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La orca que nadó 17 días empujando a su cría muerta vuelve a dar a luz

En 2018 Tahlequah recorrió 1.600 kilómetros junto a su hijo sin vida, hasta que se resignó

J35 (centro) sale a la superficie con J47 (izquierda), su hijo de diez años, y con J57 (derecha), su nueva cría, frente a las islas San Juan el pasado 5 de septiembre.
J35 (centro) sale a la superficie con J47 (izquierda), su hijo de diez años, y con J57 (derecha), su nueva cría, frente a las islas San Juan el pasado 5 de septiembre. Sarah McCullagh/Pacific Whale Watch Association (PWWA)

Tahlequah llamó la atención mundial en agosto de 2018 por haber transportado el cuerpo de su cría muerta durante 17 días en aguas canadienses y estadounidenses del Pacífico. Había perdido la vida al poco de nacer, pero Tahlequah no aceptaba su muerte. La transportó a lo largo de 1.600 kilómetros, una distancia jamás registrada. Hace unos días, la hembra blanquinegra de 22 años, denominada por los científicos como 'J35', se ha convertido nuevamente en madre.  

El Centro de Investigaciones sobre Ballenas de Washington informó el domingo pasado del nacimiento. “El 5 de septiembre dimos seguimiento al informe de un miembro de la Asociación de Observación de Ballenas del Pacífico sobre el avistamiento de una pequeña cría. Nuestros investigadores, Dave Ellifrit y Katie Jones, acompañados de la veterinaria invitada Sarah Bahan, rápidamente identificaron a la madre como J35, Tahlequah”, menciona el comunicado. La primera foto captada muestra a J35 nadando junto a una cría de 10 años y con el recién nacido frente a las islas San Juan, cerca del límite marítimo que separa EE UU de la vecina Canadá.  

J35 y J57, como ha sido bautizado el pequeño cetáceo, fueron vistos en el lado estadounidense del estrecho de Juan de Fuca. Según la institución científica, el nacimiento ocurrió entre el 1 y el 5 de septiembre tras un periodo de gestación de unos 18 meses. “Sabemos que no nació hoy [6 de septiembre], porque su aleta dorsal ya estaba erguida y tarda un día o dos en erguirse después de estuviese doblada en el vientre”, indica el documento. 

“Sarah McCullagh, que pertenece a nuestra asociación, fue la primera persona que vio a J35 con J57. Nos llamó entre lágrimas. Fue un orgullo y una emoción. Nos hemos enfrentado a muchos retos en la zona. Muchas orcas han muerto en el pasado. También tienen problemas para volver a estas aguas respecto a años anteriores”, cuenta por teléfono Kelley Balcomb-Bartok, portavoz de la Asociación de Observación de Ballenas del Pacífico. En efecto, las orcas que residen en esta zona del noroeste del Pacífico están en serios aprietos. En 2005, su población estaba integrada por 88 ejemplares. La nueva cría es la número 73 con vida, según los registros más recientes. Otras dos orcas darán a luz en próximas fechas. Un panorama ilusionante teniendo en cuenta los altos casos de embarazos fallidos.

Balcomb-Bartok ha pasado casi toda su vida en las islas cercanas al lugar de nacimiento de J57, así que contemplar a estos cetáceos ha sido para él una actividad frecuente. “He tenido la fortuna de observar un par de nacimientos. Poco tiempo antes de que las orcas den a luz, su comportamiento cambia. Zigzaguean, se sumergen y vuelven a la superficie. Como pasa con los humanos, los miembros de la familia se acercan después de que nace la cría”, comenta.

Respecto a Tahlequah, es la tercera vez que es madre. La primera fue en 2010 (cuando nació J47), la segunda tuvo un trágico final y las imágenes que mostraban a J35 arrastrando el cadáver del pequeño animal así lo reflejaban. Ahora los científicos esperan que el nuevo ejemplar atraviese con éxito un periodo crítico, porque la mortalidad entre los jóvenes cetáceos es muy alta, del 40%. 

Distintos informes han apuntado a que el principal problema que afrontan las orcas para su supervivencia en esta zona es el acceso al salmón, elemento cardinal en su dieta. Y cada vez cuentan menos con ese alimento por culpa de la sobrepesca comercial, la contaminación de las aguas y las actividades de los barcos, cuyos ruidos desorientan a los cetáceos. Las autoridades canadienses y estadounidenses han puesto en marcha en los últimos años programas para que las orcas tengan ante sí un panorama menos sombrío.

“Casi todas las medidas son atinadas, pero creo que se requiere mayor cooperación entre ambos países [Canadá y EE UU]. Muchas reglamentaciones cambian a pocas millas de distancia. También hace falta reducir la actividad de las embarcaciones privadas. A menudo, sus tripulantes desconocen las normas de protección a las orcas. Pero el aspecto prioritario es recuperar sus necesidades de alimentación. Puedes poner todas las reglas que quieras, pero si no están comiendo, el problema persiste”, concluye Kelley Balcomb-Bartok.

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