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Conquistados por Trujillo

Del museo de Pizarro a la casa de Orellana, historias de aventureros y riquezas. Comida en el mesón La Troya y noche en el palacio de Chaves. Un pequeño tesoro a dos horas de Madrid

Paseo por Trujillo (Cáceres).
Paseo por Trujillo (Cáceres).Isaac F. Calvo

Trujillo no solo es un empacho de historia y arte. Es además un modelo sostenible de turismo. De su matriz celta (Turaca) o romana (Turgalium) poco queda, pero de la Taryala árabe sí, y también de la medieval Truxiello que creció a los pies de la alcazaba mora, en un cruce de caminos vitales para el comercio. Pero fue al descubrirse el Nuevo Mundo cuando hidalgos y gentes de a pie se enrolaron en la aventura de la conquista. Algunos regresaron, forrados, y convirtieron su ciudad en un joyero de piedra. No obtuvo en los tiempos modernos un protagonismo burocrático (como Cáceres o Plasencia); así que las piedras se cubrieron de olvido, líquenes y cigüeñas. Todo cambió al trazarse la autovía y dejar a Trujillo a dos horas de Madrid. El casco viejo, muy bien conservado, aloja en palacios remozados a un turismo selecto que apuesta por la calidad reposada.

9.00 Cigüeñas y torres

Iglesia de San Martín, en Trujillo, frente a la cual se encuentra la escultura ecuestre de Francisco Pizarro.
Iglesia de San Martín, en Trujillo, frente a la cual se encuentra la escultura ecuestre de Francisco Pizarro.Isaac F. Calvo

La banda sonora de Trujillo es el crotorar de las cigüeñas. Su vuelo forma parte de ese camafeo colorista y brillante que es el perfil urbano, desde cualquier ángulo que se mire. El mejor, desde luego, la plaza Mayor (1). Cerrada por soportales de eco medieval: portales del Pan, de la Verdura, de las Carnicerías, del Lienzo; y los mejores palacios renacentistas o barrocos: el de la Conquista y el de San Carlos (vacíos, no se visitan), o el de Piedras Albas, Consistorio Viejo y otras casas nobles. Junto a la iglesia de San Martín (2), abierta a las visitas (su interior guarda, entre otras cosas, dos autos sacramentales manuscritos de Calderón), la estatua ecuestre de Francisco Pizarro; es obra del americano Charles Rumsey, de 1929, hermana de otra más chica que hay en Lima. Lo mejor para situarse y planificar la jornada es entrar en la oficina de turismo y contratar una visita guiada (7 euros) o adquirir un Pasaporte (5 euros) que da acceso a cinco puntos clave. El primero de ellos, la Torre del Alfiler (3) y su centro de interpretación de la ciudad, abierto hace cosa de un año.

11.00 Solar de titanes

Subiendo la rampa del Consistorio Viejo y atravesando el Cañón de la Cárcel (pasadizo), se sale a la fachada del palacio de Orellana-Pizarro (4), que es colegio de monjas, pero enseñan el patio. Siguiendo el adarve, tras cruzar la puerta de San Andrés, la casa-fuerte (en venta) de los Escobar; allí nació María de Escobar, que hizo llevar a Lima las primeras simientes de trigo y cebada —y América es ahora uno de los graneros del planeta: esa mujer se merece una novela, como la que Isabel Allende dedicó a Inés Suárez, Inés del alma mía—. Pasado el hospital de la Concepción, donde se instaló el artista portugués Pinto Coelho, y la alberca romano-árabe, se llega al Arco del Triunfo (5), por donde entraron en 1232 las tropas cristianas que desalojaron a los árabes; como anécdota, ahí rodó Ridley Scott la toma de Granada por los Reyes Católicos en su película 1492, la conquista del paraíso. No es dificultoso rodear la muralla por fuera, por un sendero silvestre, abarcando un paisaje berroqueño virgen, hasta llegar a la puerta de Coria (6). Pegado a ella, el monasterio homónimo dañado por el terremoto de Lisboa (1755) fue recuperado por Xavier de Salas para fijar allí su fundación y un museo. Enseguida se sale a la explanada de Santa María, cuyo interior guarda un retablo de Fernando Gallego y sepulcros nobles. La torre románica cayó con el citado terremoto, así que levantaron otra a los pies del templo; en 1971 se rehizo la torre románica, y el cantero Antonio el Rana, con venia del arquitecto, coló entre otros escudos el del club de fútbol de ambos, el Athletic de Bilbao. Frente a Santa María (7), la iglesia de Santiago (8) alberga un pequeño museo. Las monjas del vecino convento de San Jerónimo elaboran dulces que venden a toque de timbre.

