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Derrocar a un tirano o llevar a la justicia a una petrolera, lo mucho positivo que sucedió en África en 2019

Dejando a un lado el actual periodo de crisis e incertidumbre por la pandemia de coronavirus, he aquí un recorrido de la mano de Amnístia Internacional por los grandes avances en derechos humanos vividos recientemente en algunos países del continente

Annie Spratt / Unsplash

Aunque en estos momentos el mundo pre-confinamiento por el coronavirus parece una época lejana, y el 2019 una nebulosa de otro siglo, lo cierto es que hay vida más allá de la Covid-19. En África, un continente en el que ahora están luchando con a menudo precarios sistemas de salud contra la pandemia, la sociedad civil protagonizó acontecimientos históricos de los que también se hablará dentro de muchos años. Por ejemplo, el tirano sudanés Omar Al-Bashir bajó los peldaños del poder y entró en la cárcel tras una revuelta popular en la que la población consiguió que los militares acordaran retirarse y finalmente accedieran a entregarlo a la Corte Penal Internacional. Teniendo en cuenta este periodo de incertidumbre que nos toca vivir, analizamos lo positivo que también ha sucedido en 35 países de África subsahariana en 2019.

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Una joven, Alaa Salah, estudiante de arquitectura de 22 años, se convirtió en el icono de la revolución en Sudán tras viralizarse un vídeo en el que, vestida con una túnica tradicional blanca, se dirigía a una multitud desde lo alto de un vehículo. Cantando versos como “La bala no mata. Lo que mata es el silencio de la gente”, fue apodada como "la reina nubia" o Kandaka, que eran las reinas del reino nubio de Kush, que gobernaron gran parte de lo que hoy es el Sudán moderno hace más de 3.000 años. Una joven simbolizando una revolución histórica. Un signo de los nuevos tiempos en Sudán.

La subida, al triple, del precio del pan fue el pistoletazo de salida en diciembre de 2018 de las protestas que rápidamente se extendieron por todo el país. El clamor popular pronto pasó del protestar por el pan a exigir el fin de la tiranía del Gobierno. Tras mucha incertidumbre, represión contra las manifestaciones incluidas, hace justo un año, el 11 de abril de 2019 Al-Bashir era expulsado del poder: algo totalmente inimaginable hacía solo unos meses antes.

Como describía nuestro compañero e investigador, Ahmed Elzobier, que volvió a Sudán a visitar a su familia en mayo, “la nueva sensación de libertad y esperanza era casi palpable. La gente sonreía más. Se habían deshecho de la paranoia provocada por el largo reinado de Al-Bashir. Caminaban con dignidad y determinación. Cuando la gente hablaba de cómo se sentían, palabras como soñando, sorprendido e increíble seguían apareciendo”. Pero la población mantuvo el aliento porque los que se propusieron para organizar el poder eran también militares. Así que las asociaciones llamaron a la desobediencia civil organizando huelgas generales que lograron paralizar Sudán y, con la intervención de la Unión Africana, consiguieron alcanzar un acuerdo para que al derrocamiento del régimen de Al-Bashir le siguiese un período de tres años de transición democrática que culminará (previsiblemente) con unas elecciones libres y la apertura de una investigación sobre los incidentes que ocasionaron la masacre de Jartum. Para que digan que las manifestaciones no funcionan.

Nuevos derechos para mujeres y niñas

El 2019 también ha supuesto algunos avances que las africanas van a poder disfrutar. Parece difícil imaginarlo, pero las niñas “visiblemente” embarazadas en Sierra Leona tenían prohibido ir a la escuela o presentarse a los exámenes “para no dar mala imagen”. Esta flagrante injusticia era resultado de una política oficial del Gobierno que data de abril de 2015, cuando se produjo un fuerte aumento de los embarazos de adolescentes debido a una combinación de factores que incluían meses de cierre de las escuelas y una oleada de violencia sexual durante la crisis del ébola. Al trauma de que muchas niñas cuyos progenitores habían muerto se vieran obligadas a mantener relaciones sexuales a cambio de protección o comida, se añadía la humillación de ser tocadas públicamente en los colegios para que los docentes comprobaran si estaban o no embarazadas. Un castigo público para ellas mientras que los hombres con los que habían “mantenido relaciones” circulaban de rositas.

El 2019 también ha supuesto algunos avances que las africanas van a poder disfrutar

En un país donde solo el 52% de las chicas de 15 a 24 años está alfabetizada, esta política gubernamental significaba que las niñas embarazadas se perdían una parte significativa de su educación, y una oportunidad de salir de la pobreza. Pero finalmente esta política ha sido retirada gracias al trabajo de dos organizaciones locales apoyado por Amnistía Internacional.

