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Columna
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¿Qué significan los extraños elogios de Lula a Bolsonaro?

El expresidente brasileño asegura que Bolsonaro es una víctima a la que se le impide hablar y que ha tenido el mérito de demostrar que se puede, con las redes sociales, prescindir de los medios de comunicación

Juan Arias
Lula da Silva el pasado 30 de enero.
Lula da Silva el pasado 30 de enero.Europa Press

El presidente de extrema derecha, Jair Bolsonaro, no podría nunca imaginar recibir tantos y tales elogios de la boca de su gran antagonista político, el expresidente Lula. Claro que debe tratarse de un cálculo estratégico del exsindicalista que es maestro en las artes de sorprender.

Los elogios a Bolsonaro, pronunciados en una larga entrevista al site UOL parecen más bien proferidos por algunos de sus seguidores. Lula ha alertado a los suyos para que dejen de juzgar a Bolsonaro a un solo año de su mandato y ha recordado que aún puede crecer mucho su popularidad. Más aún, ha llegado a defenderlo porque, según él, hay críticas que él hace a los medios de comunicación "que son correctas".

Según él, Bolsonaro es una víctima a la que se le impide hablar y que ha tenido el mérito de demostrar que se puede, con las redes sociales, prescindir de los medios de comunicación, periódicos, radios y televisión.

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Todo ello en una larga entrevista donde pudo hablar en total libertad. ¿Para qué todo eso? ¿Necesitaba Lula, en este momento, tejer ese panegírico de un presidente considerado, internacionalmente, como alérgico a los derechos humanos y a todas las minorías?

Antecediendo a los elogios a Bolsonaro, Lula intentó también días atrás ganarse igualmente a los evangélicos a su causa. Llegó a decir que él siempre había tenido "um jeitinho de pastor" y que el lugar natural de esas iglesias sería militar en el PT.

Ese resbalón de Lula se da paradojicamente en el momento en que en Brasil, la clase democrática y pensante, está obligando a Bolsonaro a hacer marcha atrás en sus arrobos autoritarios que a veces rozan el fascismo y hasta el nazismo, como lo fue en el caso del responsable de la Cultura, Roberto Alvim, al que se vio obligado, contra su voluntad, a dimitir fulminantemente. Ya antes, el ministro de Exteriores de Bolsonaro, Ernesto Araújo, había afirmado que "Dios había mandado a Trump, junto con Bolsonaro para salvar al mundo".

En su defensa y elogios a Bolsonaro, Lula, que en la cárcel le había dicho al exjuez español Baltasar Garzón que el nuevo presidente significaba un "peligro para el mundo", envió a los suyos el mensaje de que deben respetar que el nuevo presidente fue elegido en las urnas por voto popular. Que tiene todo el derecho a gobernar los cuatro años y de probar la reelección. Eso es cierto, pero ambiguo en la boca de Lula que sabe muy bien que no es la primera vez , y probablemente no será la última, en que un presidente elegido en las urnas ha acabado siendo depuesto.

Hoy hasta no pocos de quienes le eligieron preferirían ver a Bolsonaro fuera de la Presidencia tras haber conocido su forma autoritaria de gobernar, la selección de algunos de sus ministros, sus proyectos malditos sobre la Amazonia, su visión ofensiva sobre los indígenas y sus arrobos fascistas contra los medios de información. ¿Cómo explicar entonces los elogios hechos por Lula?

Bolsonaro, gracias a la resistencia de la sociedad que le dijo no a sus locuras autoritarias, se ha visto obligado a decir y desdecir, a nombrar ministros y tener que dimitirles, en un vaivén de contradicciones que indican que él empieza a saber que no puede hacer lo que quiere. Y que no es cierto que es él quien manda, en el sentido de que puede gobernar a su antojo y según su idiosincrasia despreciando la Constitución.

No podemos olvidar, y no debería olvidarlo Lula, que Bolsonaro inició su mandato queriendo conmemorar el aniversario de la dictadura militar, que se empeña en negar que fue tal. Ni sus proyectos de exterminar a la izquierda a cualquier costo y de hacer de la Amazonia, corazón verde no solo de Brasil, sino de la Humanidad, un desierto de petróleo o un pasto de ganado. Y de los brasileños, incluso de los adolescentes, un ejército de personas armadas prontas para matar.

Es duro escuchar de Lula una defensa de la conducta de Bolsonaro con los medios. Es verdad que Bolsonaro tiene todo el derecho de gobernar un país que le dio los votos abundantes para ello; pero para quien tienen un alma y un corazón democrático no es fácil olvidar que, por ejemplo, en el 75 aniversario de la liberación de Auschwitz, Bolsonaro prefirió viajar a la India en vez de ir a aquella celebración mundial contra el Holocausto.

Es duro tejer elogios del presidente Bolsonaro que había llegado a jactarse de que uno de sus bisabuelos, había sido soldado de Hitler.

Del fundador del nazismo, Bolsonaro llegó a decir que había sido un "gran estratega" y que "cualquier general, por ejemplo, aquí en Brasil o en cualquier otro ejército del mundo, tiene que estar preparado para aniquilar a otro país, destruir otro país, para defender a su pueblo".

Un día los especialistas deberán analizar el lenguaje de Bolsonaro, preñado de una fuerza aterradora. Sus verbos más usados suelen ser, destruir, aniquilar, disparar, deportar. Raramente aparecen en su boca y en sus mensajes palabras como paz, dialogo, convivencia, libertad o respeto por los que sufren a causa de sus diferencias.

"Él fue un pacifista y yo soy un soldado", dijo Bolsonaro ante el monumento de Gandhi en la India. Todo un mensaje cifrado. Podría leerse así: "yo no puedo ser pacifista porque soy soldado". Gandhi predicaba el perdón para pacificar a la India. La misión de Bolsonaro es el ataque aunque sea a costa de aniquilar a quienes no piensen como él. ¿Seguirá Lula tejiendo panegíricos del soldado presidente Bolsonaro que como él mismo ha rebelado, duerme con un arma pegado a la almohada?

Y antes que algún lector me lo recuerde, es cierto que años atrás, en una entrevista en la revista Playboy, el entonces sindicalista Lula al preguntarle sobre los personajes que más admiraba respondió que, junto a Gandhi y Luther King, también admiraba a Hitler. Es de esperar que los años y su experiencia posterior hayan hecho al Lula democrático arrepentirse de aquella desdichada afirmación. O nos veríamos forzados a pensar que quizás Lula y Bolsonaro no sean tan diferentes como parecen. Y que hasta buscan un acuerdo.

Sinceramente, prefiero pensar que no, ya que estamos ante dos biografías bien distintas, aunque es cierto que Satanás en el campo del poder tentó hasta a Jesucristo. "Todo esto te daré si postrándote me adoras" (Mt. 4,9).

¿Será que la búsqueda por el poder lo permite y lo perdona todo? La verdadera riqueza en política y en la vida es más bien la libertad de espíritu para quien no existen ni santos ni demonios, sino mujeres y hombres como nosotros tomados por mano en camino hacia la tierra de la libertad

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