_
_
_
_
_

Lo que aprendemos (y nos queda por aprender) de los gatos en el confinamiento

Mientras grandes filósofos publican sus reflexiones en torno a la crisis del coronavirus, los felinos guardan, inconscientemente, el saber supremo para pasar con éxito la cuarentena. Como si llevasen toda la vida haciendo una

“Hemos notado un aumento de casos de gatos estresados y con estados de ansiedad. No están acostumbrados a estar tan acompañados. Tenemos varios medicados con fluoxetina [Prozac]”, explica la directora de la Clínica Veterinaria Colores de Madrid, Lina Sáez de Antoni.
“Hemos notado un aumento de casos de gatos estresados y con estados de ansiedad. No están acostumbrados a estar tan acompañados. Tenemos varios medicados con fluoxetina [Prozac]”, explica la directora de la Clínica Veterinaria Colores de Madrid, Lina Sáez de Antoni.Foto: Getty

Pensadores de todo el mundo, desde Slavoj Žižek hasta Paolo Giordano, están ultimando o han escrito ya su ensayo sobre las enseñanzas que nos deja la pandemia del coronavirus. Unos reflexionan sobre cómo la Covid-19 ha puesto de relieve la necesidad de dotar a la sanidad pública de los mejores recursos posibles de manera permanente; otros, sobre la necesidad de impulsar un cambio de sistema que ponga la vida, y no las demandas de los mercados, por delante. Entre tanto, los gatos, el opuesto diametral a quienes, productiva e incansablemente, trabajan en pensar la nueva normalidad que viene tras una crisis sin horizonte definido, no van a publicar ningún libro. Pero eso no significa que no tengan también mucho que decir.

A lo largo de 'Lo que aprendemos de los gatos', Paloma Díaz-Mas ensalza la capacidad de los felinos para mantener un bienestar y una comodidad continuos, que a los humanos se les escapa por culpa de “una enfermedad llamada Razón” y “un exceso de secreción de ideas” que les pone continuamente en un “lugar inexistente”

Mientras las medidas decretadas en España (y en buena parte del mundo: actualmente, 4.000 millones de personas tienen orden de permanecer en sus casas) llevan a muchos a compensar la limitación de movimientos con las rutinas de ejercicios de la youtuber Patry Jordán y el aislamiento social con videollamadas a través de Zoom, WhatsApp, Google Hangouts o Skype, los gatos, desde la posición altiva con la que un maestro mira a un pupilo tan listillo como torpe, permanecen impertérritos o echan otra cabezada para completar su cupo de 16 horas diarias de sueño. Territoriales por naturaleza, el confinamiento es su modo de vida. Así que, modestamente, quizá el procedimiento para superar este trance pase por consultarles.

En el libro Lo que aprendemos de los gatos (Ed. Anagrama, 2014), la profesora de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Paloma Díaz-Mas emprendió un trabajo de aproximación a la psicología felina, a la vez que hacía balance de las enseñanzas adquiridas durante su convivencia, primero, con Tris-Tras y, después, con su pareja de sucesores, Tris y Tras. “Cuando los vemos jugar, exhibiendo su magnífica forma física, o dormir plácidamente sobre nuestro sillón favorito (sí, ese sillón donde los gatos nunca nos dejan sentarnos) envidiamos su capacidad para vivir intensamente ese instante; sin atormentarse, como hacemos nosotros, por un pasado que ya no existe y un futuro que tal vez no llegue”, reflexiona en un pasaje.

Consultada por ICON, la profesora Díaz-Mas confirma, antes de nada, que uno de los protagonistas de su libro sigue vivo y bien: se trata de Ryuu (en japonés, “dragón”), el equivalente al ficticio Tris. “Ahora mismo está encantado de la vida, lo que le gustaría es que estuviéramos confinados siempre”, cuenta la autora, que especula con que los gatos probablemente se sientan intrigados con la situación, pero “lo viven como una ventaja, muy contentos” porque “les gusta saber dónde estamos, no perdernos de vista y tenernos a su servicio”. “Ellos se van a poner a dormir igual, pero les parece estupendo que estemos ahí, velando su sueño”, piensa Díaz-Mas.

Moncho, gato del autor de este reportaje.
Moncho, gato del autor de este reportaje.Foto: Jaime Lorite

A lo largo de Lo que aprendemos de los gatos, Paloma Díaz-Mas ensalzaba la capacidad de los felinos para mantener un bienestar y una comodidad continuos, que a los humanos se les escapa por culpa de “una enfermedad llamada Razón” y “un exceso de secreción de ideas” que les pone continuamente en un “lugar inexistente”. Ahora, la autora habla a ICON de dos elementos concretos de la conducta de los gatos que pueden ser de utilidad en la cuarentena: “Por un lado, su forma de relajarse, de estar tranquilos, de respirar. Y por otro, su habilidad para mantener una excelente forma física, aunque se muevan en muy poco espacio y tengan relativamente poca actividad, porque duermen mucho. Eso, al parecer, se debe a los estiramientos. El gato es un yogui [practicante avanzado de yoga], que realiza la respiración y la meditación junto con estiramientos que le mantienen en forma. Eso es lo que deberíamos tratar de imitar, ahora que estamos en casa y tenemos tiempo, ese ejercicio, esos estiramientos y esa relajación que producen la respiración y el ronroneo del gato. A ver si aprendemos también nosotros a ronronear, que nos ayudará mucho”.

