuevas desde 2015.

Fotografía de 'Vogue' de un diseño Cristóbal Balenciaga de 1948.
Fotografía de 'Vogue' de un diseño Cristóbal Balenciaga de 1948.Clifford Coffin/Condé Nast/Shutterstock

Las propuestas del actual director creativo y del fundador de la casa tienen más cosas en común de lo que podría parecer comparando un vestido baby doll con la monstruosa zapatilla Triple S. Según Bowles, “ambos están interesados en capturar una actitud moderna a través de la innovación en las siluetas y la investigación textil”. Al fin y al cabo, las monumentales hombreras que Gvasalia puso de moda no son más que una interpretación dramatizada de las cuadradas espaldas baggy con las que el español “distorsionó el cuerpo femenino ya en aquella época”, como recuerda Igor Uria, director de colecciones de la Fundación Balenciaga. Mientras el resto de sus coetáneos, con Christian Dior a la cabeza, marcaban las cinturas con enaguas voluminosas, Cristóbal Balenciaga (Getaria, 1895-Xàbia, 1972) proponía el vestido globo como “abstracción del cuerpo femenino”. La sobredimensión que define las sudaderas de Gvasalia ya estaba presente en el vestido de cuatro puntas. En definitiva, ambos dan testimonio de su tiempo. Por ello, Valerie Steele considera que la mayor diferencia entre ambos no es tanto estética, que también, sino histórica: “Cristóbal Balenciaga era un genio, pero solo pudo ser un tipo concreto de modista, no la fuerza creativa detrás de una marca del siglo XXI que combina prêt-à-porter de lujo, marketing y ahora también alta costura”.

La Inmaculada Concepción de Aranjuez (1675-1680), de Murillo (primera foto), y, conjunto de noche de Cristóbal Balenciaga de 1965 (segunda foto). Este diálogo entre cuadro y moda formaba parte de la exposición 'Balenciaga y la pintura española' del Museo Thyssen de Madrid (verano de 2019). Gvasalia se inspira en piezas como esta para su colección (tercera foto).
La Inmaculada Concepción de Aranjuez (1675-1680), de Murillo (primera foto), y, conjunto de noche de Cristóbal Balenciaga de 1965 (segunda foto). Este diálogo entre cuadro y moda formaba parte de la exposición 'Balenciaga y la pintura española' del Museo Thyssen de Madrid (verano de 2019). Gvasalia se inspira en piezas como esta para su colección (tercera foto). Album /Jon Cazenave (museo Balenciaga)

En los años cincuenta del siglo XX, el maestro de Getaria desarrolló con la casa suiza Abraham un tejido rígido, el gazar, que por su configuración le ayudó a crear grandes volúmenes. “Fue una revolución que luego derivaría en otros materiales en los años sesenta como el zagar y el superzagar”, cuenta Uria. Para su primera colección de alta costura, Gvasalia ha colaborado con algunos de esos proveedores originales de Balenciaga, incluido Abraham, pero el mítico gazar se le ha resistido. “Lo intenté y lo intenté y lo intenté, pero ahora no funciona. Es demasiado poético. En cambio, he descubierto el bordado, algo con lo que no suelo trabajar y que es todo un mundo”. Para el diseñador georgiano, esa innovación pasa hoy por los materiales sostenibles con los que ya elabora en torno al 80% de sus colecciones de prêt-à-porter. “Hace cinco años tenía bastantes problemas porque parecía como si los hubieses tintado en tu casa con cebolla hervida”. Hace dos pidió a su equipo que solo le enseñasen textiles sostenibles. El experimento parece haber salido bien. “No quiero ver otras cosas que sé que me van a encantar, como los materiales tecnológicos japoneses, y que me voy a frustrar por no poder utilizar. Aunque pienso: ‘¿Son realmente necesarios?’. Nosotros no somos una marca de ropa de esquí”. Pero sí la prueba comparable de que querer, a veces, es poder. “Si todos hiciéramos lo mismo, sería como un efecto dominó. Ningún productor fabricaría tejidos no ecológicos si nadie los comprase”.

