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La revalorización de los pueblos

El confinamiento eleva el atractivo de la vida campestre pero la desatención al medio rural desalienta la salida de las metrópolis

GETTY IMAGES

En 2010, Carmen Quintanilla, veterinaria pacense, y Daniel Cabello, economista madrileño, se mudaron a Bodonal de la Sierra (Badajoz) a llevar unas tierras cedidas por la familia de ella, previo paso por Guipúzcoa para formarse en la escuela de pastores. "Queríamos hacer agroecología, con animales, y con algo de transformación", recuerda Carmen. Esto último llegó en 2015, con una quesería, MamaCabra. La pareja, con dos hijos pequeños, conduce un rebaño de cabras y ovejas, hace gestión forestal, tiene en producción una huerta y cultivos que complementan la alimentación de sus animales. También fabrica quesos, el 40% de los cuales vende entre sus 1.000 vecinos. "Nos hemos adaptado bien", afirman, pese a que en su zona faltan pediatras, el colegio no tiene comedor, no hay transporte público y toca desplazarse (en coche) para comprar o realizar cualquier trámite administrativo.

A cambio, agradecen el ritmo más tranquilo, el sentimiento de pertenencia y valoran el espacio, ese que les ha hecho mucho más soportable el encierro por la covid-19. "Hay amigos que tienen idealizada nuestra vida", admite Carmen entre risas. "Nos llama y nos escribe mucha más gente interesada en irse al mundo rural a raíz de la pandemia", revela Juanjo Manzano, cofundador y director general en AlmaNatura, empresa social que diseña proyectos en el ámbito rural. El fenómeno es global. Condados menos poblados y más verdes del estado de Nueva York, por ejemplo, se están viendo ocupados por residentes del área metropolitana.

Iniciativas en marcha

En febrero se creaba en España una Secretaría General para el Reto Demográfico, dependiente del Ministerio de Transición Ecológica. "Habrá ayudas para jóvenes y mujeres en la España rural", anunciaba a EL PAÍS su responsable, Elena Cebrián, poco después de su nombramiento. Luego vino la covid-19 y descubrimos el teletrabajo, que no requiere presencia física en ningún sitio determinado. Por eso, cuando se le pregunta a los expertos si es un buen momento para volver los ojos a la España rural, esa que lleva décadas desangrándose de habitantes, la respuesta es un sí, rotundo. Pero es un sí que conduce, a su vez, a otra cuestión: la de si el mundo rural está preparado para recibir una hipotética oleada de urbanitas que acuden con el objetivo de teletrabajar, o que se han quedado sin nada y piensan que en el campo todo será más fácil. En opinión de Manzano, faltan espacios de coworking e Internet de alta velocidad, mejora sustancial de los servicios públicos, servicios sociales incluidos, creación de una red de consumo que favorezca lo local, escuelas de negocio también locales, oferta de vivienda, transporte, vías de comunicación.

"No me gustaría que lo rural se urbanizase; es importante que los nuevos pobladores estén conectados con el sector primario", alerta Elisa Carbonell, coordinadora de iTíNERA, escuela itinerante de Nueva Ruralidad Agroecológica, que arrancó en 2019 para formar a nuevos agricultores y ganaderos. "A un pueblo con escasez de población no le vienen mal nuevos habitantes, pero nuestro foco es el trabajo agrícola y forestal", remacha Mila Martín, secretaria técnica de la Red TERRAE, asociación de 34 municipios, de ocho comunidades autónomas, que busca recuperar el paisaje agrario tradicional mediante la agroecología y bajo el principio de la soberanía alimentaria, y ofrece su banco de tierras a iniciativas como iTíNERA. Carbonell y Martín coinciden en que hay que romper el prejuicio hacia lo rural y sus habitantes, y dignificar la profesión de campesino. Por esta línea, la campaña #YoMeQuedo de Correos Market, plataforma de comercio electrónico de Correos, muestra a gente que vive en el pueblo no a la fuerza, sino porque quiere.

"Somos una empresa rural", asegura Antonio Calvo, director de Sostenibilidad en Red Eléctrica de España (REE). Bien pensado, la mitad de su personal se encuentra desplegado a hora y media de distancia de cualquier avería. "Intentamos ser buenos vecinos", declara Calvo, convencido de que taponar la sangría de población del rural por un lado y descongestionar las urbes por otro es un "reequilibrio necesario". REE participa en múltiples y pequeños proyectos, susceptibles de ser replicados, uno de los cuales abunda en el acceso a Internet. "Somos el segundo proveedor de servicios de datos después de Telefónica, y estamos haciendo algunos pilotos, uno en el noroeste de Segovia, para suministrar datos de calidad a núcleos pequeños, no rentables para las grandes operadoras", explica. Eso por tierra, porque por el cielo sobrevuelan los satélites de Hispasat, propiedad de Red Eléctrica y capaces de proveer de banda ancha. Las posibilidades, entre cables y antenas, se amplían.

A Sara Bianchi, coordinadora de la Red de Áreas Escasamente Pobladas del Sur de Europa (SSPA según sus siglas en inglés), no le gusta el término de "España vaciada" porque evoca territorio muerto, y el que ella defiende quiere vivir. "La gente se está moviendo; si las políticas y la infraestructura acompañara, sería la España de oportunidades", enfatiza Bianchi.

Sangría de empresas y habitantes

Entre julio de 1991 y julio de 2019, la provincia de Cuenca perdió casi 6.000 habitantes, la de Soria casi 5.000 y la de Teruel más de 10.000. Solo en Cuenca han desaparecido más de 1.000 empresas desde 2008. Los datos del INE recopilados por la SSPA piden a gritos "voluntad, medidas y consenso político", en palabras de su coordinadora, Sara Bianchi. "No es solo el acceso a Internet, es que muchos pueblos siguen sin tener cobertura de teléfono móvil", denuncia. "El teletrabajo es una oportunidad pero, si pensamos en territorio vivo, ha de haber tejido empresarial, tienda, bar, empresa agroalimentaria; qué mejor manera de ser sostenibles que con una empresa de transformación al lado de donde se producen las materias primas", expone. "Todas las medidas son necesarias pero, en la actual situación, la mesa la sanidad y las telecomunicaciones son una carencia real", señala Vanessa García, portavoz de Soria YA! e integrante de la Coordinadora de la España Vaciada. "Necesitamos que por ley se obligue a las telefónicas a dar servicios mínimos".

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