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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez
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Cuatro preguntas incómodas sobre patentes y covid-19

El debate sobre la reforma del modelo de innovación biomédica y acceso a medicamentos parece haberse estancado en la cuestión de la exención, pero necesitamos abrir una conversación más amplia

Vacunas coronavirus
Protesta contra la patentes de las vacunas en los Estados Unidos a principios de este mes.SAUL LOEB (AFP)
Gonzalo Fanjul

Esta pandemia se ha convertido en una trituradora de lo que el economista John K. Galbraith denominaba la “sabiduría convencional”. En menos de un año y medio, mucho de lo que era cierto en materia de economía y política parece estar sujeto a una reconsideración acelerada cuyas consecuencias son todavía impredecibles.

La última de estas verdades aceptadas que ha sido puesta en duda es la de la propiedad intelectual como sustento imprescindible de la innovación científica y el desarrollo de los productos biomédicos que precisan nuestras sociedades. Si el sector farmacéutico –que ha recibido una cantidad sin precedentes de recursos públicos contra el coronavirus y cuya única obligación es satisfacer la demanda de vacunas, diagnósticos y tratamientos– incumple su parte del acuerdo, la sociedad tiene el derecho de privarles de la exclusividad oligopólica que ofrecen las patentes y extender la producción a otros fabricantes.

Hasta ahí, (casi) todos de acuerdo. El problema –ya lo hemos dicho en este blog– es que la exención temporal de los derechos de propiedad intelectual es un asunto complejo y de efecto retardado. Y lo que es más importante, de consecuencias dudosas si no va acompañado de otras medidas como la transferencia de tecnología, conocimientos e infraestructura que permitan llevar a escala la producción en países de renta media y baja. Y este es un terreno donde las certezas morales escasean: incluso con una capacidad instalada y un personal formado y disponible, el coste de establecer en una fábrica suiza tres líneas producción de la vacuna de Moderna fue de 210 millones de dólares (174 millones de euros). Esta cantidad permitiría salvar la vida de 2.620.000 niños en los países de ingreso bajo, financiando una rutina completa de inmunización frente a 18 enfermedades a lo largo de una década. ¿Dónde deberíamos poner el dinero, sabiendo además que la mitad de estas vacunas previas a la covid ya se produce en los países en desarrollo?

El debate sobre la reforma del modelo de innovación biomédica y acceso a medicamentos parece haberse estancado en la cuestión de la exención, pero necesitamos abrir una conversación más amplia. Y en esa conversación todos vamos a tener que contestar algunas preguntas incómodas. Les propongo cuatro a las que vengo dando vueltas desde hace algún tiempo:

El economista Galbraith nos animó siempre a cuestionar las verdades aceptadas. Su trayectoria le permitió hacerlo en ocasiones tan sonadas como el New Deal, de Roosevelt, o la Gran Sociedad, de Johnson. Ambas fueron respuestas transformadoras a crisis y brechas sociales de una magnitud generacional. No es raro encontrar similitudes con la situación que ahora vivimos.

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