15 botellas con genio dentro

Los quince años de andadura de El Viajero se corresponden con el mayor desarrollo vitivinícola experimentado por España en su historia. Tres lustros excepcionales en los que nos hemos situado a la vanguardia de los grandes países productores. Paradójicamente, también es el periodo en el que nuestro consumo per capita se ha desplomado hasta niveles incompatibles con nuestra cultura y con el hecho de poseer la mayor extensión de viñedo del mundo.

En este periodo hemos recuperado variedades autóctonas y han aparecido numerosos vinos magistrales. Una quincena prodigiosa en...

Los quince años de andadura de El Viajero se corresponden con el mayor desarrollo vitivinícola experimentado por España en su historia. Tres lustros excepcionales en los que nos hemos situado a la vanguardia de los grandes países productores. Paradójicamente, también es el periodo en el que nuestro consumo per capita se ha desplomado hasta niveles incompatibles con nuestra cultura y con el hecho de poseer la mayor extensión de viñedo del mundo.

En este periodo hemos recuperado variedades autóctonas y han aparecido numerosos vinos magistrales. Una quincena prodigiosa en la que hemos aprobado con nota nuestra asignatura pendiente: la elaboración de grandes blancos.

De todos los cambios, el más destacable ha sido la recuperación de varietales autóctonos olvidados, poco valorados o simplemente desechados. No ha sido fácil, ya que la mayoría estaban en peligro de extinción, y el mercado, dominado por uvas de renombre. Su recuperación ha supuesto tiempo y dinero (además de la colaboración con organismos oficiales) con la única recompensa de la fuerte personalidad de estas cepas hasta ayer sin futuro. La lista es larga: las mallorquinas callet, gargollassa y giró blanc; la valenciana mandó; las canarias baboso, vijiriego, gual y sabro; las gallegas caiño, sousón, loureira y lado; la asturiana carrasquín, la riojana maturana, las aragonesas mandó y moristel, las catalanas trepat y sumoll, la gaditana tintilla de Rota, la granadina romé... Una lista que no deja de crecer, enriqueciendo el patrimonio ampelográfico.

Brillantes enólogos

Pareja a la recuperación de variedades ha tenido lugar la renovación de zonas vitivinícolas ancladas en el pasado o ahogadas en la mediocridad del granel. Ha sido gracias al trabajo de una nueva generación de enólogos que han recorrido los rincones olvidados de nuestra geografía vitivinícola en busca de la vieja cepa autóctona, el terreno singular, para elaborar vinos con un nuevo perfil. Winemakers como Raúl Pérez, Telmo Rodríguez, Marcos Eguren, Ignacio de Miguel o Pepe Hidalgo. Había un precedente: en los años ochenta, visionarios como René Barbier, José Luis Pérez, Álvaro Palacios y Carlos Pastrana redescubren Priorat y sus cepas centenarias de garnacha y cariñena. El impacto es mayúsculo, iniciando un proceso que en estos quince últimos años ha tomado nuevo impulso. Así, en Jumilla se reivindican con éxito los vinos de monastrell. En Toro, donde el cuerpo, color y elevado contenido alcohólico parecían imposibilitar la elaboración de grandes tintos —pese el empeño ejemplar de Manuel Fariña en demostrar lo contrario—, la aparición de Numanthia supuso el anuncio de su posterior desarrollo. En el Bierzo, Ricardo Pérez y su tío Álvaro Palacios, creador de L’Ermita, elaboran en Villa de Corullón un tinto de mencía reivindicativo de su nobleza varietal. Su vino sacó al Bierzo del inmovilismo.

Los últimos tres lustros han visto nacer los vinos de pago, una delimitación geográfica todavía por definir claramente, pero que abre la posibilidad de diferenciación al estilo de los crus y domaines franceses o los vigneti italianos. Algo vital en España, donde la homogeneización ha sido la norma. Carlos Falcó impulsó en 2000 la Asociación Grandes Pagos de España, formada inicialmente por bodegueros de ambas Castillas que elaboraban con uvas propias de una sola finca. Gracias al prestigio de los primeros asociados, como Calzadilla y Dehesa del Carrizal, y a la infatigable labor del promotor, esta asociación privada abarca actualmente 25 bodegas en distintas zonas.

Recientemente, la DO Penedés otorgó por primera vez la categoría de vinos de pago a Jean León, un precedente que tendrá, sin duda, continuidad. Caso aparte son los vins de vila, promovidos por la DOQ Priorat, para reforzar los vínculos del vino con el territorio.

La paradoja vitivinícola

A su vez, el vino de terruño, entendido al modo francés de terroir, ha permitido resolver una de las grandes paradojas españolas: país de gran riqueza en suelos y variedad de climas que elabora vinos impersonales, homogéneos. En La Rioja se mezclan uvas y vinos de diferentes zonas con el objetivo de ofrecer todos los años el mismo tipo de vino, indistinguible, la mayoría de las veces, del competidor de similar calidad. Venturosamente, nuestros mejores elaboradores han recuperado el concepto de terruño para sus mejores vinos.

En estos últimos quince años, la aparición de grandes blancos ha tenido que luchar contra la moda de los vinos jóvenes, frescos y afrutados, de bochornosa procacidad aromática. Un abusivo olor a platanito, mezclado con manzana, melocotón y frutas exóticas, se instaló entre nosotros. Hacía falta una vuelta de tuerca en la elaboración de nuestros blancos para conquistar la finura, complejidad y elegancia que distingue a los mejores.

Para ello contamos con varietales de enormes posibilidades enológicas como albariño, godello, verdejo, viura, garnacha blanca o xarel.lo. Con ellas, fermentados en barrica al estilo bordelés, con crianza sobre lías o a pecho descubierto, hemos conseguido una pléyade de extraordinarios vinos blancos.

Fenómeno extensible al cava. Nunca se elaboraron mejores espumosos naturales. En la cima, Turo d’en Mota, la obra magna de Recaredo, elaborado exclusivamente con el xarel.lo de una sola parcela y criado durante casi diez años. El mejor resumen de lo que han significado tres lustros prodigiosos.