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En bicicleta siguiendo el Danubio de Viena a Bratislava

De Austria a Eslovaquia por la EuroVelo 6, unos 75 kilómetros de ruta por la llanura fluvial que recorre el gran río centroeuropeo entre arboledas, humedales y campos de girasoles y maizales

Ciclistas en el puente de acero de 525 metros de longitud llamado Freedom Cycling Bridge entre Austria y Eslovaquia.
Ciclistas en el puente de acero de 525 metros de longitud llamado Freedom Cycling Bridge entre Austria y Eslovaquia.Alamy Stock Photo

Conviene salir de buena mañana, cuando Viena se despereza y afloran secuencias que recuerdan a Paolo Sorrentino. En el parque Prater, las damas de la alta sociedad salen a correr maquilladas y las jóvenes amazonas de los clubs de equitación pasean a sus caballos. En las habitaciones superiores del Hotel Sacher, los mirones con gusto contemplan a las bailarinas del Ballet Nacional haciendo estiramientos en la última planta del edificio de la Ópera. En el café del edificio Urania, con sala de cine desde 1910, comienzan a servir los primeros cafés del día con vistas al canal del Danubio. La ruta puede arrancar aquí, el espacio simbólico donde el río Viena desemboca en el Danubio en pleno centro urbano de la capital austriaca, justo a 75 kilómetros de Bratislava, la capital de Eslovaquia.

Desde este punto, basta seguir la corriente rumbo a la Isla del Danubio —Donauinsel en alemán— para salir de la ciudad. Esta no es una isla cualquiera, se trata de una obra artificial creada en los años setenta del pasado siglo para equipar a Viena con un parque monumental para el baño y el ocio. Son 21 kilómetros de extensión con senderos y playas fluviales que dividen el cauce del río en dos y protegen contra las inundaciones. Ya en la otra orilla, la Grande Bellezza vienesa se transforma en un filme de Kusturica. Los fines de semana familias enteras de origen balcánico y turco, junto con los inmigrantes de Siria y Afganistán llegados a Viena en los últimos años, levantan aquí sus barbacoas en un espectáculo de fumarolas y olor a especias y carne a la brasa. Por su jardín improvisado pasa el carril de la EuroVelo 6, la ruta ciclista de largo recorrido que transita 4.450 kilómetros entre el océano Atlántico y el Mar Negro, y que es la que nos conduce a Eslovaquia. Para no despistarse con las señales: la vía ciclista del Danubio de la EuroVelo 6 se conoce en alemán como Donauradweg y en eslovaco como Dunajská cyklistická cesta.

Desde el pasado otoño cuenta con un nuevo tramo que circula sin pudor entre los tanques gigantescos que almacenan las reservas estratégicas de la petrolera austriaca OMV. Es un ramal de apenas kilómetro y medio, suficiente para sentir cierto vértigo industrial, pero que permite la entrada directa a la jungla de Lobau y demuestra que, si se quiere, se pueden crear carriles bici incluso en los lugares más insospechados.

La Isla del Danubio, obra artificial creada en los años setenta del pasado siglo para equipar a Viena con un parque monumental para el baño y el ocio.
La Isla del Danubio, obra artificial creada en los años setenta del pasado siglo para equipar a Viena con un parque monumental para el baño y el ocio. Alamy Stock Photo

Lobau es un humedal único de 2.300 hectáreas a las afueras de Viena. Un paisaje de enorme riqueza biológica que forma parte del parque nacional Donau-Auen, una de las seis grandes áreas protegidas de Austria. Este ecosistema de aluvión es el hábitat de castores, garzas, cormoranes y de más de un centenar de aves nidificantes, incluido el carismático martín pescador, y, ocasionalmente, de algún que otro cicloturista con prismáticos.

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Superado Lobau, llega el momento de rodar con plato grande por rectas infinitas ―en realidad son 27 kilómetros― entre arboledas y campos de cultivo y más humedales del corredor verde del Donau-Auen, gran protagonista de la travesía, en una pista exclusiva para ciclistas de ruta que parece diseñada con escuadra y cartabón por un geógrafo colonial. Aquí el Danubio se intuye, pero no se ve.

