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‘Sauti’, ecos contraculturales para la emancipación keniana

Un documental musical denuncia las injusticias arraigadas en el ‘mainstream’ social keniano a golpe de talento de mujeres, colectivos LGTBIQ y minorías étnicas como los luo

El músico keniano Awilo Mike, durante una de sus actuaciones.
El músico keniano Awilo Mike, durante una de sus actuaciones. Cedidas por Ketebul

Kenia se independizó de Reino Unido en 1963, cuando hacía más de cuatro décadas que la región estaba en manos del Imperio Británico. Fueron 40 años en los que, de forma violenta y premeditada, el proyecto colonial aplicó el “divide y vencerás” para explotar al máximo el lucrativo negocio extractivo en la región. El legado colonial caló en las estructuras de la nueva nación y la heterogénea y diversa sociedad keniana quedó reconfigurada jerárquicamente relegando a etnias de origen nilótico como los luo o los masái. La nueva élite urbana kikuyu —que representa un 17.7% de la población— heredó, en gran medida, el banquete financiero. Y a pesar de que la tradición musulmana llevaba siglos arraigada en la costa índica a través de la cultura suajili —esa sí, adoptada como lengua oficial—, la religión cristiana se impuso como elemento unificador, con grandes dosis de machismo y homofobia profética proliferando a sus anchas. Hoy, Kenia sigue contando con duras leyes anti-homosexuales. El conservadurismo y la inequidad de género destaca tanto en lo público como en lo privado. Y la marginación de minorías étnicas se traduce en niveles de pobreza desigual en el país. Pero una nueva generación de músicos podría hacer tambalear las estructuras mentales nacionales.

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El ya desaparecido escritor keniano Binyavanga Wainaina entendió bien el poder que la cultura ejerce como revulsivo contra desigualdades e injusticias. Y no fue el único. El tejido contracultural del país lleva décadas dando síntomas de dinamismo y anhelos de cambio. Una de las figuras más prominentes de ese tejido es Tabu Osusa, fundador y director de Ketebul Music, probablemente el sello discográfico más comprometido de África del Este.

“En Kenia, como en muchas otras partes del mundo, hay ciertos grupos de personas que son menospreciadas por la sociedad y se les niega una voz activa, una identidad o un lugar en ella. Sus derechos y libertades, incluida su libertad de expresión, son violados por la sociedad y restringidos por quienes están en el poder”, reconoce Tabu, que fundó Ketebul —que significa "baquetas de tambor" en idioma luo— en 2007. Con una pequeña oficina en el interior del centro artístico GoDown, un espacio concebido como un ecosistema de creativos en la zona industrial de Nairobi, Tabu lleva 35 años involucrado en la industria musical del África Oriental y, hoy, da un paso valiente para impulsar los derechos humanos a través de la música. “Es mucho más fácil transmitir mensajes potentes a través de la música, ya que la mayoría lo acepta como el lenguaje universal de la humanidad. La música se puede utilizar eficazmente para endulzar la amarga verdad”, expresa el empresario keniano.

El proyecto documental Sautisonido en kisuajili— pretende ser la melodía de un proceso de descolonización mental, tal y como lo explicó en los ochenta el escritor keniano Ngugi Wa Thiong’o. Impulsado por Ketebul y respaldado por la ONG holandesa Hivos, quiere visibilizar la labor de artistas LGTBIQ, con diversidad funcional o albinismo, y ser un esfuerzo por mostrar la diversidad cultural que existe en Kenia, forjando un camino hacia un nuevo horizonte de libertades y justicia. En él encontramos música meru del este del país cantada por el albino Kamanu M’tuamwari, un género que ha sido sistemáticamente ignorado en los principales medios de comunicación de Kenia. Pero también proyectos como el cuarteto de mujeres somalíes Gargar, que quiere ser un esfuerzo por desmitificar la presencia somalí en Kenia, de más de 2,4 millones de personas.

Cartel promocional de 'Sauti'.
Cartel promocional de 'Sauti'.Cedida por Ketebul

“La ambigüedad del estatus político y social de los somalíes en Kenia es profunda e históricamente arraigada. Incluso en la época colonial, la población somalí del África Oriental Británica fue tratada de manera diferente a otros habitantes. La mayor parte de la etnia somalí vivía en la mitad oriental del Northern Frontier District (NFD), una región semiárida gobernada como un distrito cerrado por los británicos que mantenía a sus habitantes, principalmente pastores, alejados de la parte sur de la colonia.

Después de la independencia, el Estado de Kenia siguió tratando a los somalíes como si no pertenecieran del todo al Estado. Esto fue principalmente el resultado del conflicto shifta de 1963 a 1967, en el que los habitantes del Distrito de la Frontera Norte intentaron separarse de Kenia. Como resultado, esta área permaneció separada del resto del país y fue gobernada por regulaciones de emergencia. Las diversas medidas de contrainsurgencia tomadas por el Estado tuvieron severos impactos económicos y hasta día de hoy, la región nororiental sigue siendo una de las menos desarrolladas, produciendo una doble exclusión tanto de la región como de su gente, con el puesto de control interno de Garissa todavía parecido a una estación fronteriza para muchos somalíes en el país”, explica Tabu.