"El gato es un yogui, que realiza la respiración y la meditación junto con estiramientos que le mantienen en forma. Eso es lo que deberíamos tratar de imitar, ahora que estamos en casa y tenemos tiempo" Paloma Díaz-Mas, profesora de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)

La profesora del CSIC -que el 27 de mayo prevé publicar, nuevamente con Anagrama, El pan que como, un libro sobre cómo las comidas y los sabores impregnan nuestros recuerdos- está pasando el confinamiento junto a su marido y Ryuu en su casa de Vitoria-Gasteiz. Dice que el gato se está “malacostumbrando” a tener “más y más caprichos”. “El drama va a llegar cuando vuelva la vida normal. Esa va a ser la gran frustración para él, que escapemos de su control”, bromea. A la hora de los ya tradicionales aplausos de la tarde, dice no saber si se asusta porque le deja “al margen, con la puerta cerrada para que no se tire por la ventana”. Si bien, tampoco le parece que Ryuu tenga la impresión de perderse gran cosa: “Alguna vez lo he asomado por detrás del cristal y no parece entender muy bien de qué trata esto”.

Un gato en un piso lleno

En su composición Un gato en un piso vacío, la poeta polaca Wyslawa Szymborska imaginaba el angustioso deambular de un felino doméstico en una casa donde el humano, misteriosamente, parece haberse evaporado de un plumazo. Tesitura en la que, según lo que cuenta la directora de la Clínica Veterinaria Colores de Madrid, Lina Sáez de Antoni, ahora mismo a muchos gatos no les importaría estar. “Hemos notado un aumento de casos de gatos estresados y con estados de ansiedad. No están acostumbrados a estar tan acompañados. Tenemos varios medicados con fluoxetina [Prozac]”, relata a ICON.

Ryuu, gato de Paloma Díaz-Mas, profesora de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y autora de 'Lo que aprendemos de los gatos'.
Ryuu, gato de Paloma Díaz-Mas, profesora de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y autora de 'Lo que aprendemos de los gatos'.Foto: Paloma Díaz-Mas

La médico, que es también secretaria de la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia y el Maltrato Animal (Avatma) y de la Asociación Empresarial de Veterinarios de Madrid (Aemve), explica: “El gato es un animal muy independiente, es muy importante dejarle su espacio. Si tú estás todo el rato con él, todo el rato sobándole y todo el rato encima, se agobia. Sobre todo en una casa muy pequeña, donde hay mucha gente confinada. Cuando el gato quiera estar contigo, te va a buscar”.

Para las personas que hayan dado positivo o padezcan síntomas de coronavirus, Sáez de Antoni recuerda las recomendaciones sanitarias: “Lo mejor siempre es aislarse y tocarle lo menos posible. Y cada vez que se le vaya a acariciar, porque en algún momento se le tendrá que acariciar, lavarse antes las manos con agua y jabón. Al gato no le va a infectar y se puede convivir perfectamente, porque los gatos no padecen la enfermedad ni la transmiten, pero pasa igual que con una mesa o una silla, son superficies en las que los virus pueden quedarse brevemente tras un contacto. Si la persona vive acompañada, lo ideal es que sea otro quien se encargue de darle la comida o cambiarle el arenero”.

Además de las prescripciones protocolarias y las enseñanzas de los felinos, los compañeros humanos que todos los días tienen la misión de alimentarlos, peinarlos y jugar con ellos también pueden tener presente la exhortación con la que Wyslawa Szymborska iniciaba su poema: “Morir, ¡eso no se le puede hacer a un gato!”.

En estos tiempos de confinamiento no es tan sencillo conseguir ICON como siempre. Por eso, el número de abril ya está disponible en formato PDF, y es descargable de forma gratuita haciendo clic aquí.

La Covid-19, sin relación con el coronavirus felino

Para evitar cualquier tipo de confusión, la directora de la Clínica Veterinaria Colores de Madrid, Lina Sáez de Antoni, recalca a ICON: “Hay dos coronavirus felinos, pero no tienen ninguna relación con la Covid-19. Son virus intestinales y no son nuevos, se conocen desde hace muchísimos años. Y el gato puede tenerlos y vivir con ellos sin problema, salvo que les mute a infectante si tienen otra enfermedad. También hay un coronavirus de perros, igualmente sin relación”.

Respecto a la alarma que han creado las noticias de un gato infectado de Covid-19 en Bélgica y los tigres de un zoo en Estados Unidos, la médico explica: “Hay que tener en cuenta las condiciones en las que viven los tigres de un zoo. Están hiperdeprimidos, inmunológicamente no se pueden encontrar bien. Y el gato, al que supuestamente ha contagiado una persona infectada, no ha padecido la enfermedad. También es normal que en sus heces se encuentren restos de virus, dado que los felinos, incluidos los tigres, se lamen y pueden ingerirlo, pero eso no significa que les infecte”.

“No se ha demostrado que puedan coger la enfermedad más que en un estudio que se ha hecho en China, donde inocularon el virus a seis gatos a través de la garganta y consiguieron que tres manifestaran síntomas. Y esto metiéndoselo por la garganta, a lo bestia, con una dosis superalta. Los tres gatos pasaron un proceso respiratorio muy leve y ninguno contagió a otro gato. Así que no actúan ni de reservorio, ni como transmisores, ni nada”, puntualiza.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_