Vista aérea de la ciudad danubiana Hainburg an der Donau, con una de las fortificaciones medievales mejor conservadas de Europa.
Vista aérea de la ciudad danubiana Hainburg an der Donau, con una de las fortificaciones medievales mejor conservadas de Europa.Alamy Stock Photo

Todo cambia cuando uno se acerca a la siguiente parada, que nos obliga de nuevo a cruzar a la otra orilla por el puente Andreas Maurer y circular, paralelos a unos bancales soberbios de arena, perfectos para el baño, hasta alcanzar una villa típica danubiana: Hainburg an der Donau. La ciudad recibe con una de las fortificaciones medievales mejor conservadas de Europa, que incluye una muralla de casi tres kilómetros, 15 torres del siglo XIII y las ruinas del viejo bastión. En el muelle se agitan los barcos de recreo al paso de los buques de carga. La imagen del meandro que forma el río junto a los bosques de exuberancia tropical, como los describe Claudio Magris en El Danubio (1986), encajaría en la película Fitzcarraldo, de Werner Herzog.

Sendero para bicicletas en un bosque cerca de Bratislava (Eslovaquia).
Sendero para bicicletas en un bosque cerca de Bratislava (Eslovaquia). Peter Vrábel (Getty Images/iStockphoto)

Tras dejar Hainburg por una vía wagneriana (Nibelungengasse), el paisaje se llena de campos de girasoles y maizales y se vislumbra por primera vez en el horizonte Bratislava, con la colosal estampa del castillo en lo alto de una colina rocosa. Su figura se vuelve omnipresente tanto en los alrededores ―contemplado desde Austria―, como en el interior del casco urbano mientras se callejea por la capital eslovaca. También lo vio Napoleón, que ordenó a sus tropas que lo cosieran a cañonazos en 1809. O las tropas del Pacto de Varsovia, que lo ocuparon para apagar las reformas de la Primavera de Praga en 1968.

Un grupo de ciclistas frente al palacio presidencial de Bratislava, la capital de Eslovaquia.
Un grupo de ciclistas frente al palacio presidencial de Bratislava, la capital de Eslovaquia. Alamy Stock Photo

La fortaleza como emblema en la ribera del Danubio recuerda que este es un territorio de frontera en un momento en el que las fronteras europeas se han borrado, un privilegio frágil como demuestran el Brexit o la pandemia. La senda ciclista y el curso de agua dulce avanzan al encuentro del mundo eslavo, en el lugar donde una vez se bajó el Telón de Acero. Desde la carretera se impone una última postal, un escenario onírico con el aura de Andréi Tarkovsky: en los suburbios despuntan las moles de los paneláky, término coloquial con el que se conoce a los bloques de pisos construidos en serie con paneles prefabricados de hormigón. La principal herencia estética del antiguo bloque soviético es la creación de urbanistas: su silueta resulta familiar en la mayoría de las ciudades, desde el antiguo Berlín Oriental hasta Siberia.

Señal indicadora de la ruta EuroVelo 6 a su paso por Austria.
Señal indicadora de la ruta EuroVelo 6 a su paso por Austria. Alamy Stock Photo

Nuestra ruta marca al Danubio sin exigir mucho a cambio, ronda las cinco o seis horas en el sillín en función de las paradas y la forma física. Al acabar se puede pernoctar en Bratislava o regresar en tren a Viena en un trayecto de apenas una hora. Los hay quienes siguen en bicicleta hasta Budapest. Algunos continúan en busca de la gran belleza hasta el Mar Negro.

  • En la línea de ferrocarril (oebb.at) que une Viena (Austria) y Bratislava (Eslovaquia) se puede transportar la bicicleta.
  • Si en Viena nos alojamos en el hotel Sacher, en Bratislava podemos hacerlo en el Marrol’s Boutique Hotel.
  • Si en Viena tomamos café en el edificio histórico Urania (Uraniastraße 1), en Bratislava merece la pena sentarse en el Next Apache (Panenská 674/28).

 

*David Granda es autor del libro ‘Planes para conquistar Berlín’ (Libros del K.O.).

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