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CARTA BLANCA
Columna
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Ramón Baltar, respetable y clandestino

Apariencia tranquila y desafío permanente, detrás del punto rojo de la brasa del pitillo ansioso. ¿Quién era ese padre de familia?

EPS 2317 CONFIDENCIAS CARTA BLANCA SUSO DE TORO
EPS

No te puedo escribir “querido Ramón” ni “estimado Ramón”, pero tampoco “don Ramón”, como te conocieron. Para mí, que no te conocí cuando estabas vivo, sólo puedes ser Ramón, ése al que perseguí. Pensé que sería yo, el perseguidor, quien dominase, pero veo que me arrastraste a una trampa que habías dejado armada detrás de ti, esperando a alguien.

Yo no te buscaba. Inicialmente iba a escribir la historia de esa familia tuya tan curiosa y divertida que protegió a Rosalía de Castro, a la familia Castelao, cirujanos de la escuela alemana, barcos, automóviles, pianos, libros…Una historia que se expandía en un Santiago, una Galicia y una España que se intentaba europea. Hasta que Europa y el siglo estallaron. En esa historia familiar impetuosa y alegre eras una figura apagada.

Y entonces me llegó la foto del funeral por Castelao, muerto en el exilio en 1950. No habían pasado tres años desde tu detención y ya estabas organizando un funeral por ese hombre pacífico, un “enemigo de la patria” entonces.

Ahí te vi por primera vez, en medio de los asistentes pero catalizando y creando un campo de fuerza alrededor de ese perpetuo cigarrillo Chesterfield. Apariencia tranquila y desafío permanente, detrás del punto rojo de la brasa del pitillo ansioso. ¿Quién era ese padre de familia con auto llamativo? Ya no me pareciste gris en ese funeral de invierno.

Tendría que descubrir a ese encubierto. Habría que apartar los escombros, el miedo y el silencio ominoso, esa patria de quienes nacimos después. Después de qué, después del trauma, el desastre, generaciones nacidas en la mentira, infantilizadas e ignorantes de los daños. Ignorantes de ti, ese varón de dos caras, respetable señor burgués de día y clandestino de noche. Marcado pero en pie, arrogante.

Ni “tercera España”, ni “exilio interior”, de la red resistente, guerrillera. Defender territorio, hospitales. Los partisanos colgaron a Mussolini, Hitler se mató antes de que lo juzgaran y colgaran como a sus generales, ¿qué había que hacer con Franco? Mantuviste tu presencia, aunque vencido. Un guerrero rezagado esperando vanamente a los “aliados” que nunca llegaron, traicionaron. Esa noticia en una emisora extranjera que nunca llegó.

Ahora eres un Ramón Baltar distinto al cirujano eminente, aunque apartado de la universidad. Salió a la luz el Ramón que se escondía en los papeles viejos que dejaste, como si esperasen. Porque no contaste lo que sabías pero tampoco quemaste los papeles. Y cuando iba encontrando pistas, desvelándote, era como si tu figura, que estaba esperando, comprimida a la fuerza, liberase un aire enérgico y cálido. El lector sumido en su biblioteca, el probo cirujano del hospital de pobres, el hombre tranquilo era un hombre peligroso. Realmente les merecías más daño a los vencedores del que te hicieron.

¿Fui yo quien te escogió o me escogiste tú para servirte de mí y manifestarte, “aquí estoy, soy Ramón Baltar. Existí”? No todo fue derrota y servidumbre, hubo resistentes y una ética orgullosa. Tenemos derecho a conocerlo. ¿El deber también?

Suso de Toro es autor de Un señor elegante (Alianza, que sale a la venta el 25 de febrero).

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