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“Franco ocupa un lugar jerárquico entre los mentirosos de la historia del fascismo”

El historiador argentino Federico Finchelstein expone en su nuevo libro, ‘Una breve historia de las mentiras fascistas’, cómo los extremistas de ultraderecha creen en sus propios embustes

Patricia R. Blanco
Retrato de Franco, por Ignacio Zuloaga (1940). 
Retrato de Franco, por Ignacio Zuloaga (1940). j. egaña / museo de bellas artes de bilbao

Joseph Goebbels, el ministro para la Ilustración Pública y Propaganda de Hitler, dejó constancia en sus diarios personales de su orgullo por “cómo los medios de comunicación alemanes comentaban lo buenos que eran sus artículos”. La anécdota ilustra, según el historiador argentino Federico Finchelstein (45 años, Buenos Aires), una de las características del fascismo: “Los fascistas creen en sus propias mentiras”. “Goebbels controlaba los periódicos y es interesante que, en sus diarios, que no fueron escritos para el público, terminara creyéndose la propia mentira del aparato propagandístico que él mismo creó”, señala Finchelstein, autor de A brief history of fascist lies (Una breve historia de las mentiras fascistas, University of California Press, 2020), que en unos meses publicará en España la editorial Taurus. Es el mismo uso de la mentira que, según el experto en ideologías extremistas, hacen los presidentes de Brasil y Estados Unidos, Jair Bolsonaro y Donald Trump, a los que considera “posfascistas”. Al igual que a los líderes de Vox, a quienes describe como herederos del dictador Francisco Franco.

“Con una lógica semejante a la de la propaganda fascista, Trump mintió sobre el coronavirus y terminó contagiado”, explica Finchelstein, como muestra de hasta qué punto los fascistas asumen sus propios embustes como verdades. El hecho de que “Trump admitiera la realidad empírica” de que el SARS-CoV-2 se transmite por el aire, “no significa que el caudillo no crea en sus propias mentiras”. “Ha estado dispuesto a sacrificar su propia salud personal porque Trump se negó, casi siempre, a usar una máscara para protegerse en público”, al igual que Bolsonaro, que se ha referido a la enfermedad que ha provocado la pandemia como la gripecinha, recuerda el historiador en conversación telefónica con EL PAÍS. Pero el líder brasileño, al igual que Trump, enfermó de gripecinha.

Federico Finchelstien.
Federico Finchelstien.

“La verdad para el fascismo es una verdad absoluta, no demostrable, entendida como una cuestión de fe”, desarrolla el autor a lo largo de una Breve historia de las mentiras fascistas, un complemento de su libro anterior, Del fascismo al populismo en la historia (Taurus, 2019). En el fascismo, y también el posfascismo, “el líder es un dios y del líder emana la verdad”. Una verdad que no puede ser cuestionada, porque “solo los hechos (y mentiras) prescritas por el líder podían ser aceptadas como la verdad”.

Y “entre los grandes mentirosos de la historia del fascismo, Francisco Franco ocupa un lugar lamentable, casi jerárquico”, considera Finchelstein, que define al dictador español como un “hito de la mentira fascista”. “Después de asesinar a una parte importante de la oposición y de haber obligado al exilio a otros tantos, Franco convocó un referéndum en 1947 para confirmarle como jefe del Estado de España vitalicio”, continúa. Franco “argumentó que esas dudosas elecciones habían sido extremadamente libres y bienvenidas, es decir, su mentira fue que la dictadura y la libertad eran compatibles. “Es el mismo personaje que va a decir que el bombardeo de Guernica fue orquestado por los comunistas”, apuntala el historiador.

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Y la historia se vuelve a repetir. Los populistas entendieron que “el fascismo se había vuelto tóxico” y abandonaron rasgos básicos fascistas como el racismo y la xenofobia, tal y como hicieron [el argentino Juan Domingo] Perón o [el italiano Silvio] Berlusconi, que no es que no fueran racistas pero el racismo no constituía el eje básico de su política”, asegura Finchelstein. En cambio, “Trump ganó las elecciones con una estrategia que hasta ese momento no se había mostrado como exitosa para llegar al poder, una campaña con una declaración racista contra los mexicanos, a los que acusó de ser violadores, algo que sería inconcebible para un Perón”. Si los populistas, buscaban legitimarse desde la democracia, los fascistas —y los posfascistas—“promueven el caos y el desorden en las instituciones que lideran”, constata el historiador argentino, que cree que los posfacistas han desandado “la democratización que había implicado el primer populismo para volver a situaciones que se parecen más al fascismo”.

¿Y cómo se combaten mentiras que son presentadas como verdades absolutas? A través del periodismo independiente, “que ofrece a los ciudadanos la posibilidad de pensar con los hechos. Para aquellos que “solo escuchan las mentiras de los líderes”, la realidad les hará, aunque quizá tarde, darse cuenta de su error. Y concluye Finchelstein: “Cuando Franco prometía una gran España, pero en España la gente se moría de hambre, algunos dejaban de creer en sus mentiras”.

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Sobre la firma

Patricia R. Blanco
Periodista de EL PAÍS desde 2007, trabaja en la sección de Internacional. Está especializada en desinformación y en mundo árabe y musulmán. Es licenciada en Periodismo con Premio Extraordinario de Licenciatura y máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid.

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