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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez
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¿Y si la covid-19 fuese una oportunidad para la salud global?

España debe pensar bien su respuesta internacional y el papel que la cooperación puede jugar en ella

Gonzalo Fanjul
Ciudad del Cabo, epicentro de la crisis del coronavirus en Sudáfrica.
Ciudad del Cabo, epicentro de la crisis del coronavirus en Sudáfrica.NIC BOTHMA (EFE)

La pandemia del SARS-Cov-2 nos deja todavía más preguntas que respuestas. Pero a estas alturas tenemos ya alguna certeza. Por ejemplo, que en la crisis de la covid-19 nos jugamos algo más que la salud, porque las amenazas biológicas se han convertido ya en una variable destacada en las estrategias de progreso y seguridad de todos los Estados. También podemos estar seguros de que no hay modo alguno de salir de este atolladero sin trabajar de manera estrecha con otros países en soluciones coordinadas y colaborativas. Sabemos, finalmente, que nuestra de caja de herramientas está incompleta: además de para inventar vacunas y tratamientos, necesitaremos la innovación para concebir nuevas formas de gobernar, financiar y evaluar este esfuerzo.

Este es el rasero de las respuestas que den los gobiernos y las instituciones internacionales en sus estrategias contra la covid-19. La buena noticia es que coincide con el espíritu de la Agenda 2030, tan del gusto de nuestro Ejecutivo. Además de un lucido pin, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) proporcionan una interpretación comprehensiva y compleja de la salud global que la convierten en una fuerza de transformación social; una inversión, antes que un gasto.

¿Qué significa esto en la práctica? Esa es la pregunta que tratamos de contestar desde el Instituto de Salud Global de Barcelona en un pequeño papel hecho público este viernes. Nuestro argumento es que la cooperación puede convertirse en el catalizador de un plan que aglutine la visión de todo un gobierno en materia de salud global. Es una oportunidad estratégica para reforzar a España en el tablero europeo e internacional, optimizar nuestro poder blando y proteger intereses económicos y políticos.

La propuesta tiene seis ejes esenciales:

Sería un error minusvalorar el potencial transformador que pueden tener las políticas de ayuda al desarrollo en este contexto. A principios del pasado mes de mayo, la magnitud de la respuesta de los organismos multilaterales y subregionales se acercaba a los 400.000 millones de dólares –bastante más del doble de toda la ayuda global en 2019–, a los que hay que sumar unos 5.600 millones comprometidos por las agencias bilaterales y otros 2.800 millones por parte de filántropos privados. Hemos sido testigos en el pasado del modo en que cantidades mucho más pequeñas permitían avances históricos en materia de reducción de la pobreza extrema, supervivencia materno-infantil o acceso a la educación primaria. Cada uno de estos logros hizo nuestras sociedades –también las de los donantes– más prósperas y seguras.

¿Conseguirán el Gobierno y la Cooperación Española deshacerse del pantalón de campana y liderar un modelo de ayuda del siglo XXI? No es eso lo que sugiere su primer borrador de la respuesta a la covid-19, mucho más operativo que político, atomizado y con un presupuesto alarmantemente bajo para estas operaciones. Pero el debate sigue abierto y tendremos varias ocasiones en los próximos meses para demostrar hasta dónde queremos llegar ante uno de los grandes desafíos de nuestra generación. Ojalá las aprovechemos.

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