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Adolescentes, rebeldes con causa

La etapa de la adolescencia resulta fascinante en cuanto a los cambios que implica en los jóvenes, que se encuentran en plena búsqueda de la que será su identidad adulta.

Un grupo de adolescentes disfruta de la playa.
Un grupo de adolescentes disfruta de la playa. pexels
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La etapa de la adolescencia resulta fascinante en cuanto a los cambios que implica en los jóvenes, que se encuentran en plena búsqueda de la que será su identidad adulta. Sin embargo, las conductas que implica esa transformación se pueden traducir en incomprensión por parte de los adultos, que con los años, solemos olvidar nuestra vena rebelde de la juventud.

Los adolescentes tienen fama de dormilones, rebeldes, egoístas, empanados, alocados, inconscientes o insolidarios. Pero, todo esto tiene su explicación. La tarea fundamental del adolescente es despedirse de su etapa infantil para ir en busca de su identidad adulta. Todo un largo y complejo proceso que lleva años y en el que intervienen factores psíquicos, emocionales y fisiológicos, como dormir mucho, porque su organismo está sufriendo una nueva explosión de crecimiento tan solo equiparable a la etapa de veloz cambio que se produce en los primeros años de vida”, explica Tristana Suárez, psicóloga y terapeuta Gestalt.

Ser adolescente no es fácil. Asumir e integrar los cambios que esta edad requiere es un reto que “implica, muchas veces, esa actitud retraída, que con frecuencia se confunde con torpeza o distracción, porque suelen estar capturados por un sinfín de pensamientos y sensaciones internas que captan su atención. Su centro de operaciones son sus propios cuerpos y mentes, y los de sus semejantes. El mundo adulto queda borroso y desdibujado, el infantil, a veces añorado y otras rechazado y obsoleto”, añade Suárez.

Los adolescentes viven en un mundo fronterizo entre la infancia y la edad adulta. Su actitud “no quiere decir que no les afecten o interesen los problemas del mundo, pero sí que necesitan retirar gran parte de su atención, e incluso de su empatía para poder dedicarse a lo principal, redefinir su mundo y su identidad. Los adultos lo solemos interpretar erróneamente y generar así muchos malentendidos y conflictos que no son producto de mala fe por parte del adolescente, aunque nos exasperen. Pero el trabajo que en la adolescencia conviene hacer para llegar a ser adultos sanos y capaces es lo que llamamos individuación, convertirnos en personas autónomas y responsables de nosotros mismos”, comenta Tristana Suárez.

Cómo abordan los adolescentes la pandemia

La fama del adolescente pasota y rebelde suele tratarse de una percepción del adulto. “No creo que los adolescentes pasen sobre lo que ocurre con la pandemia, pero para ellos es una necesidad vital no colocarlo en el centro de su experiencia. No se trata de dejadez, sino de autoprotección. Por ello, necesitan muchas veces ese yo auxiliar más reflexivo que les permite tener una mirada más amplia y global de la realidad, labor que les corresponde cultivar a los padres. Los adolescentes necesitan reafirmar su yo y lo suelen hacer con sus iguales y enfrentándose a los adultos, que cuanto más reaccionen frente a su actitud, más tensión crearán. Si mantenemos unos límites y normas claros, pero flexibles; sin traicionar nuestros propios valores ni abandonar nuestro lugar de adultos al cargo, será más llevadero. En este sentido, el confinamiento ha dado para mucha convivencia, que no es lo mismo que simple contacto”, explica Tristana Suárez.

¿Qué tienen los adolescentes en la cabeza?

Tener 15 años no implica estar exento de preocupaciones existenciales. “En consulta, los adolescentes suelen traer mucha preocupación por su futuro y por conflictos o desencuentros con amigos o parejas. También tienen problemas de inseguridad con sus cuerpos, exceso de exigencia y falta de rumbo o de objetivos vitales claros. En definitiva, todo lo que tiene que ver con lo que típicamente se vive en esta etapa llena de preguntas y en la que encontrar respuestas inmediatas y reconfortantes no es fácil. En realidad, tras el aspecto de diversión o inconsciencia de los adolescentes hay mucha angustia existencial y sentimiento de soledad”, concluye la psicóloga Tristana Suárez.

Adolescentes, rebeldes con causa

El espíritu rebelde de un adolescente tiene su función, porque “para revelarse, se rebelan, como proceso de salir al mundo para estar y ser visibles a su modo. La infancia es la etapa en la que toca impregnarse de valores sociales y familiares, aprendiendo cómo es la vida, el mundo, el colegio o el barrio y la adolescencia es la etapa en la que se puede aplicar todo lo adquirido de niños. Se criba y revisa lo que vale y lo que no sirve. Hasta el momento, a los adolescentes les han servido ciertos apoyos y ahora quieren explorar otros, y esto puede suponer un conflicto con los valores familiares. Es la edad de resolver polémicas pasadas sobre situaciones como siempre tengo que hacer lo que tú digas o no me vas a mandar más. Por ello, los adolescentes pueden hacer frente a la autoridad y cuestionar lo que durante la infancia no podían”, explica Ana Muñoz Gundián, psicóloga y terapeuta Gestalt, miembro de la Asociación Española de Terapia Gestalt.

La adolescencia es un momento de la vida en que desde casa se puede acompañar a los jóvenes para “fomentar la madurez a la que se acercan, la capacidad de tomar decisiones y responsabilizarse de ellas, así como para que participen de forma activa en el hogar. También conviene recordar que sigue siendo tiempo de jugar. Compartir momentos lúdicos con los hijos adolescentes ayuda a crear un espacio de distensión y conexión donde poder dejar a un lado los asuntos de autoridad y poder”, comenta Muñoz.

Las situaciones en las que conviene no caer con los hijos adolescentes son “desdeñar sus inquietudes. A veces, se deja de ver a la persona de 14 años preocupada por sus relaciones de amistad, y se la etiqueta como adolescente y sus líos, lo que dificulta el acompañar sin juzgar al joven, que tiene inquietudes y maneras diferentes del adulto de entender la vida. Tampoco conviene presionar. Los adolescentes están aprendiendo cual es su ritmo, cómo pueden moverse entre los límites o cómo organizarse. Están enfrentándose a multitud de retos diarios, como enamoramientos, roles sociales, elecciones o tareas académicas. Ya tienen mucha presión en su día a día, no necesitan más en casa. Lo recomendable es una comunicación clara acerca de límites y normas, que en algunos casos, se puedan negociar desde la flexibilidad, porque tan poco recomendable puede ser el decir harás lo que yo te diga, como el haz lo que quieras. Se trata de acompañar y proteger sin juicios que fomentarán en el adolescente más cuestionamientos sobre los planteamientos de los adultos”, concluye la psicóloga Ana Muñoz.

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