14.00 Recios condumios

Soportales en la plaza Mayor de Trujillo (Cáceres).
Soportales en la plaza Mayor de Trujillo (Cáceres).Isaac F. Calvo

Los aromas de obrador recuerdan que es hora de comer; basta franquear la puerta de Santiago para bajar a la plaza Mayor: allí abundan las tiendas con quesos, vinos y productos de la tierra, y numerosas terrazas y comedores sirven el aperitivo o el almuerzo con vistas impagables. En uno de los soportales, el mesón La Troya (9) es una institución; por allí han pasado famosos y testas coronadas de medio mundo (ver las fotos); la fórmula sigue invariable: por un precio fijo (módico), cada comensal tiene derecho a entremeses, platos típicos (migas, gazpacho, frite de cabrito, criadillas de la tierra) y bebida suficientes para hartar a un regimiento.

16.00 A vista de pájaro

Para pasear la digestión, nada como subir la Cuesta de la Sangre y desandar algunos pasos de la mañana para dar con la Casa Museo de Pizarro (10). Es reconstrucción de una casa hidalga, la de Gonzalo Pizarro el Largo, que tuvo mujer oficial y cuatro más de repuesto, padre de Francisco Pizarro y sus hermanos conquistadores. Primos estos de Francisco de Orellana, descubridor del Amazonas, cuya casa natal (ahora hotel) está un poco más abajo. Luego se puede continuar hasta el castillo (11), una de las alcazabas árabes mejor conservadas. Al primer recinto cuadrangular, de época califal, se añadió otro más amplio, con una pequeña mezquita. Ambos están vacíos, pero se puede subir al camino de ronda y contemplar Trujillo a ojo de cigüeña.

18.00 Bodegas y berrocales

Javier Belloso

Bajando por la calle de Sillerías se alcanza el palacio de Sofraga (12), y un poco más abajo, en el llamado Campillo, el convento de San Antonio (ahora hotel); allí escribió sus versos sor Mariana de Jesús. Por detrás queda el parador (13), en el antiguo convento de Santa Clara; las monjas viven al lado y venden dulces. Las del convento vecino de San Pedro hacen bordados. En el convento de la Merced, más abajo, Tirso de Molina escribió una Trilogía de los Pizarro; allí estuvo el museo del queso y del vino, que ahora se reduce a un escaparate de artesanía. Trujillo tiene vinos propios, de alta calidad (y precio acorde). Dos de sus bodegas se pueden visitar, Habla (14) y Las Granadas Coronadas (15); están a cosa de una legua, entre rebaños y berrocales. Hay que ir en coche. También se precisa este para ir al pueblo de Huerta de Ánimas (16), donde se puede visitar un museo etnológico.

20.00 Velada doméstica

La vida nocturna de Trujillo es reposada, se consagra a la buena mesa y a unos hoteles palaciegos cuyas salas y chimeneas invitan a disfrutar. Como ocurre en la histórica Casa de Orellana, que solo tiene cinco habitaciones, o en el contiguo palacio de Chaves, con siete. Cerca de ambos, la posada Dos Orillas (17) mantiene el mismo encanto a nivel más doméstico. Más amplios son el NH instalado en el palacio de Santa Marta o el Izán Trujillo, en el convento de San Antonio. Cenas de lujo gastronómico en Bizcocho, en la plaza Mayor, y Corral del Rey (18) (plaza del Corral del Rey). Para tomar una copa trasnochadora, La Abadía (19) o La Carbonera (ambas en García de Paredes, cerca del parador); también en El Cabo Verde (en la calle de la Merced).

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