Primera foto: la pintura de Zurbarán ‘Fray Jerónimo Pérez’ (1633), una de las muchas obras de la tradición pictórica española cuyos ecos resonaban en el trabajo Cristóbal Balenciaga. Segunda foto: vestido nupcial en gazar de Cristóbal Balenciaga de 1967. Tercera foto: la interpretación de Gvasalia de esta pieza en su colección de julio.
Primera foto: la pintura de Zurbarán ‘Fray Jerónimo Pérez’ (1633), una de las muchas obras de la tradición pictórica española cuyos ecos resonaban en el trabajo Cristóbal Balenciaga. Segunda foto: vestido nupcial en gazar de Cristóbal Balenciaga de 1967. Tercera foto: la interpretación de Gvasalia de esta pieza en su colección de julio.Oronoz (Album) / David Bailey (Condé Nast , Shutterstock)

Aunque el problema, dice, no se resuelve solo con algodón orgánico. El consumo sostenible es, en su opinión, la clave: “Obviamente, la industria de la moda no quiere que la gente deje de comprar, pero creo que las compañías están obligadas a tener una conversación educativa con sus clientes y ofrecerles otras opciones”. Gvasalia concede que la alta costura no lo es. También que resulta “difícil” defender esta actitud dentro de una gran corporación de empresas de lujo. “Creo que la moda no es lo suficientemente política para la época en la que vivimos. Todo gira alrededor del dinero y los negocios, y ese es para mí el problema con la industria. Hay que aprovechar la capacidad de llegar a una audiencia global para algo más que para vender bolsos. Puede que yo no marque una gran diferencia, pero al menos hablo de temas que creo que son importantes”. Temas como el cambio climático, la homogeneización de la sociedad digital, la precarización laboral…

Primera foto: vestido de Cristóbal Balenciaga para la colección de verano de 1960, en el que se inspira Demna Gvasalia para una de sus última creaciones (segunda foto).
Primera foto: vestido de Cristóbal Balenciaga para la colección de verano de 1960, en el que se inspira Demna Gvasalia para una de sus última creaciones (segunda foto).Archivos Balenciaga

La sensibilidad política de Gvasalia no sorprende si se repasa una biografía que le conecta de nuevo con Cristóbal Balenciaga: ambos diseñadores vivieron un conflicto bélico. El vasco se instaló en París en 1937 huyendo de la guerra civil española. La de Georgia estalló cuando Gvasalia tenía 10 años. El diseñador cruzó el Cáucaso con su familia en dirección a la capital del país, Tbilisi, y cuando el camino se hizo imposible en coche, cambiaron un kaláshnikov por un caballo para que su abuela pudiera continuar el viaje. Después se trasladarían a Berlín, y desde allí Gvasalia pasaría a Amberes y a su prestigiosa Real Academia de Bellas Artes antes de recalar finalmente en París y fundar, en 2014, Vetements, la contestataria firma de ropa con la que captó la atención de todo el sector y que ahora dirige su hermano Guram. Una marca que cuestionaba los valores tradicionales de la industria de la moda y en la que el actual diseñador de Balenciaga ponía el foco en las prendas, no en el discurso creativo ni en la narración conceptual: en la ropa. Esa que, según sus propias palabras, le salvó la vida literalmente. “Cuando era más joven tuve que enfrentarme a mucha homofobia en París, así que me vestía como un tipo de seguridad o un policía para intentar disuadir a los demás de que me agredieran”. De ahí, quizá, la dramatización de la cotidianeidad que trabaja en sus colecciones y el despliegue de roles que suelen inundar sus pasarelas: el mecánico, el futbolista, el hombre de la limpieza, el skater… “La prueba de que la moda sigue siendo una poderosa herramienta de comunicación es que una vez en un banco de Suiza [donde vive actualmente con su pareja, el músico Loïk Gomez] el tío de seguridad me echó. Creía que era un vagabundo porque mi ropa era tres tallas más grande de lo normal”.

Demna Gvasalia, director creativo de Balenciaga desde 2015.
Demna Gvasalia, director creativo de Balenciaga desde 2015.BFRND

Gvasalia se ríe con ganas bajo la mascarilla. Dice que ya no es el “diseñador oscuro” que solía ser. “Puede que sea el amor o simplemente que me estoy haciendo mayor. Ya no hago las cosas porque tenga que demostrar algo, sino porque me encantan. Y además, la moda ya no es mi prioridad como lo era hace cinco años. Me gusta muchísimo, pero podría vivir sin ella”. Balenciaga lo hizo. Cerró su taller en 1968, empujado, entre otros motivos, por la pujanza de un nuevo tipo de diseño, el prêt-à-porter, fabricado industrialmente y más barato, que ni entendía ni le interesaba. Murió cuatro años después. Dijo: “La manera de vivir que permite la existencia de la alta costura no existe ya: la alta costura es un lujo que resulta imposible en nuestra época”. Pero la suya sigue siendo relevante e inspirando a la moda medio siglo después.

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