Así, recogiendo las voces más vilipendiadas del país, la discográfica Ketebul quiere contribuir con este proyecto documental a una revisión del propio Estado, sociedad y cultura kenianas, haciendo tambalear las estructuras ideológicas más dañinas. De esta forma, Tabu cree que mostrando al público el talento de bandas como Gargar, también está empoderando un disruptor del machismo en un país donde la violencia económica, doméstica o sexual contra las mujeres, especialmente recrudecida durante la pandemia, es denunciada por organizaciones de derechos humanos de diversa índole.

“Las mujeres somalíes en Kenia soportan la peor parte de las dificultades ocasionadas por la pobreza, los conflictos y una cultura basada en clanes que promueve una estricta jerarquía y autoridad masculina. Esto se ve agravado aún más por las limitaciones religiosas y culturales sobre el papel de la mujer en la sociedad somalí y se aplica de manera desproporcionada a los entornos rurales (especialmente en el noreste). Como resultado, prevalece una desigualdad de género profundamente arraigada. Las mujeres somalíes están excluidas de la toma de decisiones formal y de la propiedad de activos, que pasa por un filtro patriarcal”, cuenta el keniano subrayando el peso del patriarcado en el sistema judicial, económico, laboral y político del país.

El proyecto documental Sauti quiere visibilizar la labor de artistas LGTBIQ, con diversidad funcional o albinismo, y ser un esfuerzo por mostrar la diversidad cultural de Kenia

“La historia de Gargar, un grupo innovador solo para mujeres del norte de Kenia, es una ilustración excepcional del poder que la música puede tener para transformar la percepción de los roles de género de toda una comunidad. Sus continuos y valientes esfuerzos para empoderar a las mujeres y lograr un cambio social positivo a nivel local han sido legitimados por su éxito nacional y, más aún, internacional. Por lo tanto, ha mejorado su estatus social y les ha permitido usar su voz para abordar con el gobierno local varios problemas que afectan a las mujeres y los jóvenes en la comunidad somalí con resultados favorables”, relata el emprendedor musical.

La banda sonora para los derechos humanos en Kenia

Llama la atención que, en pleno siglo XXI, en uno de los países tecnológicamente y económicamente más avanzados de África y del mundo, proyectos como Sauti tengan que utilizar seudónimos para un cantante LGTBIQ. Colectivos como The Nest ya han realizado arduos esfuerzos por acabar con la sinrazón de la homofobia. Pero parece que la batalla está lejos de ser ganada cuando conocemos a personajes como Joseph, que rehúyen participar en proyectos como este teniendo que renunciar a una carrera profesional por miedo a ser atacados.

“Los kenianos LGBTQ continúan siendo blanco de lesiones verbales y físicas, violencia sexual y marginación social. Además, están sujetos a pena de prisión por su orientación sexual. En virtud del Código Penal de Kenia, la participación en actividades sexuales entre personas del mismo sexo, denominada "conocimiento carnal de una persona contra el orden de la naturaleza", se caracteriza como un delito antinatural y es punible con hasta 14 años de prisión. Aunque las leyes rara vez se aplican, los kenianos LGBTQ todavía son procesados y encarcelados en virtud de estas leyes”, denuncia reconociendo la homofobia amparada legalmente e igualmente palpable entre profesionales de la salud o de la educación.

Tabu Osusa, fundador y director de Ketebul Music, probablemente el sello discográfico más comprometido de África del Este.
Tabu Osusa, fundador y director de Ketebul Music, probablemente el sello discográfico más comprometido de África del Este.Cedida por Ketebul

“La defensa de los derechos humanos y las respuestas de las organizaciones de la sociedad civil a los abusos de los derechos humanos contra las personas LGBTQ han sido pocas, reaccionarias y carentes de un enfoque estratégico. Además, las intervenciones rara vez abordan la fuente real del problema, la criminalización, ni se basan en respuestas pasadas. También hay una ausencia de programas LGBTQ integrados en la mayoría de las organizaciones, especialmente aquellas que se ocupan de cuestiones de género y mujeres, aunque la identidad de género y la orientación sexual se consideran globalmente intrínsecas al éxito de cualquier programa de género en derechos de las mujeres y violencia de género”, denuncia.

Por ello, el proyecto Sauti ha ideado el lema "superdotados, diferentes y no silenciados" con la intención de reconstruir, reparar y refundar los cimientos de una sociedad como la keniana, elevando las voces de quienes hasta ahora han estado más excluidos. “Sauti es una visión íntima y profunda de la carrera y los desafíos de la vida diaria de músicos que utilizan su talento, voz y música para trascender las normas estereotipadas y superar la discriminación y la marginación. Sus historias se cuentan en primera persona para que sean más accesibles si se puede y que los espectadores puedan sentirse interpelados”, explica el director de Ketebul Music, quién relata los planes de futuro del que bien podría ser descrito como el sello discográfico más pertinaz de la región.

“Somos muy conscientes de que la mayoría de los músicos, que residen en barrios informales y periféricos, no pueden pagar la grabación de discos en estudios establecidos como el nuestro”. Por esa razón, cuenta, Ketebul ha adquirido un estudio de grabación móvil con la intención de viajar a las áreas más marginadas del este de África para seguir grabando la diversidad musical del país. Se trata del eco contracultural que empuja desde abajo hacia la necesaria emancipación social y cultural keniana.

Wiriko es una asociación cultural que tiene como objetivo la difusión de las manifestaciones artísticas y culturales africanas contemporáneas. Desarrolla actividades de divulgación a través de un magacín en línea y de formación mediante el Aula Virtual.

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