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“No poder reconfortarse libremente en el abrazo o el beso supone un estrés emocional para los niños, para todos”

Dentro de esta situación de crisis, se añora el contacto pleno y libre con familiares, amigos y conocidos. Los expertos señalan un proceso de cambio en las relaciones más estrechas en cuatro tiempos

Dos niños juegan en el parque Paseo del Prado este miércoles, en La Habana (Cuba).
Dos niños juegan en el parque Paseo del Prado este miércoles, en La Habana (Cuba).Yander Zamora (EFE)
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El confinamiento ha posicionado el hogar como epicentro de una vida más fría y distante. “La situación que estamos viviendo nos ha impuesto volver a entrar en nuestras viviendas y en nuestras relaciones familiares más íntimas con nosotros mismos, la pareja o los hijos. Y desde este enfoque hemos de relacionarnos con precaución y responsabilidad con el resto de personas y sin la completa seguridad, pese a que muchas personas sí crean estar seguros al 100%”, refiere Maite Díaz Alonso, psicóloga.

Dentro de esta etapa extraordinaria y alejada de cualquier idea preconcebida, se añora el contacto pleno y libre con familiares, amigos y conocidos. “Si lo que más demandamos hacer, es pasar tiempo –sin límite, inseguridad y restricciones– en nuestro entorno, incluso fuera de él, puede extraerse un claro mensaje. Ante todo necesitamos afecto y no centrar la atención tanto en lo negativo o lo que nos falta. Hay aspectos en las relaciones entre personas que han cambiado y tendremos que reeducar -tanto padres como profesores-, a nuestros niños”, manifiesta Irene Rial, pedagoga y profesora de Primaria.

Los padres se han sentido sobrepasados por tanto cambio y desestructuración en las formas de vida y se ven en la obligación de tener prevenidos a los hijos y con atención a las medidas que se van imponiendo, sobre todo en lo que respecta al sector de la enseñanza. “Somos muchos los padres que nos hemos desvivido porque nuestros hijos hayan estado presentes en cada momento de nuestras vidas, para que socializasen sin coacciones, conociesen las palabras respeto e igualdad en el más amplio sentido y tuviesen consideración y cortesía hacia el mayor y las demás personas con las que se cruzan. Pero, nos seguimos encontrando en una tesitura donde debemos decirles que estén alerta, no se acerquen demasiado a las personas o lleven la mascarilla. Les hemos hablado de un mundo libre y lleno de oportunidades. No obstante, ahora están viviendo algo que ha alterado esas ideas. Pese a que existe una incipiente normalidad y los niños van retomando algunas relaciones, algunos han sufrido mucho y deben seguir adaptándose al cambio”, se lamenta Miriam Martínez, madre de una niña de seis años.

Los diferentes tiempos en el distanciamiento físico. ¿Qué viene?

Díaz Alonso habla de una “cultura de la distancia y del no-contacto físico”. “Esto modificará comodidades y ciertos modelos de comportamiento que teníamos muy interiorizados, como besarse, sobre todo con gente que se acaba de conocer y reunirse grandes cantidades de personas en macrofiestas, festivales, discotecas o fiestas populares... Van a transformarse nuestros hábitos relativamente. No obstante, siempre hay quien lo ve todo muy sencillo y desoye las recomendaciones. El claro ejemplo se evidencia con los rebrotes en diferentes lugares de nuestro país, más de 100, que se están produciendo”, asevera la profesional. La experta señala un proceso de cambio enfocado en cuatro tiempos:

Lo físico puede dejar de ser la primera opción y dar espacio a la forma relacional más tecnológica. “Daremos mayor importancia al aspecto verbal y audiovisual. Solo basta ver cómo las videollamadas se utilizan para trabajar, comunicarse con amigos y familia y para el estudio. El teletrabajo se está asentando entre la sociedad. Mucha gente tendrá presente el tema de la higiene, seguridad y protección a su círculo más cercano. Hay padres que se angustian al pensar en septiembre, cuando sus hijos afronten el nuevo curso. No poder reconfortarse libremente en el abrazo o el beso con otros, con cualquiera, va a suponer un estrés emocional fuerte para todos”, asegura la pedagoga.

Hemos formado parte de la psicosis y desinfección y seguimos con el gel hidroalcohólico en el bolso y la atención a la seguridad sanitaria. “Se impondrán hábitos basados en criterios del "no tocar". El rigor de las rutinas higiénicas debilitará la sociabilidad espontánea de tantas culturas del contacto. Se moverán menos las gentes y las cosas. El consumo de proximidad se preferirá al lejano y el tiempo pausado al vertiginoso: Viviremos más juntos. No obstante, los seres humanos somos seres sociales, por lo tanto, lograremos adaptarnos a lo que suceda”, concluye Díaz Alonso.

“Este golpe de realidad ha roto nuestros esquemas y nos ha hecho reflexionar, aunque no a todos. La responsabilidad y buen juicio tampoco son inherentes a todo el mundo. Es real que muchas personas se saltan las medidas y recomendaciones que se van imponiendo. Sin embargo, por otro lado, hay familias que quedan tocadas de por vida. No se han recuperado las relaciones plenas entre miembros de las familias y las personas menos confiadas viven en la angustia de que esto no termine como se espera”, expone Rial.

La situación merece pinceladas de respeto y solidaridad hacia quienes han perdido la vida, siguen contagiándose y cuidan y se preocupan por los demás. “Estamos empezando a dar valor a lo que siempre lo ha tenido, aunque todavía banalicemos con algunos aspectos. Aunque en muchos puntos retomemos lo que éramos, hemos descubierto que podemos vivir con lo justo y enfrentarnos a situaciones difíciles. No resulta tan complicado seleccionar nuestras prioridades. Con valentía y respeto, podemos ser generosos y salir adelante”, finaliza la pedagoga.

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