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Desprendernos de la mochila del pasado mejora nuestra salud

Recuerda olvidar, libera tiempo y espacio para vivir

© Mikel Jaso
© Mikel Jaso

Muchas personas viven con el pasado a cuestas. Recuerdan aquello que tuvieron y han perdido, las cosas que salieron mal, los amigos que los decepcionaron, los amores que no pudieron ser. Una carga así roba mucho espacio al presente, que es el único tiempo en el que podemos vivir de forma proactiva. Sobre esto, el psiquiatra Enrique Rojas dice: “La felicidad consiste en tener buena salud y mala memoria”. De hecho, parece haber una estrecha relación entre ambos, a juzgar de cómo viven los más longevos del mundo, como veremos a continuación.

Antes de la pandemia, entre las zonas identificadas por Dan Buettner, autor y educador norteamericano, destacaba la isla de Okinawa. Sorprende que justamente sea la prefectura más pobre de Japón, con peores infraestructuras y sueldos más bajos, donde haya más centenarios. Un lugar, además, donde la mochila del pasado debería ser pesada, ya que la batalla de Okinawa se saldó con 110.000 muertos, muchos civiles.

El peaje que dejó la II Guerra Mundial en esta parte de Japón fue notorio. Hoy en día, el Ejército estadounidense mantiene aún 20.000 personas en la base aérea de Kadena, que encierra algunas de las mejores playas del país. A esta presencia de las antiguas fuerzas de ocupación hay que sumar los estadounidenses que se han establecido en la isla por otras razones. Muchos llegaron atraídos por el surf o por el clima subtropical y han acabado quedándose. Algunos se han casado con okinawenses, han aprendido japonés y se han integrado en la cultura local.

¿Cómo son recibidos estos gaijin —extranjeros— por los naturales de la isla? En cualquier otra parte del mundo, con esta historia sería esperable un clima de rechazo o al menos de resentimiento. No es en absoluto así, como señalaba Adam Lewis, un fotógrafo afincado en la isla, en un reciente viaje que hice para un documental: “Creo que un gran secreto de los okinawenses para vivir tanto tiempo es su filosofía del perdón. No solo han sabido perdonar todo lo que sucedió, sino que te acogen como a un amigo”. Sobre esto último, en la cultura de Okinawa rige el lema Ichariba choodee, que suele traducirse como “una vez nos hemos conocido, pasamos a ser hermanos”. Este sentimiento de fraternidad, sumado a su capacidad para pasar página, son dos factores clave para una existencia larga y optimista. ¿Cómo podemos aplicar nosotros este olvido sanador a nuestra vida?

Perdonando el pasado. Eso incluye tanto las afrentas recibidas o las calamidades que hayamos sufrido como los propios errores que creamos haber cometido. Como afirma un pasaje del Corán: “Para Dios no cuenta lo que has sido, sino lo que serás a partir de ahora”.

Enfocándonos al presente y al futuro. El mayor antídoto contra la culpa, el resentimiento o la ira, todos relacionados con el pasado, es poner nuestra energía en construir la vida tal como deseamos que sea. Ello implica salir de la victimización y actuar como agentes activos de nuestra existencia.

Comprendiendo que las cosas no sucedieron de un único modo. Según la experta en escritura terapéutica Silvia Adela Kohan, “lo biográfico es solo un subgénero de la ficción”, ya que nuestros recuerdos son selectivos —descartamos unas cosas y destacamos otras— y, además, se deforman con el tiempo. Esto explica por qué un mismo hecho es evocado de forma distinta por dos personas.

Priorizando el bienestar. En su We Can Work It Out los Beatles cantaban: “La vida es muy breve y no hay tiempo para quejarse y pelearse”. Las tensiones sobre lo que sucedió son una fuente de estrés y potencial enfermedad. Mantener el enfado supone llevar con nosotros el fardo a todas partes. Para nuestra salud física y mental, es más importante vivir tranquilo que llevar razón.

El pasado puede ser un ejercicio de nostalgia cuando nos recreamos en recuerdos agradables, y también una enseñanza provechosa, ya que nos ha traído hasta aquí. Pero como decía Buda, no tiene ningún sentido cargar con la barca cuando has alcanzado la otra orilla. Lo que nos corresponde ahora es caminar y explorar nuevas posibilidades.

Por todo ello, recuerda olvidar.

Francesc Miralles es escritor y periodista especializado en psicología.

Las dos emociones del pasado

— Hay cuatro emociones básicas que rigen nuestra vida, aunque el psicólogo social Paul Ekman las amplió a seis, incluyendo la sorpresa y el asco, y cada una de ellas se relaciona con un tiempo determinado. El miedo pertenece al futuro y la alegría al presente. Las otras dos están ancladas al pasado:

 

— La ira pone en tensión los músculos, que se preparan para la lucha, mientras se acelera el ritmo cardiaco y respiratorio. Liberamos adrenalina y noradrenalina, que se traduce en estrés y agotamiento. Muchas veces surge por la interpretación de algo que ha sucedido de manera distinta a nuestras expectativas.

 

— Tristeza. Suele apuntar a una pérdida: de un ser querido, de un objeto o estatus, incluso de la ilusión o ganas de vivir. Aquello que fue y ya no es nos sume en un pesado letargo y pasividad, anulando nuestro presente. Cuando el duelo por lo perdido se prolonga más allá de lo razonable, puede derivar en una depresión.

 

 

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