Además, desde el 1 de junio, en Burkina Faso las mujeres podrán disfrutar de métodos anticonceptivos y consultas médicas de planificación familiar gratuitamente y en Costa de Marfil la edad mínima para casarse será 18 años y ambos, marido y mujer, podrán administrar los bienes comunes. El nuevo Gobierno de Sudán derogó una ley que estaba en vigor desde 1996 que penalizaba algunos comportamientos en público como vestir de forma "escandalosa", consumir alcohol y realizar "actos obscenos y seducción", todo aplicado a las mujeres, y en varios países, como Esuatini y Sierra Leona, aprobaron o endurecieron la legislación contra la violencia sexual.

Rayos de esperanza para la justicia

A pesar de los avances que generaron protestas como la de Sudán, lo cierto es que la impunidad siguió siendo imperante en la región. En abril 2019 el mando estadounidense en África (Africom) admitió por primera vez, lo que era evidente: haber matado a civiles con ataques aéreos dirigidos contra el grupo armado Al Shabaab en Somalia. También ordenó un examen de todos los ataques aéreos realizados en Somalia desde 2017. Todo esto es muy importante porque abre la puerta a reparaciones para las víctimas.

También supuso un avance el hecho de que los tribunales ordinarios de República Centroafricana (RCA) examinaran algunos casos de abusos a manos de grupos armados y que dos casos de líderes de grupos armados de este país ante la Corte Penal Internacional (CPI) por presuntos crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra.

La labor de muchos activistas y organizaciones de derechos humanos está empezando a dar resultados en Etiopía. Hemos sido testigo de reformas legislativas y judiciales sin precedentes, así como de la detención de personas de alto nivel sospechosas de haber cometido graves violaciones de los derechos humanos. Un año después del asesinato de al menos 14 personas en Moyale, se sometió a juicio a miembros de las Fuerzas de Defensa de Etiopía, sospechosos del crimen.

Esther contra el gigante

Veinticinco son los años que Esther Kiobel lleva en lucha para que se dirima el papel que tuvo la compañía petrolera Shell en la ejecución de su marido por el Gobierno de Nigeria. En 1995 Barinem Kiobel fue condenado a muerte y ejecutado junto con Ken Saro-Wiwa y otros activistas en un juicio amañado en el que, según los observadores internacionales de la época, primero se decidió la sentencia y luego se buscaron los argumentos. Su “crimen” era alentar protestas que denunciaban la contaminación de Shell en las tierras ancestrales del pueblo ogoni.

Esther ha tenido que esforzarse duramente para encontrar valor desde el principio de su odisea. Un día que intentó visitar a su marido en la cárcel, en 1994, un militar le hizo proposiciones sexuales. “Cuando lo aparté, supongo que se molestó y me abofeteó. Le devolví la bofetada.” El militar se enfureció. “Empezó a luchar conmigo, me dejó semi desnuda y llamó a los soldados —continúa Esther—. Me arrastraron, y me ataron como a un animal.” Entonces la metieron en una camioneta y la llevaron a un lugar desconocido donde estuvo recluida durante dos semanas hasta que la liberaron.

Esther Kiobel, la mujer que se ha atrevido a llevar a la justicia a la petrolera Shell por la muerte de su marido hace más de 20 años.
Esther Kiobel, la mujer que se ha atrevido a llevar a la justicia a la petrolera Shell por la muerte de su marido hace más de 20 años.Amnistía Internacional

Mucho ha llovido desde entonces y la cuesta arriba hacia la verdad ha sido siempre muy empinada. Pero el 1 de mayo de 2019, el Tribunal de Distrito de La Haya dictó una sentencia provisional a favor de Esther y otras tres mujeres que presentaron la querella contra Shell. Según la sentencia, el tribunal es competente para examinar el caso y la denuncia no ha prescrito. Amnistía Internacional ayudó a las demandantes a presentar la demanda en los Países Bajos y detalló el papel de Shell en las detenciones y ejecuciones en el informe titulado In The Dock. La sentencia puede ser el inicio de la curva que signifique que ahora vamos cuesta abajo hacia una verdad que esperemos celebrar en 2020.

África es un continente desconocido para la mayoría de la gente, especialmente de las cosas positivas que allí suceden. Es cierto que en 2019 también la seguridad empeoró mucho en el centro de Malí, con homicidios generalizados de civiles a manos de grupos armados y “grupos de autodefensa”, y la brutal respuesta de las fuerzas de seguridad maliense, que llevaron a cabo ejecuciones extrajudiciales y tortura. O en República Democrática del Congo (RDC), donde decenas de grupos armados locales y extranjeros, así como las fuerzas de seguridad del país, continuaron cometiendo abusos causando más de 2.000 muertes de civiles y al menos un millón de desplazamientos forzados en 2019. Y que el coronavirus avanza, aunque más despacio de lo esperado, y puede tener consecuencias catastróficas.

Pero también es una región que no se rinde, como lo demostraron en 2019 las calles repletas de gente en Sudán pero también Zimbabue, RDC y Guinea. Y como refleja hoy la lucha infatigable de Esther contra una empresa que, al principio, parecía más grande que esta pandemia.

María Lorenzo es experta sobre África en Amnistía Internacional España.

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